por Acad. Jorge Daniel Lemus2 extracto de Boletín de Academia Nacional de Medicina
El genial compositor puede, desde el punto de vista de la medicina, ser estudiado desde su única problemática conocida, su salud mental, bien sea que las evidencias son difíciles de analizar, y mucho de lo que se ha escrito forma parte de anécdotas de los que lo conocieron, muchas de las cuales ni siquiera son coincidentes.

Y ya que nos ocuparemos de su salud mental, hagamos una pequeña introducción sobre las relaciones que se han estudiado creatividad y enfermedad mental. De estos estudios parece concluirse que: 1) Es mayor la frecuencia de enfermedades mentales en músicos que en la población general, pero menor que en otros campos artísticos; y 2) La enfermedad mental grave no va ligada a la creatividad sino que lainterfiere. Dicho lo cual, no es lícito deducir por simple asociación la relación entre genialidad y locura, aunque la existencia de ésta preceda a la creatividad (Delgado Calvete, 2006). Dicha relación parece esencialmente establecida con el trastorno bipolar, en sus formas más ligeras, sobre la base de diferentes interpretaciones, destacándose que la mayor sensibilidad del individuo a los estímulos ambientales podría dar respuesta a una superior actividad creativa. Se advierte una polarización de los estudios en los escritores, siendo escasos respecto a los artistas plásticos y casi nulos en cuanto a los compositores. En este importante artículo de revisión aparecen referidas tres amplias revisiones de biografías de artistas que apoyan una cierta asociación entre creatividad y enfermedad mental (Juda, 1949 / Ludwig, 1992 y Post, 1994).

El escritor Sthendal definió la enfermedad como “inventora de sensaciones” y Pio Baroja, escritor y médico, escribió que “sufrir es pensar”. Sin embargo, todo es relativo, porque en los períodos de postración psíquica la inspiración de los artistas también suele ahogarse en territorios de sequía. Pero aquí nos interesan, para el caso Tchaikovsky, aquellos compositores cuyas vidas estuvieron llenas de conflictos interiores, que a veces rayaron en la locura o se adentraron en su oscuro reino, que de algún modo salieron de la norma y reflejaron sus cuitas o su amargura en el pentagrama. Y aunque reza el dicho “de poetas y de locos todos tenemos un poco”, admitiendo incluso como normal cierta dosis de extravagancia, en la historia de la música hay casos dramáticos de compositores que rebasaron la admisible y benefactora “locura”; algunos intentaron el suicidio y fueron recluidos.

A nuestro presente músico se le reprocha a menudo ser un postromántico demasiado sentimental que se desahoga a gusto con su música. Porque se presentó abiertamente como un falatista: el schumaniano “fatum” (Fatum es, en la mitología romana, la personificación del destino, equivalente a la «Ananké» o Moira de la mitología griega. Etimológicamente, la palabra latina fatum, significa destino, deriva en la palabra en español «hado». También tenía el significado de fatalidad.) constituye el gran tema de todas su obras, hasta el punto de que su música acaba por convertirse en una narración de la propia lucha con el destino y, pese a todo, extraordinaria en sus mejores momentos.

En sus cambios de parecer, en su volubilidad, parece que alguien ha visto un trastorno bipolar (denominación actual de la otrora conocida como psicosis maníaco-depresiva, ya mencionada al hablar de Schumann). Lo cierto es que Tchaikovsky fue un hombre atormentado y solitario, privado por el destino del disfrute de la mujer, aunque estuviese atraído en un sentido fáustico por lo femenino. Su vida tuvo mucho de patética, como su última y extraordinaria sinfonía, y su figura pervive como sinónimo de “sonora emoción”.

Datos biográficos esenciales

Piotr Illich Tchaikovsky nació el 7 de mayo de 1840 en Votkinsk, ciudad de la provincia de Viatk. Por la profesión de su padre, vino al mundo en los confines de Europa, en ese imperio ruso que marcaba la separación entre Oriente y Occidente.

Pese a las grandes convulsiones políticas y sociales que se produjeron a lo largo de la vida, Tchaikovsky nunca manifestó un interés especial por la política. Además, nunca estuvo vinculado a ningún movimiento político, social o religioso. Su padre, Ilya Petrovich, formaba parte de la aristocracia. Tras la muerte de su primera esposa y con la que tuvo una hija llamada Zenaida, se casó con Alexandra d’Assier, con la que tuvo cinco hijos. Ésta era una aristócrata francesa que emigró a causa de la Revolución Francesa. Este doble origen marcó la vida y obra de Tchaikovsky trascendentalmente.

Los primeros años de Piotr Tchaikovsky transcurrieron en la casa de Votkinsk, al oeste de los Urales. En aquel lugar, y en un ambiente aristocrático y de riqueza, Piotr inició su vida.

A partir de los cuatro años contó con los cuidados de Fanny Dürbach, institutriz suiza, contratada por su madre, y que fue la persona que más influencia tuvo en su educación, sobre todo en su vertiente francesa. Además, apoyó sus naturales inclinaciones hacia la música, la poesía y el arte en general. Su propia institutriz dijo de Piotr Ilych Tchaikovsky: «Su delicadeza era infinita. Sufría por todo. Era muy sensible. No nos atrevíamos a hacerle el menor reproche por miedo a provocarle trágicas crisis de desesperación. Había que tratarle con suma precaución. Era un niño de cristal”. Pero a diferencia de Mozart no fue un niño prodigio, recién a los siete años, Tchaikovsky comenzó sus clases de piano.

Tchaikovsky ingresa en la escuela primaria y comienza sus clases de piano con Philippov, con el que pronto hizo grandes progresos. Pero este viaje provocó en el muchacho una cierta crisis nerviosa. Además, Fanny, la institutriz, no siguió a la familia en su emigración, y la echaba de menos. Durante meses le escribió cartas desesperadas. También su madre le escribió a la institutriz: “Piotr no es el mismo.

Se ha vuelto caprichoso y perezoso y no se interesa por nada...”. No obstante, el día de Navidad de 1848 recibió un regalo que decidió su carrera: asiste por primera vez a un espectáculo de ballet.

A finales del verano de 1850, Piotr dejó el hogar familiar y, acompañado de su madre, volvió a San Petersburgo, para iniciar sus estudios de Derecho. Se alojó en casa de su tutor, Modest Vakar.

Esta primera separación de su familia, sobre todo de su madre, le causó un trauma imborrable. Cuando vio alejarse la diligencia que conducía a su madre, escapó de los que trataban de sujetarle y corrió tras el carruaje, agarrándose a él hasta que, perdido el equilibrio, rodó ensangrentado por el suelo.

Pero pronto otro hecho tuvo también efectos traumáticos para Piotr que, a los pocos meses de su estancia en San Petersburgo, enfermó de escarlatina y contagió al hijo de Vakar, de cinco años, su compañero de habitación y amigo, que muere a los pocos días de su contagio.

Tchaikovsky se considera responsable de la muerte del pequeño y sufre una gran depresión. Pero Modest Vakar reaccionó con gran tacto y cariño, por lo que logró que Piotr superara esos duros momentos. Su tutor le proporcionó, además, otra revelación: le llevó a la representación del “Don Juan”. El mismo Piotr confesó más adelante: “Hasta entonces yo no conocía más que óperas italianas. Debo a “Don Juan” el haberme consagrado a la música.

Esta música me sumergió en un éxtasis cuyas consecuencias fueron decisivas...” Tchaikovsky decía:<>.

Sosegado y tranquilo, la vida se le tornó placentera. Continuó con sus estudios de derecho, siguió escuchando a Mozart, y cuando su familia, meses después volvió a instalarse en San Petersburgo, Tchaikovsky resplandeció de alegría.

La primavera de 1854 dejó en Piotr Illich secuelas que perduraron toda su vida.

En abril se declaró una epidemia de cólera en San Petersburgo y su madre cayó enferma. Las terribles imágenes de la mujer agonizante, cuando era introducida en una bañera de agua casi hirviendo, único remedio conocido en aquella época para intentar superar esa enfermedad, no abandonaron nunca al compositor.

Piotr sublimó el ideal de su amor materno hasta extremos enfermizos. Su complejo de Edipo se mitigará con el tiempo, pero nunca se vio libre de él; y esa idealización de la madre le impidió un acercamiento normal a las mujeres.

Su carácter tuvo muchos de los rasgos de un hombre neurótico: sublimación de la libido; relaciones sexuales en las que la mujer representaba la madre o a la hermana, con la consiguiente angustia e inhibición que conlleva el incesto infantil, sentimiento de impotencia...

Por aquella época ya había compuesto su primera obra: un vals. Un buen día, Küdinger recibió la visita de Ilya Petrovich, deseoso de conocer su opinión sobre las cualidades musicales y el porvenir de su hijo Piotr. La respuesta del maestro fue rotunda: “¡Ningún porvenir!”.

Además, como la situación económica del padre pasaba por momentos difíciles, Tchaikovsky se resignó a abandonar las clases de música. Sin embargo, a sus dieciséis años, pensaba en su primera ópera: “Hipérbole”. Escribió algunas melodías mientras preparaba los exámenes de la Escuela.

En 1859, consiguió la Licenciatura, y obtuvo el título de Redactor de Ministerio siendo destinado al de Justicia. Pocos meses después, su hermana Alexandra se casó con Lev Davidov y se instaló, con su marido, en Kamenka. Allí pasó Tchaikovsky muchas temporadas, donde compuso sus mejores obras.

Con su entrada en el Ministerio de Justicia, Tchaikovsky adquirió cierta independencia económica, lo que también le permitió una cierta libertad. Frecuentó los ambientes frívolos de San Petersburgo, y los teatros, los bailes y los salones.

Asistió también a la ópera y a las sesiones de ballet, que le fascinaban. La imagen de Tchaikovsky era la de un joven apuesto y de vida fácil. Con aire romántico, bien vestido y con una natural elegancia; todo ello le permitía un fácil acceso a los salones y teatros, donde, no obstante, conservaba una gran timidez hacia las mujeres.

Durante tres meses, en 1861, viajó por Francia, Inglaterra y Alemania y tuvo tiempo de reflexionar acerca de su vida, su futuro y su propia identidad. Ni el éxito de su carrera administrativa ni las frivolidades de la mundana, disminuyeron la fuerza de una vocación irresistible. Por su hermano Modest, conocemos la lucha patética que hubo de sostener a lo largo de dos años, dividido entre sus funciones oficiales y el deseo de consagrar su vida a la música.

A su regreso a Rusia, comenzó a tomar lecciones de bajo continuo. Poco tiempo más tarde, cuando se fundó el Conservatorio de San Petersburgo, Tchaikovsky se matriculó en composición, flauta y piano. La decisión estaba tomada: sería músico. Los tres años que había pasado en la administración no habían borradosus inclinaciones más profundas.

Por economía y espíritu de familia, vivía en casa de su padre con sus dos hermanos gemelos. Para ganarse la vida se vio obligado a dar clases de piano y solfeo. Los días de diversión con la alta sociedad quedaron atrás. Pero sus encuentros con la música fueron más numerosos: “La Tetralogía” fue su primer encuentro con Wagner y no temió decir que aquella música le aburría.

En el Conservatorio, sus estudios prosiguieron de forma excelente. Estudió armonía y contrapunto con Nicolai Zaremba y composición a instrumentación con Anton Rubinstein. Además, éste le proporcionó numerosos alumnos, lo que le llenó de alegría.

Cuatro años más tarde, el mismísimo Johann Strauss, estrenó e interpretó en público la primera obra para orquesta, compuesta por Piotr Ilich Tchaikovsky: “Danza de los jóvenes serbios”, obtuvo tal éxito, que compuso una obra tras otra.

En 1867, se inauguró el Conservatorio de Moscú, donde Tchaikovsky aceptó un puesto como profesor que le ofreció Nikolai Rubinstein, el cual era un juerguista y un bebedor por el que Tchaikovsky se dejó llevar en juergas nocturnas y borracheras varias, de ahí vendría su afición incontrolada al alcohol, y algún que otro enfrentamiento en diversas tabernas. Estos hechos no cuadraban en absoluto con su carácter sensible, por lo que se arrepentía constante y rápidamente de ellos, haciéndole sentir culpable y cayendo en alguna que otra de sus habituales crisis nerviosas.

Las crisis se sucedían y Tchaikovsky pasaba de vez en cuando por etapas verdaderamente desagradables. Para huir de ellas viajaba cuanto podía o se refugiaba en la gran finca rusa de su hermana Alexandra, donde encontraba la paz. Tenía un carácter autoflagelante, no reconocía el valor de sus obras, era implacable consigo mismo y ejercía una autocrítica brutal, sobre su ópera Oprichnik dijo: «Estoy hecho un hipocondríaco insoportable como consecuencia de serios trastornos nerviosos. No sé exactamente por qué, pero me siento agobiado por una tremenda sensación melancólica y tierna», y a otro amigo le dijo sobre ella: «No hay absolutamente nada bueno en Oprichnik, y sentiría mucho que te molestaras en asistir al estreno”. Tras varios fracasos, su mejor obra no tardó en llegar. Fue “El lago de los cisnes”, obra que le hizo totalmente famoso y que definitivamente le consagró como compositor musical.

En julio de 1877 se casó con una joven de la que se separó pocos meses después de la boda. Las inquietudes y amarguras de este triste episodio trastornaron su vida interior, causando también perjuicios a su salud; atacado de una grave depresión nerviosa, abandonó entonces Rusia para recluirse en una pequeña aldea junto al lago de Ginebra. En 1885, ya restablecido, regresó a Rusia, y dos años después inició una vasta gira de conciertos por Europa y América. A la última fase de su actividad creadora pertenecen la ópera La dama de picas (1890), los dos ballets La bella durmiente (1890) y Cascanueces (1892) y la última de sus seis sinfonías, verdadero testamento musical: la Sinfonía Nro. 6 «Patética». Gracias al sostén económico de una rica viuda, Nadejda von Meck (protectora también de Debussy y a la que, paradójicamente, nunca llegaría a conocer), Tchaikovsky pudo dedicar, desde finales de la década de 1870, todo su tiempo a la composición. Fruto de esa dedicación exclusiva fueron algunas de sus obras más hermosas y originales.

Durante trece años de su vida, el artista mantendría una relación por correspondencia con la Condesa von Meck, viuda de un empresario de ferrocarriles rusos. Fue una historia romántica a la vez que extraña. A los cuarenta y cinco años, Nadezhda Filaretovna Frolovskaya acababa de enviudar y se sentía bastante aliviada por ello. No porque su difunto esposo fuese un mal hombre, todo lo contrario: Karl von Meck había sido un marido fiel y un gran trabajador. Cuando se casó con él a los 16 años, era un ingeniero doce años mayor perteneciente a una familia del Báltico alemán. Impulsado por su mujer y gracias a su talento como ingeniero, von Meck había hecho fortuna en los transportes ferroviarios. Después de años de pobreza, habían logrado una enorme opulencia.

Sin embargo, aunque tenía hermosa apostura, Nadejda no había conocido con él las emociones del amor. Las noches eran un verdadero castigo, tanto más penosas pues él sí se mostraba muy enamorado de su mujer. Juntos tuvieron 18 hijos, de los cuales 11 sobrevivieron hasta la edad adulta. Helada por abrazos decepcionantes, agotada por las numerosas maternidades, aspiraba a una vida apartada de los asuntos de la carne y consagrada a impulsos más sublimes.

Karl murió repentinamente en 1873. En su testamento le dio el control a Nadejda sobre sus enormes participaciones financieras, lo que incluía dos redes ferroviarias, grandes propiedades y varios millones de rublos. Con siete de sus 11 hijos todavía en casa, se concentró en asuntos de sus negocios y en la educación de los niños que aún dependían de ella. Al quedar viuda, von Meck se alejó de toda la vida social. Se retiró a un aislamiento casi total. Incluso se negó a reunirse con los familiares de aquellos con quienes sus hijos iban a casarse. En todo sentido era imperiosa por naturaleza y presidía su casa como un déspota.

Un día, el director del Conservatorio le expuso a Nadejda: “Sé cuánto se interesa usted en los artistas y cuán generoso es su corazón. Por eso me permito hablarle de un caso particular. Se trata de un joven al que le tengo fe. En mi opinión, tiene el talento de un gran compositor pero carece de dinero y yo no tengo la posibilidad de procurarle una renta. Me da pena que tal vez se malogre un gran artista, falto de una ayuda pasajera.”

Nadejda von Meck escuchaba, con los ojos brillantes. Entreveía ya la realización de uno de sus sueños: ser la protectora de un músico, gracias a la cual pudiera surgir un genio.

Nadejda no buscaba una aventura ni una relación, sino un entendimiento intelectual. Por su parte, a Piotr Ilich no le gustaban las mujeres, que lo asustaban, y vivía con dificultad su inclinación por los hombres, que ocultaba celosamente. Temía pues a una protectora que deseara una vinculación pasional. Poco a poco las cartas se hicieron más familiares. A principios de la primavera, Tchaikovsky cayó, como le ocurría a menudo, en una melancolía depresiva. Confiaba sus estados de ánimo a Nadejda, que le aseguraba su apoyo y su deseo de ser su amiga y confidente. A su pedido, él le envió una foto. Ella le respondió con entusiasmo y le envió la suya. A partir de entonces se inundaron de fotografías.

En octubre de 1890, mientras Piotr Ilich descansaba en Tiflis, Nadejda le envió una subvención de un año de antelación, junto con una carta terminando su patrocinio. Afirmaba que estaba en bancarrota y terminaba diciendo: “No me olvide. Piense de vez en cuando en mí.” El compositor no podía creer a sus ojos. Que la pensión se interrumpiera sólo le molestaba un poco –ahora disponía de suficientes derechos de autor para vivir–, pero no comprendía que, por una cuestión de dinero, ese bello vínculo de amor-amistad fuese cortado de golpe. Herido, le respondió rápidamente: “Mi bienamada, mi muy querida amiga: no puedo pensar en mí sin pensar por eso mismo en usted…”

Debido a lo repentino de su acción, algunos creen que ella terminó su patrocinio porque había aprendido de la homosexualidad de Tchaikovsky. Otros descartan esta idea. Lo más revelador es que Nadejda le pidió a Tchaikovsky, en su última carta, que no la olvidara. Ella no habría hecho tal solicitud si hubiera actuado por resentimiento ante la percepción de una falla moral. Tal vez sea más probable que su familia había amenazado con revelar públicamente las preferencias sexuales de Piotr Ilich. Nadejda habría cortado la relación con él para protegerlo del escándalo.

Dos hechos jugaron en la decisión de Nadejda von Meck. En 1890, estaba gravemente enferma, en la última etapa de la tuberculosis y una atrofia de su brazo le hizo casi imposible escribir. Dictar cartas a un tercero habría sido incómodo, sobre todo por los mensajes de estilo franco, informal y personal que ella intercambiaba con Tchaikovsky. Por otro lado, se encontraba bajo intensa presión de la familia para poner fin a la relación. Sus hijos estaban avergonzados por la cercanía de su madre con Tchaikovsky. Hubo rumores en la sociedad sobre el compositor y “la Meck.” Cada vez más, al menos para los ojos de los familiares hostiles, la situación parecía escandalosa.

Él no se repuso de ese golpe, que vivió como una gran pena de amor y a partir de entonces envejeció prematuramente, cayó en la misantropía y en el pesimismo. Se refugió en la música, escribiendo al año siguiente el Cascanueces. Nunca más volvieron a escribirse.

La musa de aquel joven músico devenido en gran compositor murió de tuberculosis el 13 de enero de 1894 en Niza, apenas dos meses después de la muerte de Tchaikovsky. Luego de la muerte de su suegra, Anna von Meck fue consultada sobre cómo la antigua mecenas había sufrido la muerte del compositor. Anna respondió: “Ella no lo pudo soportar”. Como bien expresó el famoso violonchelista ruso Mstislav Rostropovich: “paradójicamente, ningún músico ha logrado describir con mayor intensidad el amor entre un hombre y una mujer como Tchaikovsky”.

La enfermedad y su muerte

En 1893, Tchaikovsky dirige en Moscú su Sinfonía Nro. 6 (1893), más conocida con el nombre de Patética, obra especialmente reveladora de la compleja personalidad del músico y del drama íntimo que rodeó su existencia, atormentada por una homosexualidad reprimida y un constante y mórbido estado depresivo. De amplias proporciones pero desigual, esta partitura refleja, quizá mejor que las otras, las peculiares características del estilo de Tchaikovsky y la volubilidad de su fantasía, que tendía a desperdigar los propios temas en lugar de unirlos en una visión constructiva unitaria.

Pocos días después, mientras almorzaba, se levantó de la mesa y fue a la cocina a buscar un vaso de agua y se lo bebió. No hirvió el agua aun sabiendo que la epidemia del cólera se había declarado en la ciudad. La enfermedad no tardó en aparecer y los médicos nada pudieron hacer. Le sometieron al “baño caliente” diciendo:

“Seguramente moriré como mi madre”. Poco tiempo después entró en coma y a las tres de la madrugada del día 6 de noviembre de 1893, murió. Su cadáver se expuso al público, y centenares de desconocidos desfilaron ante él y le besaron la mano, en plena epidemia, sin que ninguno se contaminara de la enfermedad que había causado la muerte al célebre compositor. Descansa junto a otros ilustres músicos: Borodin, Glinka, Rimski-Korsakoy.

Leyendas no confirmadas

Tchaikovsky se flagelaba a él mismo por su homosexualidad, arrepintiéndose constantemente de sus relaciones sexuales con hombres, algo que llevaba con discreción, incluso estuvo flirteando con diversas mujeres para ver si era capaz de “curarse de su enfermedad”, lo que le llevó a mantener una relación un tanto especial con la viuda de Von Meck.

Aleksandr Poznanski mostró a través de una investigación que Tchaikovsky tuvo sentimientos homosexuales y que algunas de las relaciones más cercanas que mantuvo fueron con personas del mismo sexo. Su sirviente Alekséi Sofrónov y el sobrino del compositor, Vladimir Davýdov fueron, se dice, algunos de sus amantes.

Correspondencia censurada por autoridades soviéticas, en las cuales Tchaikovsky habla abiertamente sobre su homosexualidad, han sido publicadas en ruso, así como traducidas al inglés por Poznanski.

Tchaikovsky siempre fue temeroso de las consecuencias de que su orientación sexual fuese revelada en especial por su familia. Su unión heterosexual fue producto de la posibilidad de que se revelara su orientación y su anhelo de una familia.

Estas especies de “leyendas” tienen entonces su base en un solo dato, que Tchaikovsky era homosexual. Los difusores de la leyenda de que fue “obligado” a suicidarse por sus amores con su joven sobrino se apoyaban básicamente en tres criterios:

1- La ley obligaba a llevar al hospital a los enfermos de cólera y Tchaikovsky murió en su casa y en su cama.

2- La misma ley exigía que los cadáveres de los fallecidos fueran inmediatamente introducidos en la tumba para evitar el contagio y el cuerpo de nuestro músico estuvo expuesto en su ataúd a la vista del público que le rindió homenaje.

3- Se mantuvo el suicidio en secreto porque la Iglesia ortodoxa obligaba a enterrar en una fosa común a los suicidas. Sin embargo, en la Rusia de la época, al hospital sólo iban los muy pobres, puesto que la clase alta era operada, paría y moría en sus casas.

Pero:

4- La investigación del bacilo del cólera en los años 80 aclaró que la contaminación se daba por una deficiente canalización de los desagües de los excrementos y no por tener al aire al fallecido.

5- Sólo los campesinos pobres eran arrojados a la fosa común en caso de suicidio pues los curas ortodoxos hacían la vista gorda a cambio de dinero e ignoraban el suicidio entre la clase alta.

6- La homosexualidad en los tiempos de los zares estaba considerada como una verdadera “exquisitez” y nunca ningún alto personaje (y Tchaikovsky era el compositor ruso de más fama) fue molestado por ello. Y mucho menos “obligado” a suicidarse.

7- Como un “detalle” de este último punto, la relación de aristócratas homosexuales de la familia del zar Nicolás II: Gran duque Sergio Alexandrovich, tío del zar; Nicolás Mijailovich, primo de Alejandro III, Constantino, nieto de Nicolás; Oleg, hijo de Constantino. Otros dos hijos de Constantino, Dimitri, hermano de Constantino Dimitri Pavlovich, primo hermano del zar; Príncipe Yusupov, marido de la sobrina del zar y una abundante tropa de altos cargos de la Administración. Quizás esta proliferación de homosexuales entre la clase dirigente de la monarquía rusa tuviera que ver con la tradicional afición de ésta de dar al pueblo ruso pero nuestro admirado autor murió (desgraciadamente demasiado pronto) por una infección de cólera y el gusto por lo truculento de algunos ha levantado esta leyenda sobre su muerte, al igual que la que se levantó sobre el supuesto envenenamiento de Mozart por parte de Salieri. O sea que Tchaikovsky, homosexual sí pero suicida no.

Sobre su muerte se contraponen dos versiones: que realmente su muerte se atribuye al cólera, la misma enfermedad que hizo que su madre muriera cuando Tchaikovsky tenía tan sólo 15 años, por aquel entonces había una gran epidemia de Cólera en San Petersburgo, en un momento de una comida familiar, se levantó de la mesa y bebió un vaso de agua directamente del grifo, sin hervir, todo un suicidio por parte de Tchaikovsky que hizo que perdiera la vida 5 días más tarde.

Lo que nos lleva a la segunda versión sobre la muerte de Tchaikovsky apunta a que fue obligado a suicidarse tras llegar a los oídos del Zar un romance con Alexander Vladimirovich, un joven de 18 años sobrino del Conde Alexey Alesandrovich Stenbok-Fermor, persona cercana al zar, que tras reunir una “Corte de honor” dejaron dos opciones a Tchaikovsky, morir en honor o deshonor, es decir, si no acababa él con su propia vida, le someterían a juicio, en el mejor de los casos la sentencia hubiera sido su inclusión en un campo de concentración y en el peor, la propia pena de muerte.

Descansa junto a otros ilustres músicos (Borodín, Glinka, Rimski-Korsakov, Balakirev y Musorgski) en el Monasterio de Alejandro Nevski en San Petersburgo. Tras la muerte de Tchaikovsky, su casa en Klin fue convertida en museo, exponiendo así al público, no sólo la memoria del gran compositor, sino también su archivo, bienes personales y su piano. Otras apreciaciones se hacen sobre sus relaciones con otros personajes de la época:

En 1868, Tchaikovsky se reunió con la soprano belga Desirée Artôt, luego de su gira por Tusia con una compañía de ópera italiana y causando sensación con sus actuaciones en Moscú. Artôt, según el biógrafo Anthony Holden, fue “una de las estrellas de la ópera más brillantes de su época”, con una “voz seductora”. El amigo del compositor, el crítico musical Hermann Laroche, la llamó “la diosa de la ópera”. Tchaikovsky y Artôt estuvieron al parecer comprometidos para casarse.

Aun así, Artôt le advirtió que no iba a renunciar a su carrera, o establecerse en Rusia. Nikolai Rubinstein, temeroso de que vivir a la sombra de una famosa cantante anulara la creatividad del músico, le advirtió en contra de este paso. Sin dejarse intimidar, y aunque todavía prefiere un estilo de vida homosexual privado, el compositor discute planes de la boda largamente con su padre. Sin embargo, el 15 de septiembre de 1869, sin ningún tipo de comunicación con el músico, Artôt se casa con un barítono español de su compañía, Mariano Padilla y Ramos.

Aunque en general se piensa que Tchaikovsky rápidamente superó el asunto, se ha sugerido que recuerda aún el nombre de Desirée en el Concierto para Piano Nro. 1 y en Poema Sinfónico Fatum. Se volvieron a ver en un puñado de ocasiones posteriores y, en octubre de 1888, escribe para ella sus Seis Canciones Francesas Op. 65, en respuesta a su solicitud de sólo una canción. El músico, luego afirmaría que ella era la única mujer que había amado, aunque Holden y otros biógrafos han conjeturado que podría haber sido “una diva glamorosa y con talento, en lugar de la mujer real de la que se había enamorado”.

A finales de 1876, se enamora de Iosif Kotek, un ex alumno del Conservatorio de Moscú. Aunque él escribió a Modest que Kotek correspondía a sus sentimientos, el compositor se distanció unos meses más tarde, cuando Kotek demostró serle infiel. Más o menos al mismo tiempo, otro amigo, Vladimir Shilovsky, de pronto se casó.

Al compositor no le cayó bien la noticia; él y Shilovsky, que también pudo haber sido homosexual, habían compartido un enlace recíproco de afecto por algo más de una década. Tchaikovsky no había mencionado la posibilidad de casarse a Modest, por temor a que el conocimiento público de su sexualidad pudiera escandalizar a su familia. Modest y su hermana Sasha, a su vez, habían advertido contra esa medida.

Sin embargo, la boda de Shilovsky pudo haberlo estimulado a la acción. Al hacerlo, él no consideró varios factores. Uno de ellos era que sus sentimientos sobre el asunto podrían haber sido muy conflictivos. Mientras que él escribe a su hermano Anatoly sobre el uso del matrimonio como un medio de asegurar la libertad sexual a través de llevar una “doble vida”, en la misma carta menospreciaba a sus conocidos homosexuales que habían hecho realmente lo mismo. Otro factor podría haber sido que, a los 37, Tchaikovsky podría haber actuado con más precaución, ya en los caminos de su Licenciatura, de lo que hubiera admitido.

No nos queda más que ver las imágenes de su tumba en San Petersburgo y concluir con una frase del genio:

“Si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco”.