El Dr. Roberto I. Tozzini continúa su viaje por el Valle del Loira en Francia.
Además de castillos, monasterios y chateaus esta franja preñada de ríos y bosques que atraviesa el centro de Francia de este a oeste, ha dado origen a importantes poblaciones, con historia, arte, industrias y gastronomía propias, lo que hoy las vuelve particularmente adecuadas, para una estadía de varios días, disfrutando de los atractivos locales, mientras se recorre esta magnífica zona. De los numerosos pueblos que florecieron en el área sobre el río, creo que tres son los más representativos: Orleans en el oriente, Tours en el centro y Nantes al occidente, ya al final del camino.A Orleans, sólo la atravesé con el auto, lamentando al verla que la recomendable estadía, no fue incluida en mi programa de viaje de 1997. En Tours, estuve dos veces y fue para mí, la perla más bonita de ese magnífico rosario. Finalmente, Nantes fue mi primera estación en el viaje del verano 2016 y me encontré con una ciudad importante, dinámica, pulcra y para esa fecha (agosto), ¡masivamente de vacaciones!
Tours
Como lo mencioné en la presentación de castillos del Loire, a esta ciudad llegamos en 1997 convocados por un Congreso Europeo de Esterilidad. La sede del Congreso, vecina a la estación de trenes, se levantaba con rasgos modernos (todo vidrio y acero) muy cerca del centro, adyacente a la estación ferroviaria y hacía relativamente poco que fuera inaugurada con el nombre de Centro Internacional de Convenciones Vinci.
Tours es una localidad de muy largo pasado que se remonta a los tiempos romanos del siglo III y ya en el año 375 se constituye en sede de gobierno para una importante provincia que incluía Touraine, Maine, Anjou, entre otros. Por ese entonces, surge la figura más recordada y venerada del lugar, un santo de la espada, soldado y obispo Martín, posteriormente santificado por sus obras; San Martín de Tours. Al morir en el 397 y ser enterrado en otra población, los monjes que lo veneraban, roban su cadáver y lo trasladan en bote hasta Tours donde quedará definitivamente. Sobre su tumba se erige una capilla, luego una iglesia y el sitio se transforma en lugar de peregrinación. En nuestro país, aún en la actualidad, es recordado y venerado el nombre de San Martín de Tours.
De ese lejano pasado a nuestros tiempos, la ciudad ha pasado por momentos de gloria y de destrucción, incendios y muertes. Tales como la invasión vikinga, la guerra de Capetos y Plantagenet con el ejército de Juana de Arco en sus murallas, la invasión de los hugonotes y los intensos bombardeos de la segunda guerra mundial que arrasaron a la ciudad y destruyeron sus puentes sobre el río. Muerte y resurrección ha sido el sello de esta agradable población que ahora visitamos. En verdad nuestro primer contacto no fue óptimo ya que el lugar estaba colmado con los 3000 llegados a inscribirse o a retirar sus papeles y reservas hoteleras (entre los que nosotros estábamos) y nada apacible o agradable surgió de esos primeros momentos. Incluso el hotel, moderno y confortable, y con buen servicio estaba sobre una autopista y ello me llevó a la búsqueda de otra alternativa, afuera de Tours, en un Chateau a unos 30 km que al final fue algo muy recomendable de mi viaje.
El Chateau D´Artigny es un armonioso palacio campestre rodeado por bosques, parques y espejos de agua. La gastronomía es uno de sus puntos fuertes y de toda la región concurren para la cena. Creo que es un “must” para los viajeros exigentes. Llegar al Congreso me insumía casi una hora, además del problema de estacionar el auto así que tuvimos que dosificar el tiempo entre las reuniones científicas, el conocimiento de la ciudad y la visita a los castillos. ¡Un esfuerzo que valió la pena! Lo poco que pudimos ver en el ´97 se complementó parcialmente en la estadía del 2016.

Tours es una ciudad importante situada en una encrucijada de rutas este –oeste y norte-sur del centro de Francia, por lo que el movimiento automotor y de trenes es importante. Justamente el centro de convenciones se levantaba a la vera de la estación de trenes y cercano al Hotel du Ville, hermoso edificio con rasgos góticos que es sede de la Municipalidad y cuya rotonda permite continuar el camino o ingresar al casco antiguo de la ciudad.


La catedral de San Gotien es de visita casi obligada. Con siete siglos a cuesta y un imponente tamaño muestra un estilo gótico muy particular que ha dado en llamarse “Flanboyand”, quizás por lo exuberante. En su interior solemne, de techos bien altos, lucen los vistosos colores de sus vitreaux. Frente al coloso católico está el palacio del Arzobispado que se ha transformado con el tiempo, en el Museo de Bellas Artes, albergando importantes colecciones de cuadros y objetos artísticos.



La catedral no debe confundirse con las ruinas del monasterio de San Martín, al que después de incendios y demoliciones, han sobrevivido sobre la plaza Chateaunev, la torre Carlomagno y en el lado opuesto de la manzana, la torre del Reloj. Sobre la tumba del santo, luego de las sucesivas destrucciones incendios y actos vandálicos, se construyó la actual Basílica Nueva, inaugurada a comienzos del siglo XX que contiene la capilla de St. Martin en su Cripta.
El mayor tiempo de nuestra segunda estadía, nos permitió valorar más plácidamente la agradable plaza Plumereau, restaurada en 1970, con alegre juventud que ocupa los barcitos de la zona y rodeada por venerables casonas con frentes de piedra blanca o coloreada que resaltan por las tallas y esculturas que provienen del siglo XV. Hay muchas calles peatonales con bares entoldados en las veredas, vidrieras de Boutiques y atrayentes negocios, como la rue Brinconnet o el cuartier du Petit St Matin, donde se repite el buen gusto, los bares y casas señoriales.
Mi último recuerdo de Tours, fue su moderna estación de trenes de donde partimos a París en un viaje rápido de poco más de una hora.
Nantes
A Nantes fuimos en el verano del 2016 en vuelo directo de Iberia, con escala en Madrid. Llegamos al anochecer. Era comienzo de agosto y un aire tibio y húmedo nos arrancó del invierno argentino. Mientras el taxi volaba hacia el hotel, nos sorprendió para una ciudad que ya se mostraba importante la escasa gente que circulaba por las calles, el poco tránsito y los bares y restaurants cerrados en su mayoría. Poco después y ya instalados, durante la cena en el hotel nos explicaron la causa: ¡en agosto todos (la mayoría) toma vacaciones y sus comercios permanecen cerrados! Desde luego no es buena época para conocer Nantes. Sin contar que se agregaron las tormentas del verano que nos retuvo en el hotel más de lo deseado.





La ciudad tiene un perfil bastante parisino con calles y avenidas amplias y bloques de edificios iguales de cuatro o cinco plantas coronados con sus techos empinados de pizarra gris, sus múltiples chimeneas de ladrillo y una o dos hileras de bohardillas cuyas ventanitas parecen abrirse al cielo. Portales de ingreso bonitamente trabajados y muy amplios, rodeados de vidrieras en arcadas. Cestos con plantas y columnas de luces en las veredas, todo muy ordenado y tranquilo. A una docena de cuadras del hotel- que anteriormente había sido el Correo Central de Nantes- dimos con un barrio o quartier muy interesante: el Greslin. Alli se muestra una sucesión de casonas importantes con frentes de piedra trabajados y elegantes balcones de hierro forjado, muy art nouveau del siglo XIX. Antiguo barrio judío, es ahora un punto de atracción turística con un importante teatro de líneas greco-romanas sobre la plaza central, donde hay fuentes, trencitos para niños y un bello parque que se cierra en la noche. Sobre esta plaza, nos encontramos con la joya gastronómica del lugar, la brasserie La Cigale con una atractiva decoración y una exquisita comida.





La ciudad, además del río que aquí comienza su amplio delta para morir en el océano, tiene su monte y, coronándolo, como es norma, un castillo, que es el Palais Dobree, un gran Chateau del siglo XV, neo gótico y restaurado en los años recientes, que alberga una importante colección de pinturas, tapices y manuscritos. El mal tiempo y las recorridas planeadas de los castillos y monasterios, no nos dejó más tiempo. Nos fuimos de Nantes, recomendándolo, pero definitivamente, no para agosto.
