El Alcázar: último bastión árabe de la Península Ibérica. Por Roberto Ítalo Tozzini
Respecto a nuestra estadía en esta tonificante costa del sol, vale mencionar la visita a una de las obras maestras del arte nazarí, que se encuentra vecina a la ciudad de Granada. Me refiero, por supuesto, a su bellísimo Alcázar. Este conjunto extraordinario comprende tres partes esenciales: la fortaleza defensiva o Alcazaba, que por lógica fue la primera en construirse, los Palacios Nazaríes y los extensos parques donde combinan las plantas floridas, vegetación frondosa y el agua circulante en surtidores, canales y fuentes, como elementos refrescantes y relajantes propios de la cultura árabe dirigencial.Una de las máximas expresiones del refinamiento estético árabe – español corresponde a un período decadente de la ocupación musulmana de la península Ibérica. La fastuosidad de los palacios Nazaritas tenía como objetivo la máxima satisfacción visual y el hedonismo de sus príncipes, antes que el legado de una obra perdurable para la posteridad. La base de su increíble decorado descansa en materiales mediocres como el ladrillo, el yeso y la madera, por lo que requiere de continuo mantenimiento, sin el cual, estas estructuras decaen rápidamente. El estuco, calado y tallado magistralmente, los azulejos de vivos colores con dibujos geométricos y la caligrafía, se utilizan en estos palacios como elementos decorativos, teniendo en cuenta la ausencia de figuras, por razones religiosas, en el arte musulmán. En este contexto, la Alhambra o “Castillo Rojo” es uno de los monumentos más notables, logrados por la mano del hombre. El auge granadino coincidió con la decadencia de Córdoba y su ocupación por el cristianismo en 1236, año en que desaparece el Califato y se destacan taifas como en Sevilla primero y en Málaga y Granada, después. En los dos siglos siguientes Granada brilla, pero sus disensiones internas la hacen declinar. Y en ese período terminal y decadente, el arte decorativo nazarí alcanza su máximo desarrollo.
Fue en 1999, con el tan comentado fin del siglo XX en nuestro horizonte inmediato, que salimos en auto desde Málaga, por autopista, en dirección a Granada y su Alcázar.
Ingresamos a él, en la primera de nuestras tres visitas, directamente por un desvío, bien señalado en la ruta. El castillo se alza en una colina que domina la ciudad aunque no está a la vista desde el camino principal. Una buena señalización nos va llevando a una zona escalonada de estacionamiento, que se extiende por varias cuadras, por lo que resulta muy recomendable tomar la numeración del lugar y la fila, pues de lo contrario, la ubicación del automóvil al regreso del paseo puede ser una tarea exasperante.
Ya a pie, pasamos por el parque de los cipreses e ingresamos al área propia del Alcázar, atravesando los bellos jardines del Partal, donde funciona el excelente Parador Nacional Español de San Francisco. Si uno desea pernoctar, las reservas deben hacerse con gran anticipación por la demanda, pero pasar al comedor es más sencillo y en verdad que la comida que en esa oportunidad degustamos, fue excelente. Siguiendo por el parque, se pasa a la izquierda por una pequeña iglesia de Santa María, y el Palacio Carlos V a la derecha. Al final de este, doblamos hacia la joya mayor: los Palacios Nazaríes. En otra de nuestras tres visitas no atravesamos el parque, ingresando directamente por la Puerta de la Justicia, que rápidamente, enfrenta a los Palacios. Estos se construyeron en el siglo XIV y los grandes ambientes se desarrollan alrededor de dos amplios patios rectangulares: el de Los Arrayanes y el de Los Leones. Como venimos insistiendo, es la decoración lo que más impacta a los sentidos, empleándose el yeso, la madera policromada, el estuco trabajado con maestría y los zócalos cubiertos con azulejos vidriados de reflejos dorados, que forman distintos dibujos geométricos en el conjunto y nunca figuras humanas, vedadas absolutamente en la religión musulmana. También es frecuente que las paredes contengan escritos, en general frases del Corán o sentencias de los soberanos. Uno queda maravillado de la riqueza y originalidad decorativa en las paredes, pisos, techos, cúpulas y arcadas en donde la yesería ha sido trabajada como el más fino encaje de una tela y las columnas y arcos festoneados se superponen, configurando un ambiente irreal y exquisito.
Primero visitamos el Mexuar gran sala del palacio donde se ejercía funciones de gobierno y administraba justicia. El lugar impresiona por el refinamiento en los pequeños detalles, su cúpula luminosa, sus numerosos escritos en árabe, su ornamentación recargada. Desde sus ventanas, la vista exterior es muy bonita. Se sale al patio del Mexuar por una abertura cubierta por un alero de madera tallada. A continuación, se pasa al hermoso patio de los Arrayanes; espacioso, tranquilo, con un estanque central rectangular, bordeado de mirtos y de un seto de ligustro, que nos separa de una imponente y maciza construcción, la torre almenada de Comares. Arcadas sutilmente labradas en su planta baja, nos dan acceso al salón de los Embajadores, que es el ambiente más grande del palacio. Esta bella estancia, tiene por techo una espléndida cúpula de cedro tallado, las paredes, muestran un zócalo de azulejos con reflejos dorados y por encima, las paredes tienen relieves arabescos y frases con versículos del Corán. Las distintas aberturas de la sala proveen de adecuada iluminación para el ambiente, así como permiten también magníficas vistas de la ciudad, y del Albaicín, barrio mozárabe, que se extiende desde la base de la colina del palacio.
Alrededor del patio de los Leones, que luce en su centro una fuente rodeada por 12 leones realizado por orden de Mohamed V, se agrupan las habitaciones reales, con todo el refinamiento ornamental ya descripto y techos bellamente trabajados y azulejados para asemejar el firmamento nocturno con su carga de estrellas. Dentro de esas salas como las de las dos hermanas y la de los Reyes menciono en especial la de los Abencerrajes, tribu separada de la reinante que eran fieles seguidores del Rey expulsado de su trono, por haber repudiado a la reina debido a su obsesión con la esclava cristiana Soralla de gran belleza y sensualidad, siendo la reina y su hijo Boabdil quienes en ese momento regían. Ese banquete de reconciliación fue una trampa pues después de la cena copiosa, relajados los fieros gurreros por efecto del alcohol, fueron atacados, asesinados y sus cabezas seccionadas mancharon con sangre a la fuente de Los leones, adonde se amontonaron para exhibición del escarmiento.
De los aposentos reales, se pasa al mirador de Daraxa (mujer de Boabdil) con un tranquilo jardín adjunto, y después, a los Baños Reales. La enumeración de las distintas salas o sus denominaciones no hacen a la sensación estética elevada que deseo transmitir como resultado de mi visita a estos ambientes de fantasía. Debe señalarse que la idea placentera que brota de estas construcciones lleva implícita la combinación adecuadamente equilibrada de elementos decorativos estrechamente unidos: el arquitectónico, ya descripto, una bella jardinería para solaz y descanso y el agua en forma de fuentes, surtidores, cascadas artificiales, grutas, etc. Agua en exceso para los poderosos de países desérticos, agua refrescante para el sol del verano, sonido del agua que descansa y ensueña, juegos acuáticos que estimula la sensualidad de los gobernantes… Todo esto en su máxima expresión está presente en los idílicos palacios nazaritas.
Rodeando a los conjuntos palaciegos, se desarrolla la muralla del castillo y la Alcazaba. Así como los Palacios eran los lugares de ocio y actividades oficiales, la Alcazaba constituía el corazón de su defensa, la fortaleza montada sobre riscos empinados de muy difícil acceso, que contaba además con dos elevadas torres que se levantaban en la plaza de los aljibes y que seguramente funcionaban como miradores para los vigías en los tiempos de conflictos. Pude subir a lo alto de la torre de la Vela para gozar de una vista magnífica, de Granada ciudad, el conjunto de palacios, el albaicín, un barrio árabe, Sacromonte, el Generalife y más distante, los elevados picos blancos de la sierra Nevada. Como es importante asegurar la defensa antes que la molicie, la Alcazaba fue lo primero en construirse entre los siglos IX y X, casi simultáneamente con igual fortificación en Málaga. Las torres se añadieron unos dos siglos más tarde.
Aquí la estructura es robusta, las paredes gruesas de piedra o ladrillo rojo, sin adornos ni trabajos sutiles y los techos son almenados para que puedan ocultarse los soldados con sus armas listas. Algunas paredes, techos y escaleras, se han derrumbado y están expuestas al exterior, consecuencia del paso del tiempo o las guerras. Y esto completa la visita de los palacios Nazeríes.
El recorrido agrega una joya arquitectónica más, otra residencia real, en este caso española. Es el palacio de Carlos V, edificado después de la reconquista, por supuesto, y levantado dentro de los terrenos del castillo. A un rey guerrero como Carlos no le seducía el confort y la molicie exaltada en la construcción musulmana. Requería algo clásico e imperial, por lo que el Rey encargó a Pedro Machuca, en el 1500, la construcción de un palacio moderno. Este arquitecto, discípulo de Miguel Ángel, realizó una obra del más puro clasicismo, que contrasta fuertemente con el estilo del Alcázar. La planta baja muestra una sencillez no exenta de grandeza; con un patio circular de 30 m. de diámetro, inscripto en el cuadrado de la edificación que contiene dos pisos de galerías adornadas con columnas y arcos y, externamente, un rosario de amplias habitaciones. Las columnas son dóricas en el piso inferior y jónicas las de la planta alta. Las distintas estancias son de líneas simples y ascéticas, constituyendo una de las construcciones más serenas del Renacimiento español.
Saliendo del Alcázar, desde la playa de estacionamiento, un camino bien señalado con carteles nos permite llegar en pocos minutos a un complejo edificado en un tiempo posterior, sobre una colina, por soberanos de la Granada cristiana, como residencia veraniega. Es el Generalife.
El tamaño palaciego es relativamente modesto y consta de unos pabellones decorados y confortables con galerías que los conectan, rodeando a un hermoso patio. Los jardines están dispuestos en terrazas y abundan las fuentes y juegos de agua. El lugar es fresco y solitario y desde la colina donde asienta hay buenas vistas de Granada, en especial del barrio moro ya mencionado, el albaicín.
Granada, la morada final de los Reyes Católicos
Con algo menos de 300.000 habitantes, es hoy una ciudad tranquila, salvo unas pocas cuadras de actividad comercial, con bancos importantes y múltiples negocios alrededor de la Catedral y la plaza birrambla. Tiene mucha más historia que presente, aunque en los últimos años ha buscado reinventarse más allá del turismo con emprendimientos industriales y agrícolas. Aparte de sus barrios, el casco antiguo se desarrolla sobre dos vías principales: la gran Vía de Colón y la de los Reyes Católicos, que se extiende desde Puerta Real (nudo de ingreso viniendo desde Motril), hasta Plaza Nueva, que es donde comienzan los caseríos del albaicín a trepar por la serranía que va al Alcázar. Por la vía Colón, se llega a las dos joyas principales de la ciudad: la Capilla Real y la Catedral rodeadas de comercios, bancos y zonas peatonales.
La Capilla Real fue mandada a construir por los Reyes Católicos, que el 2 de enero de 1492 (año en que Colón llegó a América) entraron triunfalmente en Granada, dando por finalizada la ocupación Musulmana de la península Ibérica, después de 7 siglos de permanencia. Fue realmente, un gran año para España.
La Capilla Real está realizada en un exuberante gótico florido para dar marco importante al objetivo principal de albergar las sepulturas de ambos reyes, Fernando e Isabel. Pasando por la plazuela de la Lonja se ingresa a la Capilla por la calle De los Oficios y en su interior nos encontramos con un muestrario de tallas y ornamentos excelsos. A nivel del crucero una gran reja dorada protege los sepulcros. A la derecha, están los de los Reyes Católicos; a la izquierda, las tumbas de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. También visitamos la Sacristía, que posee una muy buena colección de pintura del siglo XVI, flamenca, italiana y desde luego española.
La Catedral se construyó después de la Capilla y englobó su frente norte, posiblemente, el más bonito. Aquí se ingresa directamente desde vía Colón por una fachada concebida por Alonso Cano como un Arco Triunfal en estilo clasicista-renacentista, propio del 1600. En el brazo derecho del crucero desemboca el frente norte de la Capilla Real. La Catedral en sí misma tiene aspectos interesantes como su original capilla central circular, con bella decoración y unida artísticamente a las 5 naves que componen la iglesia.
Con Martha fuimos a Granada en el 2015 por única vez e independiente de las visitas a la Alhambra. Luego de recorrer con detenimiento y admiración los dos monumentos máximos que la historia y la religión nos ha dejado Granada, caminamos por sus concurridas calles peatonales, cruzamos plazas con hermosas fuentes y almorzamos bajo las sombrillas de un restaurant para protegernos del sol de junio. La visita bien vale por un día, pero quizás una opción interesante sea reservar dos noches en el Parador Nacional de San Francisco, en los jardines del Alcázar y recorrer toda el área que es, en verdad, extraordinaria.