Primera crónica por Alemania del Dr. Roberto Ítalo Tozzini.
Baviera es el estado más extenso dentro de los 16 que componen la República Federal Alemana y se halla ubicada en el sudeste del país. Su capital es Múnich y se alza en una meseta limitada por el río Danubio (Danau) y la cordillera de los Alpes bávaros. El territorio es montañoso, con picos nevados la mayor parte del año, numerosos lagos y extensos bosques, conformando un cuadro de gran belleza natural. El otro río que la cruza es el Maine que actualmente se conecta con el Danubio por un extraordinario canal Rhein- Main- Dunau que sobrevuela el lecho original del río. He visto alguna foto mostrando un barco cruzando el canal por sobre el río, donde también transcurren otras embarcaciones.En cuanto a lo cultural y estético, Múnich y otras ciudades del estado (land) se han caracterizado por la exuberancia. En las construcciones de palacios e iglesias, predomina el barroco e incluso, una manifestación exagerada del mismo, importada de Francia, como es el rococó. Ya volveré sobre este aspecto en las descripciones de las principales edificaciones de la Gran Capital. La forma de vestir y de comportarse es también única en toda Alemania. En las fiestas de septiembre y octubre, pueden verse en las grandes cervecerías, robustos hombres vestidos con ropa tirolesa que muestran su alegría desbordante en un espectáculo que atrae a millones de turistas y sólo aquí, fuera de Escocia o Gales, se encontrarán varones en polleritas luciendo sus musculosas piernas y sus sombreros verdes del Tirol.
Centrémonos ahora en la gran Capital
A esta ciudad llegamos por auto, la primera vez, en el viaje de 1971 y atraídos por su encanto, regresamos infinidad de veces por vía aérea hasta el 2017, al punto que junto a París ha sido para nosotros el lugar más recurrente entre las grandes ciudades. En mis cálculos, más de 20 veces recorrimos su magnífico centro y los alrededores espectaculares. De una forma general, los hoteles elegidos se encontraban contiguos a un amplio espacio vegetal, denominado Englischer Garten (jardín Inglés), donde nos encontramos con importantes cadenas internacionales. Recordamos con agrado nuestras frecuentes estancias en el Marriott de Berlinerstrasse (la mayoría de las veces), el Hilton, el Holyday Inn (de inferior calidad) y el Renaissance, también de la cadena Marriott, como ahora lo es el Sheraton, donde estuvimos una vez. En todos estos casos una ágil línea de subterráneo, muy cercana, nos llevaba hasta la Karlplatz a la vera del casco antiguo o hacia Marienplatz o a los principales lugares céntricos de interés que eligiéramos. En el hotel nos vendían un pase para todo el día.
Otras veces hemos preferido la vecindad del centro, para evitar transportes, sobre todo a la noche, con la ciudad casi desierta, parando en buenos hoteles vecinos al Viktualiemarkt, que es un área semi residencial o unas pocas cuadras de la gran estación de trenes (Bahnhoff), poblada de negocios y pequeños restaurantes pero en un ambiente menos atractivo.
Una buena forma de recorrer el casco antiguo es cruzar por la Karlplatz, con su gran fuente central de Richard Strauss que esparce el agua de sus surtidores sobre los peatones que la cruzan en los frecuentes días ventosos de Munich. Penetrando a la zona peatonal bajo una arcada o puerta remanente de la antigua muralla (sólo han quedado 4 puertas), comenzamos una plácida caminata en dirección a Marienplatz por la Neuhauser Street, repleta de vendedores callejeros, turistas, músicos varios y aprendices de artistas que buscan el reconocimiento y alguna moneda de los caminantes. Los muy distintos sones de calidades variables según el oficio de los ejecutantes, se imponen sobre el bullicio general, dándole un toque alegre a este sector de la ciudad. Sobre la peatonal, se disponen las grandes tiendas, de origen alemán en su mayoría, de primorosa y similar arquitectura, con sus balcones y ventanas ocupadas con uniformes y vistosos arreglos florales, para alegrar con su colorido, los frentes más adustos de sus edificios. Los cafés, restaurantes, pastelerías y negocios varios, se suceden y repiten a los largo de las calles. Dos bellas iglesias se levantan casi al comienzo de la peatonal. Una se presenta sobre el margen izquierdo, luego de sobrepasar un curioso museo alemán de la caza y pesca con una gran figura animal hecha en bronce en su exterior, a una cuadra del ingreso. Allí se encuentra esta delicada y pequeña iglesia mariana, que visitamos tantas veces para meditar o descansar, denominada Burgersaal o Bürgersaalkirche, que fue construida en estilo barroco y rococó, a comienzos del siglo XVIII, en dos pisos, encontrándose en la cripta la tumba del padre Rupert Mayer, que murió en uno de los campos nazis de concentración por su oposición al holocausto. En el piso superior impresiona los detalles del templo, destacándose a la entrada un hermoso ángel en blanco mármol que lleva a un niño de la mano y que fue esculpido, como otras figuras que allí se ven, por el artista alemán Günthe. También el altar exalta los hechos de la Virgen María con hermosas esculturas, pinturas y relieves, mostrándose Ella rodeada por ángeles y con el niño Jesús.
Siempre sobre el margen izquierdo y algo más adelante se destaca la mole de una iglesia de mayor tamaño que ocupa buena parte de la manzana, denominada Iglesia de San Miguel o Michaelskirche. Es una iglesia más antigua, jesuítica, del siglo XVI, de estilo renacentista y barroco, que muestra en su fachada una estatua notable del arcángel Miguel, matando al dragón. En su interior, gruesas columnas sostienen una impresionante bóveda, la más grande de Europa después de la de San Pedro en Roma. Esculturas y pinturas embellecen el lugar y en la cripta encontramos enterrados varios integrantes de la dominante familia de los Príncipes de la Dinastía Wittelsbach, que justamente financiaron la construcción de este gran templo renacentista.
En los meses turísticos, la ancha peatonal está colmada por visitantes y lugareños que con rostros alegres y distendidos se sumergen en ese hormiguero rebosante de dinamismo, para hacer sus compras en los negocios y tiendas del lugar, sentándose a veces en bancos o poltronas, a la vera de la corriente humana, para disfrutar de un momento de tranquilidad tras el esfuerzo de acarrear los grandes bolsos adquiridos. Desde mis primeras visitas, me llamó la atención la falta de pordioseros por la peatonal, o de pedigüeños a la salida de las iglesias, o de personas pobremente vestidas. Los rostros de estos habitantes, expresaban confianza y satisfacción, al menos en ese momento de su historia. A pesar de su tormentoso pasado, se los veía conformes con el presente. En años muy recientes, la inmigración masiva y las crisis internacionales han modificado negativamente este excelente panorama.
La zona comercial, poblada de grandes tiendas alemanas y numerosas firmas internacionales, termina unas cuadras más adelante, en una plaza de ensueño, Marienplatz, de increíble atractivo por la presencia de construcciones originales, deslumbrantes, como ser el extraordinario Nuevo Ayuntamiento (Neues Rathaus), de estilo gótico tardío con una decoración exuberante y su elevada torre, que incluye un famoso reloj animado con el carillón de tres grandes campanas, que en horas predeterminadas, pone en movimiento a sus 32 muñecos tallados en cobre. La hora más importante es la del mediodía y desde unos minutos previos, los pasantes comienzan a reunirse en grupos numerosos, mirando hacia la torre a la espera de la función de maravilla. Al dar las doce, las figuras parecen cobrar vida para realizar parodias de batallas o de danzas típicas y al fin de la exhibición el público aplaude.
La mencionada torre del Neues Rathaus, con sus 85 metros, termina en una terraza cubierta octogonal desde donde se logra una completa vista de todo el centro de la ciudad. Doy fe de ello, ya que he subido varias veces, sea sólo o en compañía de Martha o de la nieta que en ese momento nos acompañaba.
En el medio de la plaza, se levanta una columna de mármol que sirve de pedestal para una estatua de la virgen María, esculpida en siglo XV y que da el nombre a este espacio tan atractivo (plaza de María). Por detrás se destaca, entre otros edificios, una exquisita construcción que corresponde al Ayuntamiento Viejo (Altes Rathaus), edificado en 1345. Hoy día es un interesante Museo del Juguete. En verdad este espacio es irrepetible y cautivante.
Muy cerca, saliendo hacia la derecha, se observa el perfil aguzado de la Iglesia de San Pedro (San Peterkirche o Dom), la más antigua de Múnich, cuya torre es tan elevada como la del Neues Rathaus y la vista similar si uno asciende por los viejos peldaños y sale a una baranda exterior descubierta que me causó cierto vértigo la única vez que subí. El interior ha sido ricamente decorado por los mejores artesanos de Baviera. El altar es imponente, con una gran estatua de San Pedro, inaugurada el mismo año en que Colón descubriera América (1492). En una de las capillas de su costado izquierdo, se guarda y expone como reliquia el impresionante esqueleto, parcialmente momificado, de Santa Mundita, envuelta en ropas y joyas, no sé si originales, y que es venerada como Patrona de las mujeres solteras.
Si salimos de Marienplatz hacia la izquierda, por una concurrida calle que suma las vías de tranvías eléctricos, estaremos recorriendo la Theatinerstreet, acceso de lugares imperdibles. Pero antes, hagamos una pequeña desviación a partir de la iglesia de San Miguel y caminemos hacia la izquierda en una deliciosa telaraña de callecitas que dan a oficinas de grandes bancos regionales, anticuarios y negocios diversos, una pequeña plaza con su fuente central, numerosos restaurantes y bares de alegre aspecto (en la zona frecuentamos un buen restaurant italiano) y nos encontraremos finalmente con la impresionante figura de la más conocida y elevada iglesia de Múnich, la catedral de Nuestra Señora o Frauenkirche cuyas dos torres gemelas terminan en forma de cebolla con reminiscencias eslavas, a 100 metros de altura, constituyendo uno de los íconos de la ciudad. Esta amplia catedral de estilo gótico tardío, fue construida entre los siglos XV y XVI sobre la base de gruesos ladrillos obscuros que revisten su superficie. En el amplio interior, que contiene verdaderos tesoros artísticos, se destacan vidrieras pintadas, en particular una que luce sobre el coro junto a bustos de santos y profetas. En su ala sur, se encuentra la magnífica tumba del rey Luis I de Bavaria del siglo XIV.
En el 2017 visitamos la catedral por última vez y lucía bella, recientemente restaurada, asistiendo durante la noche a un concierto de órgano. En realidad, los primeros reyes bávaros profesaron firmemente el catolicismo y poblaron a sus ciudades de iglesias y catedrales. Hoy día, con una caída acelerada en la fe por la población alemana de posguerra y de los millenials, junto a una disminución en las vocaciones sacerdotales, estas extraordinarias construcciones van adquiriendo un valor cultural y social al tiempo que se reducen en ellas las celebraciones litúrgicas.
Hemos mencionado que después de disfrutar de la increíble Marienplatz, continuamos por una importante vía, denominada Theatinerstreet, que nos introduce a los sitios más relevantes de esta recorrida peatonal. Frente a la calle se escalonan importantes negocios y tiendas de ropa fina, una plaza arbolada, y luego, unos simpáticos cafés con típica comida regional. Avanzando, muy poco más adelante, sobre la mano derecha surge un espacio espectacular, la Max-Joseph-Platz, donde nos enfrentamos a un bello edificio de aspecto griego, con columnas que se elevan hasta el friso ocupado con esculturas modernas de Apolo y las Musas. Se corresponde con la Ópera Estatal de Baviera, construida a principio del siglo XIX, destruida en los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial pero reparada totalmente antes de finalizar el 1990. Un par de veces tuvimos el privilegio de extasiarnos en sus butacas. En el centro de la plaza se levanta la estatua sedente del primer Rey de Baviera (Max-Joseph I). En toda la cara lateral norte de la plaza se impone la presencia de un enorme edificio de estilo renacentista. Es el gran palacio de Múnich, llamada La Residenz, mientras que el lado sur lo cierra un edificio del antiguo Correo Estatal (hoy trasladado).
La “Residenz” es una gigantesca construcción renacentista y barroca edificada por la familia Wittelsbach, a partir de finales del siglo XIV y hasta el siglo XIX, en la que se le agregó, por mandato del rey Luis II, una última ala con reminiscencia al palacio Pitti de Florencia. En total es un conjunto de 8 edificios con una recargada decoración estilo rococó y un hermoso parque posterior, hoy día público. Entre sus enormes salones, se destaca el denominado “anticuarium”, así llamado por el aspecto de espacio clásico, que producen la proliferación de los bustos y figuras de guerreros y emperadores, romanos en su mayoría. El techo y segmentos de sus paredes presentan frescos de tipo renacentistas y también pinturas en las paredes laterales con figuras grotescas que remedan las del palacio de Nerón, con sus motivos populares. Por sus grandes dimensiones, fue empleado durante años como salón de baile del Palacio. Los otros edificios presentan patios o jardines interiores, donde armonizan esculturas, arcadas y fuentes con sus surtidores de agua y figuras centrales de estatuas griegas o romanas de mujeres o varones mitológicos en su mayoría. Podemos mencionar al Grottenhof, que contiene bellas arcadas y un jardín de tipo italiano, centrado por una fuente de bronce y su estatua de Perseo que se realizó a finales del siglo XVI. También el Patio del Rey con una gran estatua de Neptuno, y el Patio de la Fuente, de forma octogonal, quizás el más bello de todos, que suele emplearse en la actualidad y durante los meses cálidos para brindar pequeños conciertos al aire libre apoyados por el silencio interior y la sensación refrescante del agua que corre por la magnífica fuente que representa los 4 ríos de Baviera junto a dioses de la mitología griega y una estatua central de Otto Wittelsbach. Hemos asistido a algunos de esos deliciosos momentos musicales, con un costo bajo y un alto placer compartido. Otro de esos espacios interiores, impacta vivamente por presentar una decoración marina con conchas de moluscos y motivos acuáticos. Es un ambiente muy original y atractivo.
En el tesoro del palacio se aprecian las joyas de la familia Wittelsbach, junto a reliquias religiosas, como una exquisita estatuilla de San Jorge matando al dragón. También están en exposición una colección de arte egipcio de las distintas dinastías y objetos que pertenecieron al palacio de Adriano de Roma. Vale la pena también recorrer esos grandes salones palaciegos con sobreabundancia del dorado y bronce en todas las molduras y en los numerosos espejos, como era moda en esa época, además de poseer una interesante y variada pinacoteca de artistas alemanes (recuerdo Dureros excelentes). Es imperdible la visita al pequeño teatro Cuvilliè (Francois Cuvilliés, el viejo, arquitecto de la corte) dentro del palacio, que asombra por su exuberante estilo rococó, con palcos y plateas generosamente adornadas en bronce. Su inauguración se realizó en 1750 y allí estrenó Mozart su obra Idomeneo. Para recorrerlo sin prisa, conviene consultar los horarios, pues el teatro cierra más temprano que otros ambientes de la Residenz.
Saliendo de la Residencia por una puerta lateral, hacia Odeonplatz luego de cruzar la calle correspondiente, enfrentamos una serie muy interesante de construcciones. A pocos metros veremos una logia muy similar a la Florentina pero ocupada por esculturas de jefes y soldados alemanes en recuerdo de hazañas guerreras, en particular, la de los 30.000 soldados bávaros que participaron y murieron en los ejércitos Napoleónicos durante la guerra Franco- Prusiana de los treinta años. Por delante de la logia, hacia el norte y en el centro de la plaza, se levanta una estatua ecuestre de Luis I y por detrás, al sur, como apoyada en la misma, un gran edificio construido por Cuvelliés, que es el palacio Neuhaus-Preysing. Cruzando una segunda calle, del otro lado de la Residenz, se destaca una hermosa iglesia, en interminable proceso de reparación (fue muy destruida durante la guerra) con un perfil italiano-veneciano y renacentista. Es San Cayetano o basílica Theatiner, por la proximidad a los grandes teatros. Su amplio frente clásico con dos torres y una cúpula tiene un color ocre característico. Terminada en el siglo XVII, los Cuvellies agregaron elementos del rococó para adornar al templo casi un siglo después. En la cripta yacen miembros de la familia Wittelsbach, entre ellos la impulsora de su construcción, Henrriette Adelaide.
Una cuadra más al norte de la plaza Odeón y entramos en el área que antecede a los edificios de la Universidad. A su costado, tomando hacia la derecha y transponiendo una arcada, ingresamos en un extenso parque, el Hofgarten, que en su momento perteneció a la Residencia y hoy es un lugar público. El parque contiene un par de museos de estilo renacentistas y una glorieta de forma octogonal con una escultura de Diana, rodeada por cuatro figuras, obra de Hans Krumper. A la fecha, no he visitado tales museos.
Otra caminata posible, partiendo desde Odeonplatz, es dirigirnos hacia el oeste, por Brennerstrasse hasta Karolinenplatz, donde podemos admirar un obelisco construido con el acero fundido de los cañones turcos en 1833 en memoria de esos 30.000 soldados que murieron en la impiadosa guerra Franco-Prusiana. Y si adelantamos un poco más, llegaremos a la Koningsplatz, rodeada por tres importantes edificios neoclásicos, la Glyptoteca, dedicada a esculturas y antigüedades, principalmente griegas y egipcias, coleccionadas por el rey Luis II, en sus viajes por esos países y el resto de Europa; el Antikensammlungen, que muestra una importante colección de vasos y ánforas griegas y joyas etruscas y el Propyläen, remedo con su estilo dórico de las puertas o Propileo del Partenón de Atenas.
Regresando o partiendo del Obelisco de la Karolinenplatz, pero tomando a la derecha por Barerstrasse, se llega en pocas cuadras a uno de los museos de pintura clásica (siglos XIV a XVIII) más importante de la región y que con mucho entusiasmo recorrimos reiteradas veces. Esto si se desea caminar ya que el metro nos deja a la puerta misma de esta galería de arte. Es la Pinacoteca antigua o Alter Pinacothek, un bello palacio de tipo renacentista italiano, construido también por orden del rey Luis II. Contiene excelentes lienzos de Durero (los “Cuatro Apóstoles”, Autorretrato y otros), de Lucas Cranach el Viejo (Venus y Cupido), de Mathías Wruneald (el Escarnio de Cristo) entre otros grandes pintores germanos, junto a los infaltables Rubens, excelentes obras de Rembrandt, de Rafaello y de la Escuela Veneciana. En la manzana de enfrente, nos encontramos con un museo complementario, la Neue Pinakothek (Nueva Pinacoteca), en un edificio moderno de hormigón y granito que exhibe obras del siglo XIX y XX. Allí hemos admirado magníficas pinturas impresionistas de artistas franceses (Cezanne bellísimos p. ej.), obras románticas y modernas de artistas alemanes como Caspar Friedrich, Wilhelm von Kobell y Ludwig Richter. Max Liebermann también es un exponente destacado del impresionismo germano.
Actualmente se ha agregado otro edificio para exposición de pintura contemporánea, Pinakothek der Moderne, que representa la mayor galería de arte moderno y contemporáneo del país, rivalizando con el Centre Georges Pompidou, de París. Obras de Kandinsky, Max Beckmann, Andy Warhol, videos y grandes armados figuran en su catálogo permanente.
Partiendo ahora desde Marienplatz, pero girando a la derecha, luego de pasar Peterskirche y la Löwenturn, almenada y de ladrillos (torre del León), entramos a una zona con numerosas joyerías y librerías y finalmente damos con los terrenos del mayor mercado abierto de Múnich llamado Viktualienmarket, que expone al público, sobre todo en los meses de estío, toda la producción local de frutas y vegetales junto a los más variados tipos de productos importados, así como sabrosos frutos de mar, quesos, bebidas y comidas rápidas para llevar o degustar en construcciones o carpas transitorias pero con todo el confort requerido. Además del más grande, es el más famoso y concurrido de los mercados de comestibles en Múnich. Los numerosos lugares de comida, están cubiertos por toldos de vivos colores. En el predio se levantan tres fuentes decoradas con cantantes y humoristas famosos localmente. Con Martha o acompañados por nuestros hijos, hemos saboreado en distintas ocasiones las preparaciones frescas y saludables de este original y populoso mercado.
Si continuamos el camino reaparecerán buenas tiendas, joyerías y grandes hoteles, entre ellos el Kempinski, uno de los mejores de la ciudad. No puedo olvidar de mencionar que en la zona vecina se levanta una de las iglesias más bonitas de la ciudad, la Azamkirche, brillante edificio rococó que no debe soslayarse. Fue construida en el siglo XVIII por los hermanos Azam, arquitectos que habían estudiado arte barroco en Roma. Situada sobre la calle Sendlinger, su interior es un despliegue inaudito de pinturas murales, molduras increíbles y adornos de todo tipo que asombran al más impávido visitante.
El jardín Inglés
Al comienzo de esta narrativa, he mencionado el gran espacio verde o pulmón de la ciudad: el Jardín Inglés o Englischer Garten. A pesar de su belleza y de su magnitud, ya que cubre una superficie aún mayor que el Central Park de New York, se mantiene como un lugar propio para los locales que allí se relajan, toman sol, beben en su gran cervecería, cantan, bailan e incluso se bañan desnudos en su lago, sin presencia turística. Esta informalidad es parte de su encanto. Múnich le debe su hermoso jardín a un soldado americano, Benjamin Thompson, que se radicó en Munich trabajando para el ejército bávaro y dedicándose también a la agricultura y a la asistencia de los pobres. Por sus contribuciones recibió un título de nobleza, adoptando el nombre de conde Rumford. A fines del siglo XVIII, convenció al Elector gobernante para que transformara ese lugar casi selvático en un gran jardín según modelos románticos ingleses de la época, edificándose la Gran torre china (Chinesischer Turm), en espejo a la pagoda de los Jardines Kew de Londres y que está rodeada en su base por una enorme cervecería a cielo abierto con orquestas que los fines de semana tocan a todo pulmón. Sobre esta colina artificial se edificó una bella rotonda y sobre el terreno se organizó un importante lago artificial poblado de patos y rodeado de numerosas estatuas, entre ellas, la del propio Rumford. Flores y arreglos de jardinería realzan el lugar.
Las cervecerías
No podemos recordar a Múnich sin referirnos a sus famosas cervecerías y a la atracción popular y turística que ellas ejercen. Las principales se localizan en un área reducida del casco histórico y podemos llegar caminando por Maximilianstrasse en dirección al río Isar y luego torcer pocas cuadras a la derecha. La cervecería más conocida es la de Hofbrauhaus, fundada en el 1589 por el propio duque gobernante, que ordenó la preparación de una cerveza distinta obscura y de gusto muy particular, que pronto se hizo famosa y se continúa produciendo en la actualidad sirviéndose en grandes jarras de 1 litro. Hoy día, Hofbrauhaus, un vasto salón con un frente de 5 o 6 pisos, cuenta además con platos de comidas bávaras tradicionales, bandas de música y un espíritu alegre, pero es frecuentada principalmente por turistas, entre los que nos encontramos en diversas oportunidades. Muy cerca se levantan otros salones con gran capacidad. y en la ciudad las más importantes son la Löwenbräukeller, la Biergarten am Chinesischen Turm, junto a la Pagoda China del Jardín Inglés al aire libre y donde se pueden acomodar hasta 7000 personas, la Salvatorkeller, etc, etc.
Las enormes cervecerías persisten por el placer que los alemanes y sobre todo los bávaros sienten por la cerveza. Estos vastos salones acogen a los bebedores que toman su rubio licor favorito en grandes cantidades, entre brindis jubilosos y alegres cánticos. Son comunes largas mesas con tablones de asientos que se comparten entre los parroquianos que, al calor de la cerveza, suelen entrelazar los brazos y balancearse rítmicamente al compás de sus cantos. Este comportamiento alegre alcanza un verdadero frenesí en la llamada Oktoberfest, que anualmente conmemora el casamiento de Luis II de Baviera con la princesa Therese, en 1810. En realidad esta fiesta de “Octubre” toma parte las dos últimas semanas de septiembre y la primera de octubre, durante las cuales unos 7 millones de visitantes, más los locales, consumen 14.000.000 de litros de cerveza (pre pandemia) y cantan y bailan alcoholizados vestidos los lugareños, con ropas típicas (polleritas, sombreros tiroleses y los varones en general, un prominente abdomen) hasta bien entrada la noche. Desde luego, los alojamientos deben reservarse con un año de anticipación y los precios duplican o triplican los que se muestran fuera de esta loca temporada. Nosotros estuvimos sólo dos días en este pandemonio antes de regresar a casa una vez (en un mundial de fútbol que ganó Brasil) y fue en verdad inolvidable y casi insoportable.
Los alrededores de Múnich
Otra característica que valoriza este destino, para los viajeros interesados en bellos paisajes y palacios majestuosos, son los alrededores de Múnich, que vale recorrer en auto. Todo el sur de Baviera está henchido de pueblitos pintorescos, lagos, castillos, prados floridos y montañas. Por el momento, fiel a este viaje, me limitaré a mencionar sólo uno de tales sitios, hoy dentro de ejido urbano, que es el castillo de Nymphenburg. Este bello edificio fue construido por los integrantes de la poderosa familia de Wittelsbach a partir del año 1664, como residencia de verano. Se llega bordeando un canal acuático poblado de cisnes. En un amplio y muy cuidado parque, surge la silueta elegante del palacio, que en perfecta simetría, muestra un cuerpo central de cinco plantas, a la que se accede por una amplia escalera externa y frontal, que como dos brazos iguales, nos llevan al primer piso. A los lados del cuerpo central, dos galerías con cinco amplias arcadas cada una, unen esta construcción con los pabellones de los extremos, de techo piramidal y tres plantas de altura.
El frente del castillo es blanco inmaculado y los techos de tejas rojas, confiriendo al conjunto, equilibrio y magnificencia. El interior presenta una decoración barroca propia de la época, con los techos cubiertos por exuberantes frescos, así como una “galería de las bellezas” que muestran las pinturas de quienes fueron las 36 favoritas del rey Luis II, entre ellas, la de su amante más importante, la bailarina de flamenco, Lola Montes. Este emperador, famoso por sus grandiosas construcciones inspiradas en óperas de Wagner y su desmesura, que llevaron a fundir su tesoro personal y endeudar el reino de Baviera, fue declarado insano por un gran jurado y separado de su alto cargo y reducido a prisión en su castillo preferido de los Alpes bávaros, donde pocos días después, nadando en las aguas cristalinas de uno de sus lagos, junto a su médico, murió ahogado en un episodio no aclarado de accidente, o suicidio- homicidio, ya que se decía que él era un gran nadador. En la actualidad, el atractivo turístico que estos castillos representan ha permitido recaudar para el erario público varias veces el monto inicial de sus construcciones.
En el extenso parque de Nymphenburg que rodea la regia construcción, con su lago, cascadas artificiales, pabellones íntimos y toda suerte de estatuas y adornos barrocos, se destaca el suntuoso pabellón, conocido como Amalienburg, obra de Cuvilliès el viejo, verdadera fantasía maestra del arte rococó, realizada para Amalia esposa de Kart Abrecht, uno de los sucesivos dueños del castillo, luego de la muerte de los príncipes. Hace años, la vida secreta en este pabellón, dio origen a una agradable y romántica película. También encontramos en el palacio una piscina cubierta y el Pagodenburg, escenario de grandes fiestas.
La visita a este lugar vale para disfrutar de un plácido día rodeado por una magnífica naturaleza, primorosamente trabajada con el nivel de una obra de arte, que alberga construcciones atractivas con la riqueza y refinamiento de una época opulenta, culta, con abismales diferencias en lo social y con las historias de amor y poder, de grandeza y debilidades, comunes a toda la trama humana a lo largo de la historia.
Lo que he descripto es el Múnich que conozco, el que he disfrutado y recorrido en tantas ocasiones, que he perdido la cuenta. Con lugares cercanos como los crematorios terroríficos de Dachau que cruzan los límites de la maldad humana y, a sabiendas de su realidad, nunca quise visitar. Un poco más lejos se levantan ciudades con pasado imperial como
Augsburgo, o religioso como Freizing, con una enorme catedral de monjes benedictinos que también construyeron la cervecería más antigua de Europa. Augsburgo es una hermosa ciudad vecina que bien vale una visita. De su imponente centro conservo algunas imágenes que aquí expongo.
Pero Múnich tiene mucho más para ofrecer a quienes gustan de otras actividades, como docenas de museos diversos, algunos muy originales, el clásico Ruhmeshalle (salón de la fama) y la colosal estatua de bronce Baviera, de 18 metros de altura, revestida con piel de oso y una escalera interna que nos lleva a un mirador en su cabera.
Los amantes del automovilismo, encuentran aquí, en la casa central de la BMW (Bavarian Motor Works), que es un moderno rascacielos cerca de la villa olímpica, por el que pasé mil veces sin detenerme, con un museo del automóvil, que según me han dicho, tiene los BMW de todos los años y dispone de proyecciones visionarias para el futuro. También se menciona como de interés el complejo de estudios cinematográficos (el mayor de Europa según las guías), que funciona desde 1919. En un pequeño tren, se pueden visitar los lugares donde trabajaron directores como Hitchcock, Ingmar Bergman y otros famosos. Aquí se filmó la película “Cabaret” y muchas más de las que se guardan interesantes recuerdos.
Y por último puedo mencionar el Olimpiapark, que fue construido para las olimpíadas XX en el verano de 1972. Recuerdo la terrible historia del asalto, secuestro y asesinato de la importante delegación israelita por un grupo palestino. La dureza vengativa no permitió negociaciones y una mala intervención de fuerzas federales precipitó la matanza. La Olimpíada continuó a pesar de la tremenda herida y hoy los grandes edificios y jardines que permanecieron son testigos un tanto indiferentes de la política mundial. El área está dominada por el enorme Estadio y la Torre de televisión que alcanza a 289 metros de altura. Lógicamente, en su extremo superior se encuentra un mirador y más abajo, un buen restaurante. En los extensos jardines, hay lugares para ciclistas, patinadores y corredores y en los lagos pueden alquilarse botes.
La ribera del Rhin
Luego de nuestro día en Nymphenburg, regresamos al hotel para hacer valijas, pues al día siguiente, en ese ya lejano 1971, continuaríamos el viaje por la ribera del Rhin. Decimos adiós, para regresar siempre a una de las ciudades más bonitas de Alemania y de toda Europa.
Con el auto y el espíritu dispuesto, comenzamos la mañana dirigiéndonos a la búsqueda del legendario río Rhin.
Sobrepasando Weisbaden, llegamos a su margen derecho y desde allí transcurrimos, con múltiples detenciones, toda la jornada viajando hacia el norte, como en un repaso de la historia y la narrativa alemana, teniendo como destino a otra venerable ciudad, destrozada por la guerra: Colonia.
El río Rhin, de origen alpino, corre entre las colinas del Jura, y bordea los bosques y la selva negra antes de ingresar al sector conocido como el “Rhin heroico”. No existe a lo largo de sus riberas un castillo, una roca o un promontorio sin su leyenda. Las viejas narraciones difuminan los límites de los hechos verídicos con los de la más audaz fantasía. Después de Weisbaden, pequeñas poblaciones se suceden casi en continuidad, en las laderas del río, mostrando allá arriba, sobre las colinas, el perfil aguzado de sus iglesias y las ruinosas torres almenadas de los viejos castillos donde aún vagan los espíritus de Lohengrin y de Roland. De allí surgieron los héroes germanos, que fueron forjando, con un halo romántico, las características del ser nacional.
En un momento del camino, antes de una forzada curva del río hacia la izquierda, se destaca la presencia de un gran peñasco famoso: el Loreley, desde donde puede lograrse una buena vista de la campiña cubierta de viñedos, pero donde el recuerdo tiene mucha más fuerza que la presencia pura de la roca. Su historia está viva en rimas y canciones alemanas, aludiendo a una bella sirena (Lore) que con su voz dulce desde el promontorio, embrujaba a los navegantes, haciéndolos naufragar. Reminiscencia de los versos de Homero narrando las peripecias de Ulises. Pocos relatos, según los entendidos, pueden superar en belleza y vitalidad a la leyenda poética de los Nibelungos. Este casi fundacional poema alemán, consta de dos partes, con 20 cantos épicos recopilados por un autor desconocido en 1210. El manuscrito se conserva en un Museo de Múnich. Pero la leyenda se pierde en la noche de los tiempos, inspirada probablemente en narraciones nórdicas, escandinavas y sajonas.
Los Nibelungen o Nibelungos eran reyes descendientes del rey Nefil o Nephyl, hijo a su vez de Dioses, que constituyeron el reino de Burgundia. El poema habla del esplendor de esa corte y de la pasión que latía en el corazón de sus integrantes. En la primera parte, se describe las aventuras y muerte de Sigfrido, luego de una trama de engaños, enamoramientos y traiciones. Cuenta el poema que Brunhilda o Brunehilda, hermosa reina guerrera de Islandia, había jurado casarse con aquel guerrero que lograra derrotarla en batalla. Muchos caballeros ya habían luchado contra ella, terminando humillados, cuando Gunther, rey de Burgundia, decide probar fortuna, ayudado por el susodicho Sigfrido, cuñado del rey e hijo a su vez de un rey de los Países Bajos. Vuelto invisible, Sigfrido derrota a Brunehilda, aunque el vencedor aparenta ser el rey de Burgundia. A continuación, la reina guerrera se casa con Gunther, para enterarse tiempo después, a través de su cuñada (Krimhilda), quién había sido su real vencedor. Por el engaño del que fue objeto, la reina busca venganza y encarga a un miembro de la corte la muerte de Sigfrido. Esto ocurre durante una cacería, mediante una astuta trampa. Luego, para evitar que Krimhilda (enamorada viuda de Sigfrido) emplee los tesoros reales (el tesoro de los Nibelungos) para pagar a otros vasallos a que busquen vengar, a su vez, tal asesinato, el propio asesino (Hagen), esconde ese oro del Estado en un lugar del río, cercano a la ribera del Rhin, que sólo él conoce. Aquí termina el primer poema.
En el segundo, se narra que tras 13 años de meditar venganza, Krimhilda decide casarse con Atila, rey de los Hunos, e invita a toda la corte de Burgundia a la gran celebración en su nuevo reino de Hungría. Llegados los invitados se cierra la trampa y la lucha que se entabla termina con el exterminio de los Nibelungos. Hagen, el asesino de su esposo, es decapitado por Krimhilda con la misma espada de Sigfrido y así se pierde el rastro del oculto tesoro. Finalmente, la vengativa reina es asesinada a su vez, desapareciendo todo linaje de esta casa real.
Al parecer, esta épica de tradiciones populares se apoya en hechos históricos, como la ruina y destrucción de Burgundia por Atila en el siglo V y ha sido comparada, por su belleza y fuerza trágica, a las epopeyas relatadas por Homero. Mientras recorríamos la ribera del Rhin, pensaba en cuánto había influido la tradición en el temperamento del pueblo alemán potenciado por narraciones posteriores como las de Enrique Heine o exaltado a niveles de adoración por los célebres poemas musicales de Richard Wagner que con Lohengrin y el anillo de los Nibelungos (tetralogía que incluye “el oro de Rhin; Valkiria; Sigfrido y el Crepúsculo de los Dioses”), sentó las bases de una nueva orquestación y de una personalidad musical y operística definitivamente alemana.
Anochecía, cuando las torres de la vieja Catedral de Colonia se dibujaron a la distancia.