Recorrido por uno de los más grandes patrimonios culturales de Europa. Por Roberto Ítalo Tozzini.

Isla de los Museos

Después de la caída del Muro y la reunificación alemana, Berlín inició una serie de tareas de embellecimiento, crecimiento edilicio y cultural para proyectarse como la gran capital del futuro europeo. Destruida casi hasta sus cimientos y desmembrada por la ideología y el poder militar de los actores triunfantes en la Segunda Guerra Mundial, su reconstrucción pudo ser total, en condiciones de bienestar económico, que le permitieron proyectos audaces, originales y ambiciosos.

Uno de esos proyectos tomó forma en 1999, dando origen al gran conjunto museístico llamado “La Isla de los Museos”, declarado poco después por UNESCO como patrimonio cultural de la humanidad y recientemente finalizado con la inauguración – en 2020 - de la gran Galería integradora James Simon, obra magnífica realizada en su conjunto por el arquitecto británico David Chipperfield.

Consta de 5 Museos y constituye la armonización de distintas instituciones en un concepto cultural común, único en Europa y en el mundo entero. Los Museos que ocupan la Isla (entre canales del río Spree) son por orden de su primera inauguración:

1- El Antiguo o Alte: construido en el lugar por orden de Federico Guillermo II para deleite de la población alemana en general. Exhibía básicamente, las obras de arte atesoradas por la realeza.     Incendiado y destruido por los bombardeos aliados, recién pudo reabrirse en el presente siglo luego de una renovación total.

2- El Neues o Nuevo: de arquitectura igualmente clásica, quizás fue el más castigado por la guerra, pudiendo reabrir sus puertas luego de múltiples reparaciones, recién en el 2009. 

3- La Galería Nacional Antigua (Alte): construida a semejanza del Partenón, su piedra ennegrecida era el recuerdo de los incendios pasados y estaba en reparación en mi primer viaje, en 1997, recorriendo sus magníficos salones en el 2012.

4- El Bode: construido ya en los albores del siglo XX, se reinauguró en 1986 y luego de algunas vicisitudes que relataré, volvió a abrir sus puertas en octubre del 2006.

 


5- El Pergamon: último en ser inaugurado y el que más visitantes ha atraído siempre por sus tesoros arqueológicos invaluables. Lo recorrí en mi primera visita a Berlín en 1997, cuando los otros estaban cerrados, y luego en el 2001, 2004 y 2012. En la actualidad, el gran altar dedicado a Zeus está siendo  reparado,  por lo que esa ala del museo permanecerá cerrada hasta el 2024.


Finalmente, en 2019-20 se inauguró la sexta construcción que integra a todo el conjunto y que más adelante describiré con más detalle. Se trata de la Galería de James Simon, de clásico perfil Heleno, como el resto de los Museos de la Isla, excepto el Bode.


El Pergamon

Amplio patio con estatuas precede a la fachada y portal de ingreso del museo. Transpuesto el hall de la entrada, donde se vendían los tickets  y se entregaban las autoguías habladas, explicativas de lo exhibido en los salones, pasamos directamente a un enorme recinto donde se luce en toda su esplendor el altar famoso traído de Pérgamo y dedicado a Zeus, obra maestra de estilo griego. Una anchísima escalinata frontal de unos 30 escalones, permite el ingreso a la impresionante galería en U con columnas jónicas y con sus techos poblados de estatuas. Debajo de ella se exhiben unos bellísimos frisos de unos dos metros de alto, con figuras en mármol superpuestas, que nos muestran la lucha de Dioses griegos y de los Titanes contra los Gigantes y que es sin duda lo más destacado del altar. La fuerza de sus movimientos, las expresiones de los rostros, los pliegues ligeros de las túnicas en las mujeres, el detalle de los musculosos  guerreros, los brazos armados, las lanzas enarboladas, los escudos, las serpientes o las alas, producen un conjunto  fascinante y demuestra el cenit del arte griego en la escultura. La enorme sala está repleta con estas figuras en mármol para adorno del templo y hace de esta pieza artística traída del Asia menor en lo que hoy es Turquía, una joya única de la arquitectura clásica. Fue construida en el siglo II antes de Cristo, desarmada en bloques numerados y ensamblada, pieza por pieza en el propio museo.

Ingreso a Pergamon. Berlín Este - 1997.

 

Altar de Pérgamo, 1997.

 

Escalinata del Templo de Pérgamo, 1997.

 

Altar de Pérgamo, 1997.

 

Detalles del friso del altar de Pérgamo que relata la lucha de los dioses griegos contra los gigantes. Pergamo, 1997.

 

Atenea elimina a dos gigantes. Friso del altar de Pérgamo, 1997.

 

La serpiente grtiega envuelve a los gigantes. Friso de Pérgamo, 1997.

 

Lucha de atenienses contra los gigantes. Friso de Pérgamo, 1997.

 

Visión de la sala del museo de Pergamon desde el altar.



Pero el Pergamon contiene otros tesoros arqueológicos de inestimable valor. La sala adyacente exhibe una profusión de columnas griegas y romanas,  jónicas y dóricas, algunas de grandes dimensiones y estatuas de los dos orígenes.

Columnas helénicas en Pergamon, pedestal sin estatua, 1997.

 

Diosa griega y templo jónico, 2012. Igual rincón al de 1997, ahora con estatua colocada.

 

Fachada de templos griegos del Asia Menor, Pergamon, 1997.

 

Columnas y friso helénico en Pergamon, 1997.



Otro amplio salón guarda una de las ruinas mejor conservada del museo que se corresponde con el frente del Mercado Romano de Mileto construido por orden del emperador Adriano en el siglo II de la era cristiana. En el extremo opuesto, como en un balcón, se levanta una imponente estatua romana (no estaba en 1997, ni en el 2012). Luego sigue un impecable piso de mosaicos estilo pompeyano con guardas y dibujos de vistosos colores en perfecto estado de conservación y, enfrentando la estatua, la impresionante puerta de entrada al Mercado de Mileto, con sus dos plantas y su armonioso juego de columnas apareadas, sus aberturas en arco y su estricta simetría. Constituye otra de las preciadas posesiones de esta exposición.

Mercado de Mileto, 1997. Vista desde balcón enfrentado.

 

Detalles del mosaico frente al Mercado de Mileto, 1997.

 

Mosaicos de Asia Menor en el Mercado de Mileto, 1997.

 

Pórtico del Mercado de Mileto, 2012.

 

Puerta del Mercado de Mileto, 1997.

 

Puerta del Mercado de Mileto. Tránsito al área de Babilonia, 2012.



La tercera joya del museo corresponde a la bellísima puerta de Isthar, llamada así por la diosa babilónica del amor y la guerra, continuada con la avenida de las Procesiones. Esta puerta era una de las ocho que presentaba la muralla interna de la ciudad de Babilonia (Asia Menor) e impacta por su tamaño, su perfecto estado de conservación y el increíble azul de su cerámica vidriada, que colorea al portal. La puerta y la avenida de las Procesiones están decoradas con bellos mosaicos que muestran leones, toros y dragones. Se corresponde con el reinado de Nabucodonosor II, unos 575 años a.C. La antigua Babilonia fue emplazada entre los ríos Tigris y Éufrates en lo que hoy es Irak. En salas vecinas, se encuentran figuras gigantescas de caballos o leones con cabeza humana, talladas en granito, de origen Asirio, así como estatuas sumerias que se exhiben conjuntamente. Todas ellas de excavaciones vecinas en Asia Menor.

Puerta de Ishtar, 2012.

 

Decoración de la puerta de Ishtar, 2012.

 

Ladrillos vidriedaos en la entrada al Palacio de Babilonia, 2012.

 

Leones pintados en el pasillo de ingreso al Palacio de Babilonia, 2012.

 

Imágenes colosales de Asiria, 2012.



También en esta sección se visita la exposición de arte Islámico que exhibe restos de la gran muralla de Mushatta, que refiere a enormes bases de torres que defendían al lugar en lo que hoy es Jordania y que fue muy dañado en los bombardeos de la Segunda Guerra. Finalmente, se recorre el Salón de Alepo, que en 1997 no lo vi o no estaba disponible, al parecer, una perlita correspondiente a la vivienda de un comerciante cristiano con sus paredes cubiertas con paneles de madera de vivos colores y dibujos exquisitos.

En su conjunto, es éste un museo extraordinario, imperdible, que muestra imperecederos tesoros de la antigüedad, así como el interés y la rapacidad de los países europeos por estas ruinas pertenecientes a otras culturas y a otros pueblos.

El Bode

Como se dijo, se inauguró a principios del siglo XX como Museo del Kaiser, fuera del estilo clásico griego de los otros cuatro y mostrando una suerte de barroco alemán. Los bombardeos lo dañaron profundamente y recién en el 1986 se reinauguró, albergando colecciones bizantinas, estatuas de ese período, pinturas y un importante gabinete numismático con una colección de más de 4.000 monedas y medallas, acuñadas en distintos lugares del mundo, desde el siglo VI Ac. hasta la actualidad. En el 2007, fue noticia al sufrir un increíble robo express, donde en 15 minutos se llevaron una extraordinaria moneda de oro 24 K que pertenecía a una colección privada cedida al museo, que tenía medio metro de diámetro y pesaba 100 kg ¡con un valor de 4.000.000 de euros! En el 2019 los ladrones fueron detenidos, pero la moneda no se recuperó.
En la actualidad, con más seguridad y reparaciones, el Bode muestra su espectacular ingreso, constituido por una sala circular de gran amplitud donde se levanta la figura ecuestre del Kaiser, situado bajo la gran cúpula del techo. Por ambos lados escaleras con bellas barandas suben al primero y segundo piso que se desarrollan en forma lateral y donde se exhiben las colecciones. En el primero se encuentran hermosas estatuas de Canova (bailarina), de Kren, (Adán y Eva), una fuente de Gian Lorenzo Bernini, otras esculturas procedentes de Bizancio y Ravena antes de la caída de Constantinopla y un magnífico retablo de la catedral de Minden. También obras del gótico y comienzos del renacimiento italiano y alemán.

En el segundo piso está la colección numismática y puede salirse a la terraza, en la base de la cúpula, con hermosas vistas del río Spree y sus alrededores. No olvidemos que el Bode se proyecta como una proa en el extremo aguzado de la isla de los Museos.



La Galería Nacional Antigua

Por indicación de Federico Guillermo IV, soberano de Prusia, el edificio remeda al Partenón de Atenas con 8 columnas dóricas al frente y 17 laterales, su alquitrabe y frontón triangular con figuras mitológicas. El edificio está precedido por una fuente circular y luego una escalera frontal lateral con dos partes simétricas que al terminar llega a una plataforma donde asienta la magnífica figura ecuestre realizada en bronce del Rey Federico Guillermo IV. Fue obra de Alejandro Calandrelli- Karl Friedrich Schinkel. Por debajo de esta plataforma y en el comienzo de ambas escaleras, se encuentra el ingreso actual. Recién abrió sus puertas en el 2001, tras una profunda reparación y recuperación de pinturas y esculturas robadas y dispersas. Antes, recuerdo la imagen ennegrecida del viejo museo herido de muerte en los bombardeos e incendios que asolaron la zona.


Galeria Nacional Antigua aún cerrada y en reparación, 1997.

 

Galeria Nacional Antigua ennegrecida por los incendios y en reparación, 1997.

 

Galería Nacional Antigua reparada y abierta al público, 2012.

 

Galeria Nacional Antigua, 2012.




Ya en el ingreso, se disfruta de la perfección de un grupo escultórico realizado por Eduard Müller, llamado “Prometeo”. Subiendo al segundo piso encontramos las obras más atractivas para nuestra formación cultural: pinturas y esculturas del impresionismo francés y de escultores franceses e italianos de tal período y posterior. Bellas obras de Delacroix, Renoir, Monet, Manet, Sisley, Cezanne, Coubert y la Escuela Barbizon, etc. se lucen junto al mármol trabajado por Rodin, Canova y otros grandes artistas. La mejor pintura alemana clásica e impresionista se encuentra atesorada aquí, encontrando en el tercer piso obras de Caspar David Friedrich como “El monje y el mar”, numerosos cuadros de Menzel de estilo clásico realista, como “Habitación con balcón” o “Cíclopes modernos”. Otros  grandes lienzos alemanes destacados, son “Federico el Grande y el Emperador José II se reúnen en Neibe el año 1769 por el citado Adolph Menzel y “El flautista” por Karl F Schinkel. También me impresionó por su calidad “El sepulcro del niño” de Frid Guiliel Maurit Alexander. En resumen, se trata de una excelente combinación de esculturas y obras pictóricas con predominio alemán-francés con un perfil clásico e impresionista, que vuelven muy recomendable su recorrido. La exposición no agobia; es para disfrutarla.

Escultura de Prometeo al ingreso de la Galería Nacional Antigua, 2012.

 

Paisaje de Cezanne.

 

Naturaleza muerta de Manet.

 

Monet. Imágenes de París.

 

Auguste Renoir.

 

Auguste Renoir.

 

Edouard Manet.

 

Adolph Menzel. Federico el Grande y el emperador Joseph II se encuentran en el río Neibe en 1769.

 

El flautista Karl F. Schinkel.

 

Cuadro en Galeria Nacional Antigua.

 

El pensador, Rodin.

 

El hombre, Rodin.
   

 

Venus de Canova.



Museo Antiguo (Alte)

Es una gran construcción de estilo clásico de forma rectangular, con un frente de 20 columnas jónicas y de 100 metros de longitud, por 30 m. de profundidad. Su ingreso es central por una amplia escalinata que tiene su réplica en el techo por un piso que se eleva sobre el resto, replicando el ancho de la escalinata. Recuerda al Panteón romano de Agripa. Como se mencionó, fue éste el primer museo en inaugurarse con obras que pertenecían a los reyes germanos principalmente para que pudiesen ser disfrutados por  los ciudadanos en general. La guerra lo dañó e incendió totalmente por lo que debió ser reparado en forma integral, abriendo nuevamente sus puertas al público recién en el siglo actual.

Un parque de césped bien cuidado antecede al museo y últimamente (no se encontraba en ninguna de nuestras visitas) se ha colocado en su ingreso, un joven griego a caballo, atacando con su lanza a un león. El interior muestra en dos plantas colecciones antiguas de gran valor: en la planta inferior se encuentra una  colección de arte griego que va desde el siglo X al I antes  de Cristo, consistente en esculturas, jarrones vasijas funerarias figuras en cerámica, joyas diversas y dibujos desde la época arcaica a la helenística. En el piso superior predominan las colecciones romanas y etruscas, siendo ésta última la mayor disponible fuera de Italia. También  se reconocen joyas y tesoros egipcios (tesoro de Asyut) y jarrones urnas y joyas de Persia, Siria y de los Escitas.

Es invaluable la exhibición arqueológica en sí, pero salvo entendidos o apasionados por las joyas y ánforas de los tiempos idos, no resulta tan atractiva  para los acostumbrados como nosotros a las bellas pinturas y a las esculturas casi humanas. Fue el único de los museos que pasamos rápidamente y puedo aconsejar su omisión si se dan las circunstancias.

Tumba del niño Frid Guiliel Maurit Alexander.

 

Plaza frente al Dom. Museo Antiguo, 1997.



Museo Nuevo (Neues)
En éste se encuentran colecciones o piezas extraordinarias que justifican ampliamente el recorrido. Fue construido poco después del Alte para guardar colecciones de los reyes que ya no cabían adecuadamente en el primero. Su estructura es similar, como un gran rectángulo perpendicular al otro museo, de unos 105 por  40 metros, paralelo al río Spree  y edificado en estilo clásico-alemán. Durante la guerra  resultó muy dañado y se lo mantuvo en ruinas hasta  finales del siglo pasado (1999) en que se encargó su reconstrucción, en un proyecto único al arquitecto Chipperfield, que conservó la estructura original pero introdujo aspectos muy atractivos para una exposición. En octubre del 2009 se reabrió y tuve la suerte de poder visitarlo en el 2012.

Su interesante material se exhibe en cuatro niveles e incluye la importante colección egipcia y elementos de la prehistoria hasta la actualidad de Europa y Oriente medio, incluyendo la Edad de Piedra, Oro, Bronce y de la Roma imperial.

Como elementos destacados de esta colección debo mencionar la estatua greco-romana de Hellas, del siglo II; el tesoro de los bárbaros o nórdicos, rescatado del lecho del río Rhin (el oro de los nibelungos) con piezas del siglo III antes de Cristo, entre ellas un magnífico muchacho de tamaño humano en bronce, a quien le falta el brazo derecho (ver foto), conocido como el “niño de xanten”.  También se exhiben aquí, el tesoro de Príamo traído de Troya por Henrich  Schiliemann y objetos de la edad de piedra como una punta de hacha a la que se le asigna 70.000 años de antigüedad. Y un cráneo de Neandertal de un yacimiento arqueológico de Dordoña, en Francia.

Museo Antiguo, 2004.



De la exposición Egipcia se muestra una Tiara de oro o Sombrero ceremonial de 3000 años (edad de bronce), la cabeza verde de Berlin, una cabeza humana casi perfecta, hecha en pizarra del período egipcio tardío, 350 años a C, una nutrida colección de papiros

y escritos en piedra, excelentemente conservada, momias, estelas mortuorias y finalmente, donada por Simon, la cabeza o busto de Nefertiti, esposa de Akenaton, descubierta en el estudio del artista, en Amarna donde el Faraón y su corte se habían trasladado. La finura y belleza de esta reina es una pieza sin igual que ha sido comparada con la Gioconda del comienzo de la historia.

Nefertitis, Pergamon, 1997.
Estatua griega del Museo Nuevo, 2012.

 

Sección egipcia del Museo Nuevo, 2012.

 

Escritos sobre piedra. Colección Egipcia del Museo Nuevo, 2012.

 

Cabeza de faraón del Museo Nuevo, 2012.

 

Tallado sobre piedra en el Museo Nuevo, 2012.

 

Sobre el río Spree, 2012.


En resumen, por la disposición  magnífica de las salas, por el valor y la originalidad suprema de mucho de lo que allí se exhibe, este museo es de muy agradable recorrido, sugiero no perderlo y disponer de tiempo suficiente para contemplación de algunas de sus piezas únicas.

Galería James Simon

Fue la última etapa integradora que se realizó con la donación del arqueólogo y millonario Simons para dar unidad a este conjunto único de museos. En mis 5 visitas, el área estuvo siempre en obras y en la última (2012) los carteles en el lugar daban pistas de lo que sería la estructura final, pero nosotros nunca llegamos a verla y se entiende que me referiré a ella sólo por la información disponible, siendo improbable ya mi constatación in situ. La fachada de ingreso, realizada por el arquitecto inglés David Chipperfield, como toda la obra de reconstrucción, mantiene el estilo clásico griego de columnas de mármol y piedra blanca. Ocupa una franja de terreno entre uno de los canales del Spree y el Neues Museum. El vestíbulo de ingreso es amplio con información y venta de los tickets para todos o los distintos museos y se abre por detrás en una gran terraza recostada sobre el canal. A nivel del suelo, se comunica con el Pergamon y por rampas y escaleras, a nivel del sótano, con los restantes museos (paseo arqueológico).

Se distinguen tres niveles: el mencionado, uno intermedio o entrepiso, con tiendas de recuerdos, baños, guardarropa, casilleros, exposiciones temporales y un auditórium para 400 personas. Finalmente el tercer nivel, subterráneo, se comunica con el Neues, los Alte y el Bode. Según la información provista en octubre de 2020, se realizó la inauguración formal de la Galería que había sido proyectada con las demás reformas en el año 1999.

Potsdam y San Souci

Hasta la caída del muro y la reunificación Alemana de finales del siglo XX, Potsdam, luego de la guerra, por medio siglo, fue territorio ocupado y controlado por la URSS. En su origen había sido un lugar de residencia de los Reyes de Prusia. De allí los importantes castillos que se levantan en la zona y que lentamente, según donaciones y presupuestos, van recobrando su brillo original luego de décadas de abandono. Nuestro viaje de 1997 culminó con una visita a las construcciones reales de Potsdam, específicamente, el Sans Souci. Posteriormente, regresamos en el  2004 y 2012 para mostrar el bello palacio a nuestras nietas.

Para el primer contacto, tomamos un ómnibus de excursión que el hotel Intercontinental disponía para estas circunstancias, acompañada por una guía de turismo.

La otrora orgullosa ciudad prusiana había sobrevivido con los restos escuálidos de su gloria pasada. Al paso del enorme autobús de turismo en que íbamos, observábamos el importante deterioro de las viejas construcciones, sus frentes despintados, los ladrillos a la vista, ventanas con sus persianas en parte desprendidas, algunos vidrios rotos y una notoria dejadez que se observaba hasta en la gente que circulaba por la calle. Parecía increíble que 20 kilómetros atrás palpitaba una ciudad moderna, rica y pujante. Atravesar esos lánguidos barrios se me antojaba una incursión por el túnel del tiempo ya que las marcas de la guerra finalizada en 1944 aún permanecían frescas.  Inevitable pensar en el contraste entre una población con el empuje creativo de sus libres ciudadanos, frente al uniformado gris del estado omnipresente, regulador para abajo y fuertemente represivo. ¿Dónde estaba el paraíso de los trabajadores? ¿Dónde aparecía el hombre nuevo? Todo aquí era viejo, como añejas son las mentiras de todos los Estados Totalitarios que prometen sociedades perfectas, solo a costa de un “pequeño” sometimiento. Pero como la estupidez humana es infinita (al decir de Einstein, nacido en esta zona), no debería haberme sorprendido, cuando detenido el autobús frente a un semáforo, con las ventanillas a la altura del balcón del primer piso de una de esas desvencijadas propiedades, asoma el rostro de una mujer cincuentona, adusto el gesto, iracunda la mirada y dirigiéndose a nosotros, nos grita con resentimiento en un mal inglés: ¡Yanquis, go  home! (fotografía).

Balcón de la señora. Casas de Postdam, 1997.



Saliendo de la ciudad, el paisaje es placentero por la presencia de grandes parques arbolados y el bello río próximo. Por unos momentos nos detuvimos frente a una elegante construcción, integrante de otro conjunto palaciego, rodeado por un parque cubierto con árboles de frondosa copa; entonces, nos informó la guía, que allí se habían reunido al finalizar la contienda, Winston Churchill,  Harry Truman y  José Stalin, en 1945, para redactar el llamado acuerdo de Potsman que selló la división de Alemania por el próximo medio siglo y el nacimiento del Estado Socialista satélite de La República Democrática de Alemania oriental. El mobiliario, leyendas y banderas de la histórica reunión se conservan hoy inalterados. Además quedó registrado que entre los fotógrafos de la prensa internacional, acreditados para ese trascendental evento, figuraba un joven personaje que tendría enorme importancia mundial, pocos años después: John Fitzgerald Kennedy.

La visita al Palacio de Sans Souci fue encantadora (en buen francés, sans souci  significa, sin cuidado o sin inquietud). Recuerdo que el nombre de este palacio se había mencionado reiteradamente  cuando era niño, en mi familia, aunque el motivo de la cita se me escapa. Ello acrecentaba mi interés subconsciente para conocerlo. Federico Guillermo I, el Rey Sargento o Rey soldado, por su dedicación casi exclusiva a las batallas del reino, había establecido en este lugar su plaza de Armas y su asiento Real junto a su amada infantería prusiana. Su hijo, Federico el Grande, mucho más intelectual y mecenas de las artes, se dedicó a embellecer el lugar, invitando a su palacio a los más renombrados artistas y pensadores Europeos. Voltaire, por ejemplo, era uno de los habituales huéspedes con quien Federico se enfrascaba en ricas discusiones.

Palacio Sans Souci, 1997.
Palacio Sans Souci, 1997.

 

Palacio Sans Souci, 1997. Se trataba del palacio de descanso de Federico el Grande.



El palacio en sí no es imponente, dispone de una sola planta y con dimensiones discretas;  pero diría que todo está dispuesto con un gusto exquisito. Además, edificio y jardín constituyen una unidad armoniosa, una verdadera obra de arte.

Palacio Sans Souci, 1997.
Parte posterior del Palacio Sans Souci. Galeria de ingreso y molino a la distancia, 1997.

 

Parque de Sans Souci. Ingreso al palacio, 1997.



De estilo rococó, la construcción se desarrolla con un elegante piso de mármol, paredes de impecable amarillo, color preferido de Federico, amplios ventanales orientados al jardín, embellecidos con molduras que representan figuras humanas finamente trabajadas y sobre el tejado, esculturas y jarrones para darle realce. Un gran hall de ingreso, de forma circular, rematado en la clásica cúpula alemana, se continúa a cada lado, en forma rectilínea y estrictamente equilibrada, con seis ambientes ricamente decorados, cada uno con su  correspondiente ventanal para recibir la luz del sol naciente. Las habitaciones de la izquierda se utilizaban de morada; el ala derecha contenía una magnífica colección de cuadros. Dos ambientes semicirculares, también muy luminosos, forman la terminación en ambos extremos del edificio. El palacio se continúa hacia atrás por arcadas o galerías de columnas dóricas apareadas que describen un círculo incompleto hasta las rejas de ingreso. En su inmediata vecindad, siempre de manera simétrica, se lucen dos glorietas  primorosas, con una delicada trama de madera y hierro de un verde fuerte con motivos dorados que simulan columnas, adornos de bronce y un sol espectacular laminado en oro. Una de las glorietas contiene una excelente copia de “El niño que reza”, de la Grecia clásica, ubicado actualmente en el Alte Museum.

Martha y mi nieta Carolina a la entrada de Sans Souci, 2012.

 

Interior de Sans Souci bajo la cúpula, 1997.



El interior, a pesar del lujo, mantiene el buen gusto, es alegre y trasmite una sensación de frescura. El ingreso circular está rodeado de gruesas columnas de mármol trabajado  y del mismo noble material es su piso claro con dibujos de flores y de aves. En las habitaciones, cada una con un estilo y color diferentes, se lucen amplias estufas de mármol, espejos y pinturas paisajísticas con marcos dorados y porcelana exquisita. Uno de los dormitorios, de un amarillo mostaza con cortinaje y ropa de cama de igual color, lucía motivos de pajarillos y corona de flores, recreando un ambiente increíble de frescura y paz. Realmente es un palacio para descansar “sin preocupaciones”.

Interior de Sans Souci, 1997.

 

La cama donde durmió Voltaire en el Palacio Sans Souci.

 

Dormitorio del Rey, 1997.

 

Interior de Sans Souci, 1997.

 

Viñedos del Palacio de Sans Souci, 2012.



Afuera, se extendía el cuidadísimo parque, donde de manera sencilla reposa los restos del más famoso jefe del estado de Sajonia, Federico el Grande. En nuestra última visita del 2012, se cumplían los 300 años de la muerte de este gran dirigente prusiano que extendió las fronteras de su país. Su genio militar ha sido comparado con el de Napoleón, pero su tumba, a diferencia de la majestuosa pompa del francés, sólo consiste en una lápida que surge sobre el césped verde, con la simple inscripción de Federico “el grande”. La loza estaba cubierta de patatas (que él importó a la zona) y en la vecindad están enterrados también sus perros favoritos. Todo el conjunto es de una sencillez suprema. En el jardín se observa un desarrollo en terrazas, ocupadas por viñedos parcialmente cubiertos, seguramente para protegerlos de los crudos inviernos. Más abajo, una fuente circular con sus chorros de agua y ya a la distancia, un bosquecillo con árboles de hojas perennes. En el parque abundan las  esculturas de estilo clásico, urnas y jarrones barrocos, césped verde y muy pocas flores. Por fuera, se vislumbran perfiles de otros palacios. Lamentablemente, no nos alcanzó el tiempo para recorrerlo.

Glorieta del Palacio de Sans Souci, 2012.

 

Réplica de la escultura griega "El niño que reza" en el interior de la glorieta, 2012.

 

Parque de Sans Souci, 1997.

 

Viñedos en invernadero de Sans Souci, 1997.

 

Viñedos de Sans Souci, 2017.

 

Tumba de Federico el Grande, 2012.

 

Tumba de Federico el Grande y sus perros, 2012.

 

Molino vecino al Palacio Sans Souci, 1997.



El día había transcurrido sereno, distendido, haciendo honor a la vivienda del gran Federico y comenzamos el regreso caminando por los alrededores. En las inmediaciones se ven ruinas como la enorme figura del Palacio Nuevo, aún abandonado y con menor fortuna hasta ahora que el Sans Souci ya que parece esperar a sus mecenas para que lo reintegre a su pasado de esplendor. Esto ha ocurrido, según información posterior, y el gran Palacio ya es visitable. Por doquier hay mucho verde, mucho espacio para deleite del espíritu y de los pulmones y también un aislado molino de viento, cuya presencia en la zona, no me supieron explicar.

Se termina la tarde, volvemos a Berlín, cruzando puentes y orillando lagos, a la vista de una miríada de veleros y pequeñas embarcaciones que saturan las aguas quietas en esos días de estío. Los bosques cubren al suelo y las viejas construcciones del  casco antiguo de Potsdam parecen saludarnos a la distancia, en el tono gris de su melancolía.  Desdibujada en la bruma del atardecer, creo percibir la sombra egregia de un gran  pacifista sabio que allí nació, Albert Einstein, quien  opacó a los grandes reyes alemanes por sus aportes científicos que enriqueciera a todo el  conjunto de la humanidad.