La prolongación de la expectativa de vida, un fenómeno global de profundas implicancias, conduce a que para 2050 se calcule que habrá en el mundo más de 2000 millones de personas de más de 50 años.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró en 2020 la Década del Envejecimiento Saludable para el período 2021-2030, una estrategia dirigida a construir una sociedad para todas las edades, inclusiva también desde lo etario.Cuatro son las acciones propuestas en este contexto en una agenda concertada entre la ONU y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Cambiar cómo pensamos, sentimos y actuamos en relación con la edad y el envejecimiento; alentar el desarrollo de las habilidades de las personas mayores; brindarles atención sanitaria integrada y servicios primarios de salud y proveerles acceso a cuidados de largo plazo a quienes dentro de este segmento los necesiten.
Cuando la edad se utiliza para discriminar, dividir y categorizar se habla del fenómeno del edadismo, vocablo acuñado hace medio siglo por Robert Butler, psiquiatra y gerontólogo norteamericano. Es más amplio que el del viejismo, pues aplica tanto a los mayores como a los jóvenes, los dos segmentos más frecuentemente implicados. Lamentablemente, está en todas partes y se cuela en forma de estereotipos negativos que vamos asimilando desde edades tempranas. Se trata de una construcción social que peligrosamente hemos integrado y naturalizado, sin verdadera conciencia de sus múltiples y costosos efectos, hasta el punto de asumir una complicidad silenciosa de la que a veces ni cuenta nos damos.
A diferencia de otras estigmatizaciones, el edadismo también es posible cuando, por ejemplo, las personas se perciben a sí mismas de forma negativa por su edad. Esos sentimientos sobre la vejez afectan la salud física, emocional y cognitiva hasta el punto de restar años de vida, y conducen también a millonarios gastos en atención sanitaria.
Cuando los prejuicios se expresan en las empresas, organizaciones de salud o en políticas de vivienda, se lo define como edadismo estructural, también con devastadores efectos.
Los peligrosos alcances del fenómeno han activado un movimiento internacional que le hace frente a la discriminación por edad. La plataforma Change.org propone sumar firmas a favor.
Conocer su nombre y darle visibilidad es el primer paso. Ponerlo en agenda es avanzar en su erradicación con políticas públicas y leyes que contemplen intervenciones en favor de la inclusión en un mundo que debe encarar sin demoras un movimiento de liberación de la edad.
Nota editorial de La Nación