El nuevo teléfono de Apple es un verdadero centro personal con la historia clínica de cada usuario
En 2019 Tim Cook, entonces CEO de Apple, dio una entrevista en la que dijo: “Si uno pudiera viajar al futuro y preguntar cuál fue la mayor contribución de Apple a la humanidad, tendría que ver con la salud”. En aquel tiempo sonaba como una bravuconada típica de un CEO. Pero casi una década más tarde, con el reciente anuncio del iPhone XX (se pronuncia iPhone 20) es posible que su predicción esté por volverse realidad.


El último iPhone no es tanto un teléfono como un centro personal de datos médicos. Algunos de sus recursos son actualizaciones de funciones ya existentes, como el seguimiento del sueño, la menstruación y el movimiento y el acceso sin trabas a historias clínicas y otros documentos personales. Físicamente el dispositivo mismo se ve bastante igual, poco ha cambiado de estos rectángulos negros delgados en los últimos 15 años. En cambio, son la infinidad de accesorios dados que se acaban de dar a conocer los que definen el iPhone XX.


Durante muchos años la compañía centró el seguimiento de la salud en el Apple Watch. Incluso el modelo original lanzado en 2015 podía medir el movimiento y el ritmo cardíaco. Desde entonces se le han agregado sensores para medir la actividad del corazón, la presión arterial, la temperatura corporal y los niveles de oxígeno, azúcar y alcohol en sangre. Además una serie de retoques del software le han dado la capacidad de detectar fiebre, caídas, arritmias y señales tempranas de demencia.

Pero no todos quieren (o pueden costear) un reloj sofisticado con todos estos recursos. Mientras tanto el mercado de dispositivos de consumo masivo para la salud ha crecido explosivamente. Con su nueva gama de accesorios, Apple ha expandido y hecho más fáciles de portar los recursos indicadores de salud. A diferencia de los pesados dispositivos que se consiguen en farmacias, los de Apple son elegantes, requieren mínima preparación, se integran sin fisuras con los equipos de mano de Apple y apuntan a personas con preocupaciones específicas. Por ejemplo, un dispositivo para diabéticos, que cuesta US$49, ofrece el monitoreo del azúcar en sangre, mientras que un dispositivo para los que tienen problemas respiratorios, que cuesta US$69, incluye un oxímetro y un espirómetro.


Otros sensores se concentran en el monitoreo del sueño, la hipertensión, la enfermedad celíaca y la fertilidad. Varios aún no tienen aprobación regulatoria. Tan solo en los últimos tres años Apple ha adquirido docenas de firmas que hacen herramientas de diagnóstico hogareñas, no todas las cuales pueden incorporarse a un reloj o un celular. Por lo que tiene sentido empezar a vender algunos dispositivos y servicios de salud por separado.

Junto a estos dispositivos Apple dio a conocer una variedad de servicios de suscripción. El paquete de diabetes, por ejemplo, incluye una app práctica que adivina el índice glucémico y el contenido nutricional y de calorías de cualquier alimento al que uno apunte la cámara del iPhone. Luego de dos semanas de acumular información sobre su dieta, la app comienza sutilmente a sugerir sustituciones y cambios en su patrón de comidas.


Impacto favorable

Todo esto podría ser un gran beneficio para la salud pública. Cuanta más gente ande con dispositivos que monitorean constantemente sus signos vitales, tanto más probable será que se puedan descubrir afecciones en forma temprana y contener enfermedades infecciosas apenas aparecen.


Pero también hay inmensas preocupaciones. La primera es por la privacidad. Apple sostiene que el iPhone es un repositorio seguro de datos personales de todo tipo y destaca su modelo de guardar y procesar la información localmente, en el dispositivo del usuario, en vez de en la nube. También permite a los usuarios compartir sus datos con especialistas médicos y participar en pruebas aprobadas por su comité de ética de datos semiautónomo. Pero activistas defensores de la privacidad dicen que las reglas de Apple son opacas y confunden. La segunda preocupación es la equidad. La mayoría de las personas no pueden comprar un iPhone. Por lo tanto los dispositivos de Apple beneficiarán mayormente a los que tienen acceso a buenos diagnósticos y doctores.

Pero también hay motivos para el optimismo. Cuando Apple lanzó el iPhone, en 2007, parecía muy difícil que poco más de una década más tarde la mitad de la población del mundo poseería un celular inteligente. Si las últimas dos décadas sirven de guía en alguna medida, otras compañías (como Samsung y Google) copiarán las ideas de Apple, generando gran competencia, innovación y adopción masiva de dispositivos de monitoreo de salud y diagnóstico, como sucedió antes con los teléfonos. Eso, aún más que lo que Apple haga con sus propios dispositivos, puede ser la verdadera contribución que haga a la humanidad.


Por The Economist