Extracto del libro publicado por Bolsilibros Arca. Montevideo, Uruguay, 1880
En 1832 el naturalista inglés Charles Darwin, quien habría de revolucionar las teorías biológicas, estuvo en el Plata. Descubrió raras especies animales y vegetales y observó científicamente a los hombres.
.."Durante los últimos seis meses, he tenido la oportunidad de observar algunas facetas del modo de ser de los habitantes de estas provincias. Los gauchos, o sea la gente de campo, superan en mucho a quienes viven en las ciudades. El gaucho es invariablemente de lo más cortés, servicial y hospitalario; no encontré siquiera un caso de mala educación o falta de hospitalidad. Demuestra modestia, tanto en lo relativo a sí mismo como a su país, pera es al mismo tiempo un hombre fogoso y osado. Por otra parte, sin embargo, se cometen muchos robos y hay frecuentes derramamientos de sangre: la costumbre de llevar cuchillo en forma permanente es la principal causa de esto último. Es lamentable enterarse de la gran cantidad de vidas que se pierden por motivo de fútiles reyertas. En la lucha, los contrincantes tratan de dejarle una marca en el rostro a su adversario, dándole un tajo en la nariz o en los ojos, de lo que dan fe las frecuentes cicatrices, profundas y de horrible aspecto. Los robos son la consecuencia natural de lo difundido del juego, los excesos en la bebida, y la extrema indolencia. Estando en Mercedes le pregunté a dos hombres por qué no trabajaban: uno de ellos me dijo muy seriamente que los días eran demasiado largos, y el otro me respondió que porque era demasiado pobre. La enorme cantidad de caballos y la abundancia de alimentos son la ruina de toda laboriosidad. Además, existen demasiados días festivos, y por otra parte se cree que no tendrá éxito lo que no comience con la luna en cuarto creciente, de modo que por estas dos razones se pierde siempre la mitad del mes.
La policía y la justicia son muy incompetentes. Si un pobre comete un homicidio y lo apresan, lo envían a prisión y tal vez lo fusilen, pero si se trata de un hombre rico, con buenas amistades, puede confiar que no serán muy rigurosas las consecuencias. Una cosa que despierta la curiosidad es ver que los habitantes más respetables del país ayudan invariablemente a un asesino a escapar; parecería que piensan que el hombre ha pecado contra el gobierno, no contra el pueblo en general. La única protección con que cuenta el viajero son sus armas de fuego, y el llevarlas constantemente consigo es el principal obstáculo contra el aumento en la cantidad de robos.
La forma de proceder de las clases altas, más instruidas, que residen en las ciudades, participan, aunque tal vez en menor grado, de las buenas cualidades de los gauchos, pero me temo que esté marca-da por ciertos vicios que estos últimos no poseen. La sensualidad, la forma en que se burlan de todas las religiones, y la corruptela más abierta son moneda corriente. Se puede sobornar a casi todos los funcionarios públicos. El Director de las oficinas de correo vendía franquicias postales falsificadas. El Gobernador y el Primer Ministro se aliaron abiertamente para despojar al estado. Cuando el oro entraba en juego, nadie esperaba que se hiciera justicia. Conocí un ciudadano inglés que se presentó ante el Ministro de Justicia (mi amigo contaba que, al no conocer todavía las costumbres locales, temblaba al entrar en el recinto), y le dijo: “Señor, he venido a ofrecerle doscientos pesos a condición de que Ud. haga arrestar dentro de un determinado lapso a un hombre que me ha estafado. Ya sé que esto va contra la ley, pero mi abogado (y lo nombró) me recomendó que echara mano a este recurso”. El Ministro sonrió condescendientemente, le agradeció, y antes de que llegara la noche el estafador estaba ya en la cárcel. ¡Y pensar que faltando está completa falta de principios en muchos de los dirigentes, y con el país rebosante de militares revoltosos y mal pagos, el pueblo espera sin embargo que pueda tener buen éxito una forma democrática de gobierno!
Cuando comenzamos a conocer la vida social de estos países, hay dos o tres cosas que nos impresionan por ser en extremo dignas de observación: la cortesía y la dignidad en los modales, que hallamos en todas las capas de la sociedad, el excelente gusto que demuestran las damas en el vestir, y la igualdad entre las clases sociales. En el río Colorado algunos de los más modestos comerciantes iban a cenar con el General Rosas. El hijo de un mayor del ejército de Bahía Blanca, se ganaba la vida fabricando cigarros de papel, y quiso acompañarme, como guía o como sirviente, en mi viaje a Buenos Aires, pero su padre se opuso, aunque lo hizo solamente por el peligro que para su hijo esto representaba. Muchos oficiales del ejército no saben leer ni escribir, y sin embargo todos se consideran iguales desde el punto de vista de la sociedad. En Entre Ríos, la Sala contaba solamente con seis representantes, uno de ellos era propietario de un tenducho, pero era evidente que su oficio no le significaba menoscabo alguno. Todo esto es cosa de esperar en una nación nueva, pero sin embargo la ausencia de verdaderos gentlemen es cosa que parece muy extraña para un inglés.
Cuando se hable de estos países, la forma en que han sido educados, por decirlo así, por España, su desnaturalizada madre, deberá tenerse en cuenta. En términos generales, tal vez, se deberá dar más crédito por lo que se ha hecho, que culpar por las deficiencias que pueda haber, Es imposible abrigar dudas de que el liberalismo extremo de estos países tendrá que alcanzar finalmente buenos resultados, la muy extendida tolerancia de los medios de instrucción, la libertad de la prensa, las facilidades que se otorgan a todos los extranjeros y en especial, como debo yo agregar, a todos los que manifiestan aunque sea las más humildes pretensiones científicas, deberán ser reconocidas con gratitud por quienes hayan visitado la América del Sur hispana...”