Por Roberto Ítalo Tozzini.

Salimos de la autopista nacional N-340,  sin peajes, que nos trae desde Málaga por el exit Elviria y ascendemos la barranca entre un pequeño
centro comercial a la derecha y un tiempo compartido a la izquierda, que años atrás perteneció a Four Seasons y que originó nuestra primera  visita y estadía por una semana en la zona, en la primavera de 1998. Desde ese momento, nos ha encantado el lugar.

 


Llegados a la primera rotonda, sorteamos la salida a playa y continuamos en dirección al principal hotel de la Región, el único de 5 estrellas, Don Carlos, en un camino de pocas cuadras bordeado por palmeras. Pasamos la torre del hotel esquivando los numerosos coches estacionados despreocupadamente en los alrededores y en la próxima rotonda, doblamos a la derecha en una bajada al mar. A unos 100 metros y a la derecha, está el ingreso al complejo vacacional Marriott´s y allí nos dirigimos para ocupar la villa que anualmente tenemos reservada. Tal recorrido lo repetimos desde 1999 en que lo adquirimos cuando estaba en plena construcción, con la sola excepción de la actual pandemia, pues el confort de las instalaciones, el espacio que nos brinda nuestro departamento con dos dormitorios en suite, amplio living-comedor y espacioso balcón al mar con cocina y lavaderos equipados totalmente, nos permite una cómoda estadía y llevar con nosotros a nuestras nietas repetidamente y una vez al menos, a nuestra hija y yerno.

 

 

 

 

 

 

 


Esta suerte de rito hedonista lo renovamos anualmente. Tan pronto ingresamos a nuestras habitaciones, ubicamos la ropa en sus estantes y  bajamos a recorrer los jardines en flor, aspiramos sus perfumes, el aire limpio, bajamos los escalones que nos llevan al mar y sí, desde la  piscina mayor apreciamos ese azul profundo del Mediterráneo que nos genera placer y paz.



Ha sido por años una espléndida aventura andaluza que duraba 14 días, ya que aprovechábamos el tiempo libre para recorrer con el auto otras playas, las principales ciudades de la provincia (Granada, Córdoba, Sevilla, Cádiz) y pequeños pero fascinantes poblados vecinos de inmaculadas casas blancas.


También disfrutábamos de la maravilla de su parque cuajado de una gran variedad de plantas floridas, de las piscinas múltiples, abiertas y techadas para momentos y estados climáticos distintos, de los excelentes restaurantes con comida internacional o andaluza o del bien provisto minimarket. Nos agrada el directo acceso a la playa, la atención esmerada del personal asistente y sobretodo, como un regalo extra, el mar, siempre visible desde el amplio balcón del primero o segundo piso que reservamos, donde a veces desayunamos o compartíamos un almuerzo. Este conjunto de sensaciones, nos produce una satisfacción irreemplazable. Los familiares que nos han acompañado entienden sin explicaciones, por qué siempre, con tanto entusiasmo, volvemos allí. Y también lo muestran claramente algunas de las fotos que expongo, tomadas de una extensa colección que poseemos después de tantos veraneos disfrutados.

 

 

 

 

 

 

 



En los primeros años de estadía, la llave de la villa servía también para ingresar al renombrado parque del hotel Don Carlos, que exhibe algunas especies exóticas y otras centenarias, así como a las canchas de tenis del hotel, donde he podido jugar algunas veces. Después de unos años, el convenio venció y la comunicación quedó cerrada.


No voy a describir en detalle las comodidades que brinda el complejo para grandes y chicos, me limito a exhibirlas en algunas fotos, porque el
relato no tiene un fin comercial, sino que sólo acopian las vivencias de nuestros viajes, pero sí diré por ejemplo, que aunque la playa en
España es pública por ley, la institución instaló varias hileras de poltronas para tomar sol, con sus techos de paja, cobrando alquiler para quien quiera usarla, con un fuerte descuento para los dueños de semanas Marriott. También mencionaré que la fecha que hemos elegido para  nuestras reservas –junio o septiembre-, coincide con turismo inglés y nórdico mayoritariamente, con lo que el orden, el silencio y la seguridad que se respira, aún con ocupación plena, son perfectos.

 



La playa de Elviria (está dentro del Departamento Marbella Este) ha presentado cambios notables en los distintos años de concurrencia.
Lamentablemente, muchos de esos cambios, han sido negativos. Muy acogedora en los primeros tiempos, con blanca arena fina y pocas piedras (un año llegaron a traer arena desde América para cubrir ese sector de playa), se extiende sin solución de continuidad hasta Marbella ciudad, por el oeste y hasta Calahorra por el levante. Relativamente angosta, permitía largas caminatas bajo el sol tibio de la mañana o bien trotar unos 10 kilómetros o más,  entre ida y vuelta. Últimamente, el mar ha avanzado sobre la costa varios metros, estrechando la franja de playa, que se ha vuelto más barrosa y oscura, se ha llenado de guijarros, piedras y conchillas de manera tal, que correr descalzo y aún caminar es hoy día peligroso, pudiendo fácilmente lastimarse un pie. Se necesitan zapatillas mejor que ojotas, incluso para ingresar al mar pues también  aquí hay filosas rocas en el lecho como hasta 30 metros de la orilla. Más allá, cuando ya se puede nadar, volvemos a tener un suave suelo marítimo. Y el agua no es tan tibia como puede esperarse en el sur de España. Sobre todo en junio, su temperatura es baja y en la mañana temprana se debe ingresar rápidamente al mar para no retroceder tiritando de frío. Hasta las boyas que marcan el límite recomendable, se puede nadar con gran tranquilidad y resulta excepcional la presencia de grandes olas  que preocupen. No es lugar para surf y sí para la natación y para la población de motos acuáticas y embarcaciones movidas por pedaleo o remos que los fines de semana se alquilan en número  importante, surcando las aguas cercanas a la costa. Más lejos se ven las siluetas de grandes yates y algunas embarcaciones de pescadores.



Una presencia constante ha sido los vendedores ambulantes que transformados en pequeñas tiendas al paso, ofrecen bolsos y carteras de marcas conocidas (falsificados), y relojes (falsificados también) y atuendos variables (vestidos de playa, musculosas, hasta manteles) con sacrificio y esfuerzo, particularmente los días de mucho calor y sol intenso en  que caminar por la playa al medio día es un pequeño infierno. Los que trabajan en las ventas son en general migrantes africanos en situación  de ilegalidad que están en poder de redes mafiosas para la explotación de un negocio donde los vendedores solo reciben migajas, problema social que debería solucionarse.


La alternativa al baño de mar o la arena son las dos grandes piscinas, una casi sobre la playa, para todas las edades y con algunos juegos para niños, como dos  toboganes en tubo, y la otra, en medio del parque, más pequeña, actualmente cercada y sólo para personas mayores. También podría agregarse una tercera para infantes pequeños, de muy poca profundidad y con numerosos juegos. Luego se suman las dos piscinas cubiertas con aguas más tibias y numerosos piletones de hidromasajes con aguas termales diversas, para grandes y chicos.

 

 

 

 

 



Por último se dispone de un muy completo gimnasio abierto todo el día.

La ciudad

Elviria tiene un centro comercial importante, además del mencionado en el ingreso, al que se llega cruzando el puente sobre la autopista, con dos supermercados bien provistos, oficinas bancarias, de alquiler de autos, restaurantes y distintos negocios. Desde este punto se puede subir a la montaña donde varias urbanizaciones han desarrollado barrios enteros o bien descender a la autopista para continuar el camino de 10 km hacia laciudad de Marbella o  bien ingresar unas pocas cuadras al barrio de Chapas para asistir a la misa en su bella iglesita o caminar a lo largo del frente de sus casas blancas, con jardines y flores que dan al mar.



La gastronomía es también un punto fuerte del lugar, con tres restaurantes en la costa de buena calidad.  A dos de ellos lo frecuentamos cada
veraneo: la Perla Blanca y Le Papilion, ambos con salida al mar y playas propias. En estos locales es frecuente la presencia de conjuntos musicales o de bailadores de flamenco. Se suman numerosos chiringuitos o comederos de playa, donde los platos de pescado fresco suelen ser excelentes.

 

 

 

 

 

 


Por último el alojamiento en general, aparte del gran Hotel Don Carlos, se distribuye en buenos complejos habitacionales tipo clubs privados o
tiempos compartidos de cierto lujo, que incorporan a la zona una clase media o media alta. Sobretodo excluyendo julio y agosto donde, por el  asueto escolar, se produce una masiva y ruidosa concurrencia española.

En cuanto a los muy ricos residen en sus grandes mansiones (Banderas, p. ej. y tantos Jeques) y nunca concurren a las playas. El sol se toma en la planchada de sus lujosos yates o en las propias piscinas de sus bellos parques.

Y nos despedimos luego de una estadía renovadamente feliz. Siempre con la promesa de volver. Hasta que la biología nos impida repetir la experiencia en nuestro paraíso personal.