Desde portugal hasta Santiago de Compostela, sobre la costa atlántica.
por Dr. Roberto I. Tozzini
En el 98, planeamos con Martha nuestro viaje anual, esta vez para asistir a una Reunión Internacional de Mastología que se realizaba en Porto (Portugal), los últimos días de mayo.
Porto es una ciudad simpática, cruzada por el Duero, un río de barrancas muy profundas, que ha generado elegantes puentes que lo cruzan a mucha altura. Uno de esos puentes, el más bonito, fue diseñado por el ingeniero Eiffel y muestra en su armazón de acero, ciertos rasgos propios de la famosa torre parisina que la imaginación popular ha transformado en un ícono. Además, tiene magníficas bodegas que fabrican el conocidísimo Oporto, pudiendo dar fe de la importancia de las instalaciones con sus grandes cubas de roble, así como del vino bien estacionado, ya que visitamos varias bodegas y cenamos en una de ellas.
Como suele ocurrirme cuando participo en un Congreso, poco tiempo libre me queda para conocer el lugar y obedeciendo a esta regla, no es mucho lo que de Porto puedo recordar. Sí que tiene un importante centro de Convenciones, como a 50 km. del lugar, ya que nos pasábamos el día, arriba de confortables buses de ida y regreso a las interesantes sesiones científicas. Como lo mencioné al comienzo, el último día del Congreso terminó con la invitación a recorrer las principales bodegas de la zona y a cenar en una de ellas, degustando el famoso licor (oporto) que en buena medida se exportaba a Inglaterra. En el viaje a las bodegas, atravesamos por única vez el famoso puente de construido por Eiffel, aunque dentro del ómnibus, no pude fotografiarlo. Terminado el evento, alquilamos un auto para recorrer un poco este hermoso país, muy pobre cuando lo visité en el 60, pero que mostraba signos de rápido crecimiento a partir de su ingreso a la comunidad europea.
Primero viajamos hacia el sur, por una hermosa autopista, recientemente inaugurada, que recorre el país de sur a norte, paralela al mar, para conocer Coimbra y sobretodo Fátima que siempre asocié con los misterios revelados por la virgen, pero celosamente guardados por la jerarquía católica.
Coimbra es una elegante ciudad que lleva el sello de su tradición universitaria. Recuerdo su ornamentada Catedral enfrentada a una agradable plaza y fuente con surtidores, su congestionado centro comercial, sus calles que ascienden la colina sobre la que destaca el perfil airoso de la Universidad, pasando por el ingreso a un Correo y frente al ingreso a un parque al parecer muy visitado antes de alcanzar el edificio de la Universidad. Luego de algún refrigerio, tomamos las callecitas que desciende al viejo centro. Y más distante, se veían pinceladas en azul del manso mar.
La visita a Fátima me colmó de emotividad. La iglesia consagrada a la Virgen, está a la cabeza de una enorme explanada, que en aquella mañana por excepción se encontraba desierta. En tiempos de peregrinación, el ancho y extenso pavimento puede contener a cientos de miles de fieles. El santuario posee un moderno sistema de iluminación y potentes altoparlantes como para seguir la misa o lecturas sagradas desde cualquier extremo. A la izquierda, se encuentra una pequeña capilla donde el Rosario se reza en forma permanente, en el centro, sobre un pedestal, se levanta una estatua de Jesús y a la derecha, en una cabina vidriada, un segmento de casi tres metros de altura del famoso muro de Berlín. Esta presencia recuerda uno de los misterios de Fátima, que aparentemente predecía la caída del comunismo ruso para antes de fin del siglo. Al fondo, está la iglesia, con una elevada torre central, terminada con la corona de Reina de la que surge la cruz y a los lados, un cuerpo pequeño con un frente de cinco arcadas que se continúa con extensas galerías. Por detrás, un amplio y tranquilo parque con árboles de frondosa copa nos protege de los rigores del sol de Portugal. El interior del Santuario trasunta un cálido misticismo. La imagen de la Virgen, el relato de sus apariciones con las fotos de los pastorcitos, las declaraciones de la monja que ha sobrevivido como testigo de los hechos milagrosos, el recoleto ambiente de sencilla oración impulsan con fuerza a la meditación religiosa y existencial, el apego a la Fe que reemplaza a lo que no podemos entender. Transidos de fervor nos retiramos del lugar de adoración, agradeciendo por tantas cosas que nos ha regalado la vida, en primer lugar, nuestro irremplazable cariño en los ya casi 50 años (desde el verano de1954) de vida y aventuras en común
La autopista que transcurre entre suaves colinas con retazos de mar ahora hacia nuestra izquierda, nos devuelve a Oporto,donde pernoctamos en el hotel del Congreso por una noche más, y allí la mañana siguiente, empleé unas pocas horas en recorrer la zona vecina al Hotel (un Sheraton), pasando por un cementerio Iglesias vecinas con frente de mosaicos, el barrio Boa Vista su la plaza de la Rotunda, famosa por recordar sobre un elevado pedestal héroes locales de una guerra ya casi olvidada (Portugal e Inglaterra contra Francia y sus aliados). Más adelante, me encuentro con una elevada torre de Iglesia, conocida como la Torrede los Clérigos que se levanta en un bajo caserío, con su monasterio adjunto. Finalmente entro en un parque centrado por un edificio circular, muy llamativo que surge del verde como un plato volador y que se llama el Palacio de Cristal. Mas allá, me interno en la zona nueva de la ciudad, con su área de shopping, centros comerciales, supermarkets y departamentos de varios pisos. Desde aquí regreso y ya cerca del mediodía, nos preparamos con Martha, a partir con el matrimonio amigo de.Lucy y Antonio Lorusso, para seguir viaje hacia el norte, hasta la vecina Galicia donde ellos continuarán con el automóvil y nosotros tomaríamos un avión hasta Málaga para disfrutar en nuestro oasis de luz.
La ruta que cruza la frontera transcurre por lugares encantadores, colinas suaves, frecuentes setos de flores, poblaciones pequeñas, y el océano terso siempre allí, en cada recodo del camino, en cada tajo de la tierra en que el mar parece abrirse paso entre las serranías. Es que pasamos por la zona de las rías; altas, cuando las estribaciones montañosas llegan erguidas a la ribera y bajas, cuando las redondeces de la tierra caen levemente para consumar su abrazo salobre con las aguas del atlántico. Pasamos por Vigo, que en la distancia luce un extenso éjido urbano, pareciendo alegre y próspero y más tarde por Pontevedra, con un perfil señorial, de elegantes departamentos a la vera del camino. Rememoramos entonces cuantos gallegos durante nuestro siglo XX abandonaron esas bonitas costas y se embarcaron en Vigo hacia la aventura argentina en busca de un futuro mejor. Muchos lo lograron, por cierto, pero la rueda de la fortuna no cesa de girar y hoy, por tantos motivos que no deseo mencionar en el correr de estos recuerdos, el camino se invirtió y legiones de argentinos intentan regresar a su terruño con el sueño del bienestar y la felicidad en su tierra ancestral.
Santiago de Compostela es nuestra meta y si bien no recorrimos el tradicional camino de Santiago, nuestra entrada a la capital Gallega se nos antoja triunfal. Estacionamos frente a la plaza central donde la catedral increíble levanta sus torres de filigrana. Una febril actividad de policías, periodistas, gentes del lugar y turistas, se detecta en el ambiente. Entro al hostal de los Reyes Católicos situado sobre la misma plaza de la Catedral, y el origen de la inquietud queda claro. En el hotel se hospedan los reyes de España, que han concurrido para asistir esa misma tarde a una celebración local de gran significado para la ciudad. Ellos y su séquito ocupaban buena parte de las habitaciones disponibles y por ello, reiteradamente habían rechazado desde meses atrás mi solicitud de reserva, pero ahora los reyes partían y nos informan que en un par de horas tendríamos lugar, si lo deseábamos. Confirmamos esta reserva y a la espera de la habitación, acampamos en el hall del hotel, degustando algunos platillos regionales, cuando la pareja real ingresa al salón y con una fina cortesía, saluda y estrecha todas las manos presentes. Inesperada emoción por el encuentro inimaginado y simpatía con estos gobernantes ajenos que se nos antojan excelentes. Ellos trasuntan distinción y sencillez, elegancia sin afectación, calidez humana sin soberbia, transparencia. En fin, es una sensación solamente, pero diferente a las experiencias locales; nosotros, bueno, nosotros en ese momento, lo teníamos a Menem.
Luego de ubicarnos en la primera habitación que desocupan, nos recuerdan que el Hostal, fue un viejo hospital de peregrinos precisamente fundado por Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, para atender los que llegaban enfermos del famoso camino a Santiago.
Lo primero, al salir fue admirar la imponente plaza del Obradoiro o de España, marco magnífico de la propia catedral que ocupa uno de sus cuatro lados. A su frente, constituyendo otro de los límites de este espacio, se levanta el viejo palacio de Raxoy, ocupado hoy por el Ayuntamiento y la Presidencia de la Junta de Galicia, edificado en el 1700, en un equilibrado estilo clásico. Su portal de ingreso está realzado por 8 columnas jónicas que sostienen un frontón triangular y coronado por esculturas de guerreros de la Fe. De tres plantas altas, presenta en su base una extensa recova o galería con arcadas que se extienden en un frente de más de 100 metros. En el lado sur de la plaza, se encuentra el colegio de San Jerónimo, y en el opuesto, el ya mencionado hostal de los Reyes Católicos, que muestra en su bellísima fachada, un portal plateresco, cubierto de esculturas y bajorrelieves en sus cuatro arcadas sucesivas que forman el ingreso. Por encima del portal, se ven las tallas de Jesús y sus apóstoles. Por fin, hacia el naciente, la joya de la plaza y de Galicia; me refiero desde luego a la gran catedral de Santiago.
Esta basílica es una construcción excepcional, no sólo por sus grandes dimensiones, ya que la superficie que cubren sus naves en cruz latina y adyacencias superan los 8.000 metros cuadrados, sino por su insuperable calidad artística. Las catedrales de San Isaac y la de Sevilla por ejemplo, son más extensas, o sus torres más altas, (estas no pasan los 70metros), mientras que las de San Petersburgo supera los 100 metros y las de Colonia, Estrasburgo y otras son más elevadas aún. Sin embargo, ninguna supera el trabajo increíble que embellece su frente y el llamado “pórtico de la gloria”.
La catedral actual se levantó sobre una iglesia y monasterio previo del siglo IX, destruído por los árabes y su construcción abarcó desde el siglo XI al XIII, pero recién en el 1750, Fernando Casas y Novoa, produjo esta extraordinaria y personalísima obra barroca que es la fachada del Obradoiro Se construye sobre la arcada de ingreso, que está dividida en dos puertas por una cruz bizantina y enmarcada por dos columnas, que hacia arriba se continúan por otras más pequeñas. El obradoiro tiene un cuerpo central y dos laterales que terminan a menor altura, configurando una estructura triangular como si fuera una fecha que se dispara al cielo. Su ornamentación es riquísima, produciendo una gigantesca escenografía de exaltación religiosa. En ambos costados y en un plano posterior, se elevan las dos magníficas torres gemelas con sus múltiples campanarios y esmerada decoración también barroca, que transmiten al observador una particular sensación de ritmo ascendente, con sus tres puntas aguzadas que parecen converger en lo alto.
Detrás de la fachada, nos encontramos con otra obra maestra que es un bellísimo portal, profusamente decorado con estatuas de Jesucristo, los apóstoles, profetas y los 24 ancianos del Apocalipsis, con una perfección y equilibrio asombroso. Conocido como Portal de la Gloria, fue realizado por Mateo en el siglo XII, con influencias románicas y góticas tempranas. En total, unas 200 figuras componen este armonioso conjunto que conmueve por la fuerza de su expresión y la minuciosidad de sus detalles.
El interior espacioso se destaca por su sobriedad, con el altar mayor mostrando la estatua de Santiago en un camarín que puede ser visitado por los fieles y por debajo de la figura del apóstol, se halla la cripta que contiene sus presuntos restos.
En ciertas festividades, de la bóveda del crucero, se cuelga un enorme incensario plateado, el botafumeiro, que balancean tirando de una cuerda varios hombres, para esparcir los vapores perfumados por toda la catedral. Según la tradición, el botafumeiro nació por la necesidad de contrarrestar los malos olores de los peregrinos, venidos de toda Europa por el largo camino de Santiago, que llegaban casi sin aseo, a rezar al gran patrono de España. Al sahumador lo vimos guardado en la biblioteca ya que no era fecha para su exhibición. Además de sus dos torres frontales, la basílica cuenta con una tercera, posterior y más elevada, denominada, la Torre del Reloj, una vista lateral abarca las distintas torres.
La Catedral, tiene salidas laterales a distintas plazas; a la derecha nos encontramos la Puerta de las Platerías, con su plaza constituido por dos amplios arcos de estilo románico coronado por delicados bajorrelieves. Un colegio se muestra en la vecindad (fot47) En el extremo izquierdo del crucero, por la puerta de la parroquia se accede a la plaza de la inmaculada, cerca de la cual se encuentra el monasterio de San Martín Binario, en cuyo altar mayor, resalta un extraordinario retablo, proyectado también por Casas y Novoa y que constituye una de las creaciones más geniales del barroco gallego. También es cercana, la Plaza Quintana y la casa de la Parra ocupada en buena parte por el Hospital de Santiago. No podemos abandonar el lugar, sin otro recuerdo de la plaza del Obradoiro y otra vista lateral de la extraordinaria catedral.
En las pocas cuadras que constituyen el casco viejo, los distintos edificios deslumbran por la riqueza y lo vistoso de sus adornos. Detrás del hostal de los Reyes, se encuentra la universidad con su facultad de medicina y más al fondo de la misma cuadra, la iglesia de San Francisco con la imponente estatua de su Santo en el altar mayor; muy cerca la concurrida plaza de la Quintana. Santiago es un regalo para la vista con realizaciones asombrosas de la arquitectura gallega que en este reducido espacio ha alcanzado su máximo esplendor. Aún con sus techos bajos de tejas rojizas.
Pero si bien el arte es alimento y solaz para el espíritu, el buen recuerdo de esta bellísima ciudad, no se mide solamente por lo estético y su profundo misticismo; dicho sin vueltas, en Santiago se come muy bien. La elaboración artesanal de sus frutos de mar y otros platos típicos, resulta materialmente exquisita y con dosis adecuada del suave vino del lugar, produce una combinación inolvidable.
Sin duda, Santiago es un sitio que ningún viajero puede omitir y aquí doy las razones para justificar mi aserto. A nosotros nos encantó y sólo cabe una advertencia: buscar la época más seca del estío pues Santiago tiene mal tiempo y los inviernos fríos y brumosos no invitan al paseo.