Los sonidos impactan en la totalidad del ser humano: favorecen la concentración, la memoria y el estado de ánimo; también mejoran el descanso y alivian el estrés. Por el Diario La Nación.
Por Verónica Vera Ziccardi
Confucio le destinaba un lugar importante a la música alegando que se encontraba al servicio de un universo moral bien ordenado. Según el pensador chino, se sitúa en consonancia con el universo dada su capacidad de restaurar el orden del mundo físico mediante su armonía. “La música, como verdadero espejo del carácter, hace imposible la simulación o el engaño”, decía. En la antigua Grecia la música era interpretada por los grandes pensadores como una fuerza que influenciaba el pensamiento, las emociones y la salud física. Evidencia de esto es que en el 600 a.C., en Esparta, Tales de Creta –un músico griego y poeta lírico originario de la isla homónima– fue reconocido por curar una plaga con poderes musicales.
Más cerca en el tiempo, el reconocido filósofo alemán Friedrich Nietzsche aseguró que: “La vida deseada por el Creador no tendría sentido sin la música, porque sin música la vida sería un error”.
Se cree que durante miles de años los humanos hicieron uso de canciones, bailes y representaciones musicales en sus comunidades. Sin embargo, los acontecimientos musicales de gran escala no tuvieron lugar en la escena social hasta recién 1637, fecha de la primera ópera pública inaugurada en Venecia.
Aquel hecho marcó el ritmo para lo que se avecinaba: los primeros conciertos públicos por los que se cobraba entrada en Londres en 1672 y los conciertos modernos que pasaron a formar parte significativa de la vida social a finales del siglo XVIII.
Es indiscutible que, a lo largo del tiempo, la música se consagró como un complemento esencial que ayuda a reflejar e influir en las emociones humanas. A la par, su uso se ha extendido a todo tipo de ámbitos: desde medios de comunicación hasta la psicoterapia, medicina, educación y ciencia, que hacen uso de sus poderes para impactar el comportamiento humano.
El lenguaje más famoso
“Los sonidos y la música impactan en la totalidad del ser humano. Desde producir respuestas cerebrales con modificaciones neurológicas hasta la transformación del campo emocional cuando es atravesado por la experiencia sonoro musical”, explica a LA NACION Romina Morello (M.N 320), licenciada en Musicoterapia e integrante de EMDO (Equipo Musicoterapeutico del Oeste).
Tanto lo que planteaban los antiguos pensadores griegos como los que estudian en la actualidad las distintas áreas de la ciencia, psicología y medicina parecen coincidir: la música es un acompañante esencial para el bienestar.
Es especialmente con la aparición de las nuevas tecnologías que las melodías se situaron al alcance de uno e incluso, podrían ser clasificadas junto a los dispositivos móviles como extensiones del cuerpo.
“La música es la manera de conectar con lo más profundo de mí y de los demás. Es refugio, es escape, es llegada, es el soundtrack de nuestras vidas, el escenario. Es la fiel compinche de cualquier circunstancia: de la alegría, la tristeza, la frustración, la cercanía y lo lejano. Para todo tiene algo que decirnos y algo para que le digamos”, dice Agustina Mietta, cantante y estudiante de la carrera de Musicoterapia, sobre el fuerte vínculo que la une a las melodías.
La World Federation of Musictherapy (WFMT) establece que la musicoterapia es el uso profesional de la música y sus elementos como intervención en entornos médicos, educativos y cotidianos con personas, grupos, familias o comunidades que buscan optimizar su calidad de vida y mejorar su condición física, social, comunicativa, emocional y el bienestar intelectual y espiritual.
Según relata la musicoterapeuta Patricia Pereira (M.N 113) el origen de esta terapia se remonta a la Segunda Guerra Mundial, época en la que los médicos comenzaron a notar los efectos de la música en el organismo de los excombatientes y en cómo impactaba en la recuperación de problemas mentales y traumas que tenían.
Pereira informa que en la Argentina la práctica de musicoterapia ha crecido exponencialmente en los últimos años: es uno de los países latinoamericanos con un amplio desarrollo de la disciplina y, además, cuenta desde 2015 con la Ley de Ejercicio Profesional a nivel nacional (Ley 27.153).
De igual forma, Sol Buscio (M.N. 71610), licenciada en Psicología, afirma que el beneficio que se puede obtener de la música para la salud mental es indiscutible; aunque aclara: “Si bien la evidencia pone de manifiesto que la música puede interferir de manera positiva en la psiquis, también en algunos casos puede tener un efecto negativo dependiendo de los géneros que se escuchen o del recuerdo que evoquen ciertas canciones o sonidos que pueden llevar a lo traumático o negativo”. Para la profesional, dicha variabilidad en el impacto depende sustancialmente de la historia personal de cada uno.
“Siempre digo que hay cosas que se descubren a prueba y error. A mis pacientes les sugiero empezar con canciones o temas de cierto cantante que ya saben que les agrada y ver cómo se sienten”, dice. Según explica, es clave identificar los momentos de estrés o crisis y ver qué ocurre en el estado de ánimo al escuchar las melodías. Es luego de esa travesía que uno se apodera de la música como una herramienta para alcanzar el bienestar personal.
Lo que menciona Buscio es central: para que la música se convierta en un aliado de la salud se la debe estudiar y analizar. “Ahí reside una de las diferencias principales entre el simple hecho de escuchar música y realizar una intervención musicoterapéutica. Una misma obra puede causar angustia, alegría o nostalgia, dependiendo de la subjetividad de quien la escucha”, remarca Morello.
Lucía Zavala (M.N. 146986), médica neuróloga, explica que escuchar melodías estimula diferentes áreas del cerebro a la vez, desde la corteza auditiva, que procesa el sonido, hasta áreas relacionadas con las emociones, el movimiento y la memoria. “Se ha visto en imágenes cerebrales que escuchar música activa áreas del sistema límbico que es la estructura central encargada del procesamiento emocional”, enfatiza.
Concuerda con Buscio y Morello respecto de que el impacto varía según si es música que a uno le agrada o no. “Las melodías que nos gustan activan las áreas cerebrales relacionadas con el bienestar, específicamente el circuito de gratificación dopaminérgica, el complejo neuronal que permite sentir y experimentar sensaciones de deseo y placer, como respuesta a determinados estímulos electroquímicos”, añade.
Vale todo
No obstante, las profesionales mencionadas coinciden en que no se requiere únicamente de grandes composiciones, sinfonías, canciones o melodías para sentirse bien; se pueden lograr los mismos efectos positivos o incluso, mejores, con sonidos.
“Si bien hay distintos géneros musicales que recomiendo para mejorar el estado anímico, también es útil sacar provecho del poder de los sonidos”, sostiene Buscio. Menciona que aquellos que asimilan los ruidos de la naturaleza, como los de pájaros cantando, el viento topándose con plantas y árboles, agua corriendo por un río o la lluvia, también colaboran con la relajación, concentración y reducción de los niveles de ansiedad y depresión.
Chris Loersch, especialista en Psicología y Neurociencia de la Universidad de Colorado, junto con Nathan Arbuckle, investigador del Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Tecnología de la Universidad de Ontario, diseñaron una serie de estudios para ahondar en el misterio histórico de la música y en la creencia de que hace al confort de la humanidad.
“Nuestra hipótesis se centra en la capacidad única de la música para influir en el estado de ánimo y el comportamiento de muchas personas a la vez ayudando a moldear tanto a seres individuales como a un grupo coordinado”, apuntan.
Las características de la música varían según las culturas, los géneros, los cantantes, los ritmos e incluso, como se ha explicado, los diversos espectros de sonido que presenta; pero existe un nexo que los une y es el indiscutible compañerismo que ejerce la música para expresar, canalizar y atender emociones que de otras formas no es posible.
“Me emociona ver lo bien que le hace la música al mundo. Esa certeza del bienestar que presenta hace que millones de personas puedan tener una mejor calidad de vida con algo que es de tan fácil acceso”, dice Mietta que, emocionada, concluye: “La música atraviesa más de lo que puede llegar a atravesar la palabra. Es un gran don con el que tenemos el regalo de poder vivir. Es un condimento de la vida para ser más felices sea cual sea nuestra realidad”.
Ruidos en colores
Algunos la catalogan como terapia de sonido, estimulación auditiva o enmascaramiento auditivo. Los sonidos rosa, marrón y blanco engloban un nuevo ámbito de estudio sobre ruidos de diferentes colores que, según demuestra la evidencia profesional, podrían ayudar a concentrarse, conciliar el sueño rápidamente, dormir mejor y disminuir los niveles de estrés.
“Estos sonidos se caracterizan por liberar neuroquímicos en nuestro cerebro, pero principalmente por estimular las neuronas de la corteza prefrontal que, justamente, están vinculadas con la mejora de la atención”, explica Zavala y agrega que es una alternativa muy útil para quienes requieren ayuda para concentrarse o tienen trastornos del sueño.
El oído humano tiene la capacidad de detectar sonidos dentro de un cierto rango de frecuencias; cuando se escucha este tipo de ruidos, se pueden percibir casi todas las frecuencias que el oído es capaz de detectar a la vez. Escucharlos crea una experiencia inmersiva que muchos consideran placentera.
Ritmo binaural
Se recomienda escucharlo unos minutos antes de trabajar o si se está desconcentrado.
Los ritmos binaurales son una percepción del sonido creada por el cerebro, según establece la Fundación Internacional del Sueño. La institución explica que cuando uno escucha dos tonos, cada uno en una frecuencia diferente y en un oído distinto, el cerebro crea un tercer tono adicional que es el que se termina escuchando y al que se denomina binaural.
Cuando los latidos binaurales se escuchan durante un período de tiempo, pueden sincronizarse con las ondas cerebrales y, por ende, alterar la actividad de las mismas junto a los niveles de excitación.
Zavala sugiere escucharlos con auriculares para obtener el efecto estimulante de los neuroquímicos del cerebro relacionados con la atención. Para la neuróloga, estos sonidos son ideales para aumentar el estado de alerta y la concentración en un extremo auditivo o el incremento de la relajación y el sueño por el otro. “Se recomienda escucharlos cinco minutos antes de trabajar o si se está muy desconcentrado durante una labor. Se sabe con certeza que su uso aumenta la dopamina de forma natural”, declara.
Para Zavala, tanto el sonido binaural como los de colores son herramientas que deben utilizarse dentro de un estilo de vida saludable. “Son rutinas que adquirimos y que conllevan práctica. La atención, tranquilidad y el sueño deben ser entrenados manteniendo rutinas para estimularlas”, destaca.