Dr. Alberto Agrest, Boletín Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires
La educación médica se recibía al lado del enfermo junto a un maestro instructor, guía y tutor y con un número de alumnos que siempre abusó de la tolerancia de los pacientes; de allí pasó a los pies de la cama con un maestro erudito y un grupo pequeño de alumnos más atentos al maestro que al paciente; de los pies de la cama se trasladó a un aula de hospital pequeña y atestada o a un aula de la facultad enorme e igualmente atestada con un presunto sabio en el estrado; del aula a una sala de conferencias en un hotel igualmente enorme e igualmente atestada con un supuesto experto en el estrado y ahora la educación se ha trasladado a un centro de televisación separado de los alumnos por largos cables de fibra óptica y de ondas que entran y salen de satélites. Evidentemente la medicina se enseña cada vez a mayor distancia del paciente y del alumno. La proliferación de lo que se llama educación a distancia en medicina obliga a meditar sobre su significado y su objetivo.La distancia física espacial que se ubicaba en pocos metros entre el profesor y sus estudiantes y la distancia física temporal en tiempos de la velocidad del sonido se han transmutado en distancias espaciales y en tiempos de la velocidad de la luz. Sea lo que sea no cabe duda que se trata de algo a distancia. Es cierto que aún no olemos ni palpamos al maestro y que él no ve ni oye los bostezos, las miradas perdidas o perplejas, mi los ronquidos de sus alumnos pero la tecnología superará estos defectos. También es cierto que las clases masivas falseaban el valor presencial del maestro; una distancia en metros que servía de muro y podía aislar al maestro en un cámara silente.
Pero, en la educación a distancia ¿se trata esto de educación? ¿No se trata esto solamente de información? La información se refiere tan solo a un conocimiento superficial de existencia; lo que llamamos conocimiento propiamente dicho entraña una percepción sensorial que llamamos experiencia, pero la educación es algo más; la educación el concepto que este conocimiento se verá aplicado o por lo menos trasmitido y esto significa responsabilidad.
La educación se convierte así en una cadena que va desde la información al conocimiento, a la voluntad de aplicarlo, al filtro ético que limita la aplicación, la evaluación de los resultados de su aplicación, el aprendizaje que modifica las próximas aplicaciones y el estímulo para el desarrollo de nuevos conocimientos, estímulo que dan los fracasos que resultan de la aplicación de los conocimientos anteriores. En medicina no se trata de conocimiento por el conocimiento mismo; esto es nivel de colegio secundario no lo que debe ser el nivel universitario.
De todo esto que se está llamado educación a distancia apenas si se cubre la información.
Si la enseñanza universitaria cree logrado su objetivo sólo con la información su ambición parece inadecuada.
Las escuelas públicas deben haberse creado para establecer la posibilidad de movilidad social y adaptación a una organización social de respeto a las leyes y para que estas leyes fueran elaboradas en base a principios éticos con la participación de toda la sociedad. Es evidente que en nuestro país ese objetivo no se cumple desde hace casi VA de siglo.
La obligación de la escuela pública primaria era suministrar información y educar para la participación en una estructura social. La escuela se obligaba a formar buenos ciudadanos respetuosos de los demás y útiles a los demás por su capacitación para formarse en cualquier tarea específica. Esto constituía el ideal de Sarmiento y su generación. streaming foot
La escuela pública primaria debió cumplir este objetivo hasta que organizaciones corporativas sustituyeron esos objetivos para desinformar y establecer principios de ética corporativa, sectorial, que permiten olvidar las responsabilidades individuales.
La fe corporativa también necesita de la lectura y escritura por eso no ignoró estos recursos básicos, pero de ahí en adelante debía amputar todo atisbo de creatividad, afortunadamente vano esfuerzo de la miopía humana frente a fuerzas biológicas como la selección natural y las mutaciones.
Por otra parte los liberales preocupados por la integración social a través de la educación primaria han creído que este esfuerzo integrativo debía extenderse a la escuela secundaria y aun a la universitaria. El objetivo era movilidad social no excelencia. Es probable que en todos los países del mundo conciliar ambos objetivos debe ser difícil pero en nuestro país se ha convertido en una aspiración que parece irreconciliable.
Las escuelas privadas, que en su origen eran casi exclusivamente de corporaciones religiosas, se multiplicaron con escuelas privadas laicas que pretendían escapar al deterioro de la escuela pública organizada por gobiernos corporativos. Una deformación cultural parece impedir que las instituciones privadas escapen a los defectos de las públicas.
Los objetivos de la educación universitaria parecen cada vez más confusos. Los principios básicos de formar profesionales de capacidad garantizada, de contribuir al aumento de os conocimientos mediante la investigación científica sin otra discriminación que la capacitad intelectual y de desarrollar un comportamiento ético, esos principios han sido totalmente bastardeados.
El peligro es que esa educación universitaria, esa educación bastardeada, sea la que ahora se haga a distancia y sus defectos sean disimulados por el atractivo de la novedad trasladando la capacidad hipnótica de la pantalla del televisor al de la pantalla de la computadora.
Llamemos la atención de gobernantes, políticos, universitarios y al pueblo en general: información sin educación nos colocará en estado de indefensión nacional frente al poder del marketing.
Confundir educación con memorización de un instructivo y premiar esta memorización, trasladar esta base de la educación primaria a la secundaria, a la universitaria y al postgrado es la causa de lo que Jaim Etcheverry llama la tragedia educativa. La tragedia tiene un carácter ineluctable; espero que en la Argentina sólo se trate de un drama históricamente circunstancial.
La educación convertida en un negocio agrega a los errores conceptuales de la educación la intención prioritaria de convertirla en una fuente de renta. Discutir sobre educación se ha trasladado de un problema ideológico intelectual a un problema ético económico.
En educación a distancia se trata del dinero no de la educación. Si esto no fuera así se hubiera utilizado la palabra información y no la idea de fuerza que trasunta la palabra educación. El estilo que se usa es sospechoso, los premios y créditos que se otorgan son sospechosos, el marketing de los cursos es sospechoso.Informar a distancia, exponer a distancia a la reflexión de expertos y provocar el interés por el aprendizaje son cualidades positivas; pretender que estas cualidades pueden sustituir educativamente el contacto directo con profesores y con compañeros es olvidar el enriquecimiento intelectual, emocional y ético que provocan estos contactos.
El "MIT" parece haberse hecho consciente de esta problemática (Auditing Classes at M.I.T., on the Web and Free. CAREY GOLDBERG) colocando en la red virtualmente todos sus cursos con un acceso gratuito.
La educación era una expresión de actividad intelectual que debe resultar en renta eco-nómica para quiénes la administran. Ya no sólo son los médicos simples concesionarios de la industria médica, los maestros son concesionarios de la industria docente informática.
Pienso que el acceso a la información como lo plantea el MIT permitiría a los maestros realizar cursos de apreciación docente a la manera de lo que hacen los musicólogos con la apreciación musical, no enseñan a interpretar o componer música, sólo enseñan a apreciarla. Quizás haya que empezar por aprender a apreciar la buena educación comenzando por la buena información, pero esta información es sólo una iniciación y debe ser buena.
La educación médica pretende que se aprendan lo qué (conocimientos), los cómo (destrezas), los cuándo (oportunidad de la aplicación) y a evaluar los resultados. Por ahora todo esto no puede hacerse a distancia; en medicina no alcanza la presencia virtual, el modelo imitable exige aun la presencia real. En medicina la "webucation" es por ahora "webinformation".
En el área médica asistencial la educación a distancia trata de mejorar la calidad a través de recomendaciones para seguir normas y reglas. Los centros de investigación asistencial suministran las evidencias que respaldan las decisiones y estas decisiones son las que se con-vierten en normas o reglas. Los centros de investigación asistencial suministran las evidencias que respaldan las decisiones y estas decisiones son las que se convierten en normas o reglas. Estos mismos centros asistenciales o los distribuidores de estos conocimientos los convierten en recomendaciones, obligaciones que imponen administradores y aun la justicia a los efectores que son los médicos. ¿Es que los médicos pueden cumplir estas recomendaciones, obligaciones que imponen administradores y aun la justicia a los efectores que son los médicos? ¿Es que los médicos pueden cumplir estas recomendaciones? En primer lugar la información es tan masiva y convincente por la seducción de la presentación.
Quiero analizar las razones por las cuales la estructura médica no está en condiciones de soportar todo esto.
La estructura médica se compone del cerebro del médico, la formación universitaria, su acceso informático, su condición económica que le permita la adquisición de estos medios y el costo de su uso, el tiempo para ese tiempo educacional. No me parece necesario explicar las debilidades de esta estructura; nadie discutirá que lo único rescatable de esta estructura es el cerebro. La fortaleza de la formación universitaria, la condición económica de los médicos y el tiempo disponible son lamentables.
El médico, ese desvalido ignorado por los expertos "recomendantes" puede ignorar las recomendaciones por ignorancia, ignorarlas por no estar de acuerdo en su aplicabilidad, en nuestro medio pobre, de recomendaciones elaboradas en países ricos, en nuestro medio de destrezas medianas con recomendaciones de centros de destrezas superlativas, simplemente porque cada paciente se adapta poco a las generalizaciones, o porque no tiene los recursos económicos para adquirir los medios informáticos, porque no tiene el tiempo para dedicar a esa búsqueda o por el simple olvido que generan otras inquietudes.
El médico debiera tener un diccionario ortográfico y una gramática personalizada y cuando revisa sus decisiones debiera decidir sobre las diferencias con las normas con un menú de corregir, omitir corrección o agregar. La información a distancia suministra un diccionario básico y el médico debe estar en condiciones de personalizarlo. En la computadora hay que fijarse en qué idioma se corrige la ortografía, en la práctica médica también.
La idea sería un sistema informático que pudiera ser personalizado, como se puede personalizar el diccionario, y que permitiera efectuar nuestra propia actualización. La información puede ser unidireccional, la educación exige diálogo.
La información y la exigencia vienen de afuera, la educación es educarse y viene de nosotros mismos. Para esto la información exige reflexión y la reflexión exige tiempo. El tiempo es para muchos el tiempo de un texto estable, la pantalla quizás sea para esos muchos todavía un texto demasiado inestable.
Mi duda es si a mi edad sólo defiendo la tradición cultural que a estas horas puede ser un simple mito. Sin embargo sólo estoy tratando que no sólo pensemos con las bases probabilística que nos da la información y conservemos la destreza en la utilización de la capacidad de observación y el razonamiento fisiopatológico, estas dos cosas se adquieren junto al paciente y con un maestro al lado.
La capacidad de observación, el razonamiento fisiopatológico y la incorporación de principios éticos es lo que en medicina conforma la educación y esta educación está aún lejos de realizarse a distancia. La información a distancia es un logro trascendental pero no pretendamos que reemplace a la educación. Nuestro país ya paga un precio muy caro por creer que la erudición puede substituir la capacidad de realización y también por la insensatez de creer que se pueden realizar cosas sin conocimiento.