Crónicas de viaje del Dr. Roberto Tozzini.


En nuestro primer viaje a Europa, que siguió al casamiento  en abril de 1960, Barcelona fue un lugar reiteradamente  visitado ya que pasamos en tres momentos distintos por la gran ciudad, siempre en compañía de los amigos de mi suegro, los Carreras Roca. El contacto inicial fue fugaz, aunque no menos intenso. El Federico C, nuestro barco, hizo una escala en  Barcelona  de unas 10 hrs y allí nos esperaban los Carreras, con el auto estacionado en el puerto, para llevarnos raudamente, a conocer lugares emblemáticos de la magnífica capital y después algo de sus costas, desde Sitges hasta unos parques de “Pueblo Español”  más al norte.


Luego de nuestra gran gira europea, con más de 6000 km en nuestro FIAT 600, retirado en Génova y vendido en Milán, casi al final del viaje, resolvimos salir de allí hacia Barcelona, mediante el tren, previo cambio de vagones en Génova. En esa segunda ocasión, estuvimos tres días paseando junto a nuestros amigos y mentores. Y desde Sevilla, última ciudad en nuestro recorrido,  regresamos también en tren a Barcelona, para embarcarnos desde su puerto  a la mañana siguiente, de regreso a casa.

De ese día de traqueteo ferroviario, desde Génova sobretodo, recuerdo la sucesión de túneles primero  y luego viajar con el tren pegado al mar a lo largo de la costa francesa. Los bellos paisajes de la ribera se reiteraban velozmente tras las amplias ventanillas hasta que las sombras de la noche los volvieron a borrar; amanecía cuando llegamos a la frontera española. Allí subieron adustos inspectores a comprobar nuestros documentos y las visas de ingreso y poco antes del medio día, luego de 36 hrs de tren, llegábamos por segunda vez en este viaje, a Barcelona. Si hay una ciudad que cambia en cada visita, esta es la llamada ciudad Condal. En Barcelona contabilizo en 6 los viajes en que nos llegamos desde Rosario para recorrer sus calles visitando sus sitios de interés y conversando con sus habitantes, algunos amigos, algún ex discípulo  y también un colega rosarino de  viejo conocimiento En ese entonces de 1960, el castellano era el lenguaje general y el catalán una segunda lengua, bastante reprimida.

Los juegos Olímpicos que se realizaron en el 1992 con gran éxito, produjeron cambios importantes en la fisonomía y circulación de la ciudad con creación de nuevos barrios y revalorización del puerto y las playas de las que Barcelona se había alejado.  Cada vez que fuimos, encontramos una ciudad mejor, distinta, aunque en la actualidad, la política y un renovado un afán separatista, comienzan a lastimarla. Con lengua propia, poderosa industrialización, un bagaje cultural magnífico, Barcelona lucha hoy, democráticamente, para separarse de España y esa fiebre que en su momento incendió al país Vasco, ha hecho presa de la mitad de sus habitantes, enfrentándolos entre sí y con  un destino complicado y quizá destructivo. Hago votos para que la razón mantenga unida a su gente y que su futuro siga el derrotero de su mejor conveniencia, evitando que sólo prime la pasión. Quizás  demasiados argentinos inmigrantes  aportan hoy su cuota intolerante al país que los ha acogido con mucho cariño en su suelo, agregándole inestabilidad. Y la ciudad ha sido el destino preferido de mis numerosos connacionales, en las distintas olas emigratorias por razones políticas o económicas. 

Las relaciones entre Barcelona y Madrid nunca fueron cordiales. Corría el siglo XVI cuando los reyes católicos privilegiaron a Sevilla y luego a Cadiz como puertos de ultramar en el intercambio con las tierras americanas recién descubiertas y Barcelona quedó fuera de este comercio tan lucrativo. Tiempo  después, en 1714, el rey Felipe V, abolió los privilegios catalanes, subordinando la región al  dominio central. Obliterado su comercio marítimo y restringido su comunicación con el resto de España, Cataluña se volcó a Francia su vecino rico y desarrollado, adoptando de ellos algunos modelos culturales, industriales y de modernización. Así a comienzos del 1900, nos encontramos con Madrid, la capital de una España atrasada, casi pastoril, pero con todo el poder administrativo del Estado y Barcelona, industrializada, enriquecida, con una cultura liberal floreciente y verdadera capital económica del país.  Su puerto había recobrado el vigor  como punto de cruce de las principales rutas internacionales  y nuevas líneas ferroviarias la conectaban con el resto de la península y con Francia. Pero la enseñanza y práctica del idioma catalán, continuaba dificultada o reprimida. Así lo había sido intermitentemente y lo siguió siendo durante todo el régimen franquista. Y el idioma reflejaba la identidad catalana. Ya en la edad media figuraba dentro del grupo de los dialectos Provenzales que se hablaba al norte y sur de los Pirineos dándole un sello propio a la región por fuera de la propia España.

Además, la idiosincrasia de este pueblo ha dado muestras repetidas de inquietud y rebeldía. La prosperidad económica no eliminó las tensiones sociales y ya en 1880 se fundó el primer sindicato socialista para los obreros catalanes y poco después se iniciaban movimientos anárquicos con atentados explosivos y duras represiones  A nivel cultural, la atmósfera intelectual se mostraba tolerante en sus expresiones de avanzada y resultaba muy frecuente que sus principales artistas, se expresaran sólo en su lengua vernácula. Precisamente, poco antes del inicio del siglo XX, se afianzan en la Barcelona rica  grandes arquitectos y figuras de la cultura que introducen en la capital el modernismo europeo (tiempo del art nouveau francés). Figuras como Gaudí, Domenech i Montaner y Puig i Cadalfash, junto a otros, forjarán mucho del perfil edilicio de la Barcelona que hoy exhibe con justificado orgullo. 

La bonita  ciudad que  en el 1960 me mostró Carreras Roca, se ha multiplicado, extendido sobre la sierra vecina y la costa, embellecida incesantemente. Los Juegos Olímpicos ya mencionados de 1992 y circunstancias internacionales favorecieron  la construcción de nuevos barrios, avenidas, museos y hospitales. 

En nuestro segundo viaje de 1971 tuvimos la oportunidad de recorrer mejor a la gran ciudad catalana, aún en compañía de los Carreras Roca, excelente familia que nos dedicó su tiempo y afecto, por su relación con mis suegros, llegándose a tejer con ellos una perdurable amistad. Como lo señaláramos, esta capital  se destacaba también por su brillo intelectual y cultural, con excelentes universidades, arquitectos originalísimos y luego la participación de pintores excepcionales, como Dalí,  Miró, y por supuesto Picasso el gran artista malagueño que vivió en Barcelona muchos años, antes de trasladarse a Paris. Barcelona era en ese momento, la más cosmopolita ciudad de España y la más progresista, aún en ese universo gris del gobierno franquista que la había distanciado del resto de Europa.  Por esos años, resultaba un lugar común, repetir que Europa terminaba en los Pirineos y en realidad, el país lucía pobre, modesto, atrasado y dividido. Nada que ver con la pujante actividad y el alto estándar de vida que observamos 40 años después y que transformó a Barcelona en una de las capitales más modernas y desarrolladas de Europa, superando al crecimiento de toda España.

La guerra civil, tan violenta como salvaje, había dejado cicatrices muy profundas en el tejido social,  aunque los españoles supieron con gran inteligencia enterrar su pasado aunque no olvidarlo. En ese entonces negro, los hechos de horror se sucedieron en ambos bandos, con verdadera furia fratricida y nuestros amigos catalanes contaban con renuencia, ya que uno escapa de los malos recuerdos, los intentos de ejecución y vejámenes sin cuento, que habían sufrido en manos de las fuerzas comunistas que los obligaron una noche aciaga, a dejar todas sus pertenencias junto a su casa, al filtrarse una información del servicio doméstico, y escapar  con lo puesto hacia la nada, para conservar la vida… Ahora, tras la victoria franquista, la región se había tranquilizado a la fuerza y en toda la sociedad se asistía a tibios intentos independentistas y de recuperación cultural. Aún persistía la prohibición de emplear al catalán como idioma oficial, aunque  una serie de restricciones ideológicas se iban desvaneciendo lentamente. Una de esas aperturas, le permitió al profesor de Ginecología de la Universidad estatal, Gonzalez Merlo, que me invitara a su cátedra, en 1971 a dictar un par de conferencias sobre anticoncepción, un tema que había sido tabú en toda España, por la fuerte presencia de una iglesia muy conservadora (el Opus) entre las filas Franquistas. También en aquella época, debo recordar que los argentinos éramos recibidos con mucha simpatía, como los parientes ricos del otro lado del océano, existiendo la convicción errónea que en nuestra patria, la vida era fácil y las posibilidades de progreso, ilimitadas.

En esos días recuerdo que recorrimos sin prisa el paseo de  las Ramblas por primera vez, que se extiende desde la plaza Cataluña hasta el monumento a Colón, en la plaza de la Pau cerca ya del puerto, siguiendo un antiguo lecho que descargaba al mar  aguas pluviales. Ya en ese entonces una multitud recorría el paseo, a la sombra de antiguos plátanos, con bares y cafés al aire libre, quioscos de diarios y revistas, vendedores de flores y de pájaros. A un lado, cerca del monumento a Colón se levanta el importante Museo Marítimo donde se exhiben 10 naves de los siglos XIV al XVII producidas en los astilleros locales. También se encuentra una reproducción a tamaño real de la Galera comandada por Juan de Austria en la batalla de Lepanto y también la reproducción de la Santa María, la carabela que llevó a Colón en su primer viaje a América. Más adelante encontramos una vasta plaza peatonal, de altas palmeras, rodeada de edificios clásicos, la Reial, que mantiene su aire alegre con numerosos cafés y negocios y una fuente central rodeada de  bellas farolas diseñadas por Gaudí. Se percibía un ambiente festivo, seguramente propio del ser catalán. Fue allí,  en la vereda, que vimos a unas adolescentes con vestidos típicos,  bailar una sardana para nuestro deleite. A esta altura, pero del otro lado de la Rambla, se extiende el barrio chino, de notable vida nocturna y mala fama que se encuentra actualmente en proceso de reconversión. Un poco más adelante, en la calle Nou de la Rambla, enfrentando a la plaza Real, se levanta el Palau Güell donde Gaudí afirmo su concepción artística, mezcla de fantasía y modernismo, con frentes y terrazas muy trabajadas, junto a una herrería muy bella y toques evocadores de flores y animales sin ser figurativo. Esta obra realizada entre 1885 y 1889 para su gran sponsor, el Industrial y noble Eusebio Güell, marca un hito para el original arquitecto.  A pocos pasos, el palacio de los virreyes de Cataluña, del siglo XVI,  guarda hoy los archivos de Cataluña. 



En el 71, camino de regreso al hotel Majestic, donde parábamos en estos primeros viajes, pasamos cerca de La Pedrera, por calles con agradables edificios que albergan hoy  conocidos negocios españoles y catalanes: Desigual, el Corte Inglés, etc, etc.



Últimamente, una parte importante de la ciudad se ha vuelto a  abrir sobre el mar, luego que los ya mencionados juegos Olímpicos del 92,  instaló su villa, precisamente en este lugar y que posteriormente se ha transformado en un barrio residencial. La zona se ha poblado de restaurantes, museos, juegos y atracciones varias.

Montjuic: es una colina de 213 m. de altura ubicada cerca del mar en el sudoeste de la ciudad, en cuya cima se construyó un castillo fortificado en los tiempos que Barcelona  entró en conflicto con Felipe IV. Desde allí se domina el puerto con vistas interesante de los alrededores. Hoy es asiento de un museo Militar, al que puede accederse por un telesférico.

En 1929, Montjuic fue elegida sede de una exposición Internacional y gracias a la misma, al fondo de la avenida reina María Cristina, se construyó un conjunto de fuentes con surtidores iluminados, pabellones y palacios. Además, por la ladera norte, se levanta el impresionante Palau Nacional con el Museo de Arte de Catalunya y que exhibe tallas de madera, escultura y una magnífica colección de frescos románicos, en medio de bonitos jardines. También se ha instalado un parque de atracciones. Colina abajo encontramos el Museo de arqueología que no alcanzamos a ver y un conjunto de piscinas. Cerca, en esta zona pletórica de museos, está la Fundación Joan Miró, que patrocina unos de los mejores museos de arte moderno de toda la península.

En la vecindad, se halla el Poble Espanyol (Pueblo Español, en 1960) en un jardín construido a propósito de la  Exposición Internacional de 1929 con réplicas en miniaturas de famosas construcciones y lugares característicos de las distintas ciudades de España, además de bares, restaurantes y  tiendas de recuerdos. Lo recorrimos en el lejano 1960  llevados por Carrera Rocas  y posteriormente en la visita del 2003.


Si de la plaza del Palau, nos alejamos del mar pocas cuadras, daremos con la elegante figura de una iglesia, que recién restaurada, visité en el 2003 en compañía de mi amigo, el Dr. Sánchez Lujan. Se trata de Santa María del Mar, una bellísima obra del gótico catalán, construida en el siglo XIV por los marinos que habitaban ese barrio y buscaban rivalizar en cierta forma, con los más adinerados que construían la Catedral  Se logró una construcción que atrae vivamente por su simplicidad, que también se respira en su interior, luminoso y de gran altura.



Incursionando algo más al norte, en el barrio de la Ribera, encontramos dos joyas de esta inacabable ciudad: el Museo Picasso y el carrer (calle) de Montcada).

El Museo Picasso es a mi gusto el más importante de los dedicados con exclusividad a este pintor genial. También hemos visitado el de París y varias veces, el de Málaga. Está instalado en los bellos palacios góticos de Berenguer de Aguilar y del Baron de Castellet y exhibe obras que van desde el 1881 al 1973. Muchas de las pinturas son del período de su juventud como retratos familiares, de Sabartés (amigo y mentor), de salud y caridad, etc. Se ven hermosos exponentes del período azul y del rosa y aguas fuertes sobre tauromaquia y una serie de jarrones, fuentes y platos que fueron donados por Jaquiline Picasso.  Lo recorrimos un par de veces   dejándonos una admiración duradera.    


El carrer de Montcada está situado al este del barrio gótico y la calle está bordeada por Palacios de estilo gótico, de los siglos XIV al XVI, que en su tiempo, fueron residencia de la nobleza local y la alta burguesía. Las austeras fachadas dan acceso a enormes y lujosas estancias, hermosos patios, grandes galerías y escaleras señoriales. Muchas de ellas se pueden visitar, sobresaliendo al respecto, el palacio de Berenguer de Aguilar del siglo XV.

Pero sin duda, la construcción más icónica de Barcelona y la iglesia que despierta mayor interés para propios habitantes y el turismo, es la de la Sagrada Familia, inmortal obra inconclusa de Gaudí, de absoluta originalidad y exponente insuperable de la arquitectura catalana. La imponente iglesia, con influencia gótica, tiene asimismo reminiscencia islámica y mudéjar, con ornamentos que recuerdan vegetales, pero fundamentalmente expresa concepciones personales del artista, impregnado en un profundo sentimiento religioso. A la muerte de Gaudí, en 1926, atropellado por el tranvía nº 30 y llevado con parsimonia a un Hospital de Indigentes, donde muere antes de ser reconocido, se había completado  sólo una de las 18 torres que incluía el proyecto. Doce corresponden a los apóstoles, 4 a los Evangelistas y las dos centrales, las  mas altas, a la Virgen María y a Jesucristo. Las torres menores superan los 100 metros de altura y la de Jesús, tendrá 170 metros, siendo entonces, la catedral con las torres más elevadas del mundo. Y los ingresos se  corresponden con los 4 puntos cardinales, representado cada uno un momento particular de la vida de Cristo. El diseño original se ha seguido a rajatabla, pero el avance tecnológico ha venida en ayuda de un proyecto donde los materiales y procedimientos necesarios aún no se conocían cuando se diseñaron.




Recién en 1940 las obras se reanudaron y cuando la visitamos, en el 2003 la estructura estaba avanzada y resultaba impresionante. La Sagrada Familia entra en la categoría de realizaciones extraordinarias de la humanidad, por lo que Barcelona, estado laico y en plena declinación del sentimiento religioso, comprometió su esfuerzo y un gran patrimonio para la conclusión de la obra, comprendiendo que representa a los ojos del mundo, el idealismo, la pujanza y capacidad de un pueblo, su amor a la belleza, su originalidad y armonía, enraizada con un misticismo originario y trágico, muy catalán. Las cuatro torres del frente, producen la sensación de brazos lacerados que se levantan hacia el cielo, en un gesto de infinita impotencia. En nuestra última visita del 2014, la obra había avanzado considerablemente, ya con 8 torres completas,  el frente casi terminado y las otras tres puertas, en grado variable de terminación. Las grandes torres centrales estaban en el inicio de su ejecución. Muchas figuras cuidadosamente diseñadas por Gaudí, adornan los ingresos, resaltando la crucifixión de Cristo e imágenes de los apóstoles y la virgen María. El conjunto, como dije,  mezcla barroca, mudéjar y vegetal, no sé si es insuperablemente bello pero sin duda es tremendamente  impresionante y casi irreal. Nada parecido he apreciado en toda Europa. La mole amarronada, como de barro, ocupa toda la manzana y alza sus numerosas torres  con una filigrana entretejida de material como revestimiento, superando ya en altura a toda otra iglesia española. Su interior  es luminoso y austero. La Sagrada Familia parece hoy un gigantesco fantasma inacabado que encarna lo bueno y lo malo de la humanidad. Su simbolismo es enorme y constituye actualmente –y lo será más en el futuro- el lugar más visitado de Cataluña.



Al norte de la ciudad, encontramos otro bello parque con brillantes toques de exaltada fantasía, obra magnífica de Gaudí. Es el parque Güell, dedicado a su gran mentor. Es probablemente su obra más imaginativa, donde el artista muestra su capacidad de sumar esculturas y arquitectura en un entorno natural. En esta, su última gran obra finalizada (1914)  se mezclan brillantes mosaicos, columnas inclinada animales policrómicos  exóticos y referencias florales. Encontramos al recorrerlo con asombro, pabellones con formas de hongo, bancos ondulados que mezclan los asientos y escaleras que no conducen a ningún lugar. Mundo alucinante, donde el propio Gaudí se recluyó y vivió la última década de su vida.

El parque, constituye algo único en la historia del arte europeo. Estas obras, junto con otros grandes arquitectos de su época, marca el nacimiento del modernismo catalán, años  antes que se presentara en Bélgica con la famosa casa Tassel.

Cerca del Palacio Güell,  podemos visitar, o mejor aún, asistir a una función en el Liceú, teatro que ofrece espectáculos de  ópera y al ballet y considerada una de las salas más atractivas de Europa. Siempre en dirección a la plaza Cataluña, apenas nos desviamos  hacia la derecha para disfrutar de unos minutos de paz en medio de la algarabía;  llegamos al viejo hospital de la Santa Creu, un conjunto de edificios góticos  y neoclásicos cuyo patio, actualmente un bello jardín público, alberga la Biblioteca de Catalunia. Y la Rambla desemboca ya en la conocida plaza Cataluña, con su gran fuente central, rodeada de negocios importantes (el corte Inglés entre ellos) y el movimiento febril de sus habitantes por sus actividades comerciales más que turísticas. 

En la actualidad al llegar al final portuario de La Rambla, se puede continuar por un puente peatonal hasta llegar al Moll de Espanya, un viejo embarcadero en medio de Pot Vell. Allí se encuentra un Aquarium, el más grande de España (hay disputa con el de Valencia) y uno de los más variados e interesantes de Europa; un poco más al noreste luego de la zona de pescadores de la Barceloneta, comienzan las playas y la villa Olímpica, recuerdo valioso de la olimpiada que albergó Barcelona.

La otra vía de recorrido clásico, es el paseo de Gracia adornado con elegantes farolas de hierro forjado  donde observamos  valiosos exponentes de esta original edificación, que nos legaron los grandes arquitectos y que floreció entre el 1890 y el 1925. Allí visitamos en viajes distintos, dos exponentes característicos de  la producción gaudiana: la Pedrera y la casa Batlló. La Pedrera, que se levanta en una esquina, fue primero (2003) y su fachada de 6 pisos, mantiene una línea ondulada, con fuerte aspecto marino, balcones  y ventanas ornamentados con motivos florales, empotrados en galerías excepto el piso superior. En el interior encontramos ambientes amplios, cálidos, con mobiliario diseñado en su momento por el propio Gaudí. Las terrazas se hallas ocupadas por extrañas figuras que reemplazan las chimeneas de calefacción, dispuestas en distintos niveles a los que se accede por numerosas escaleras en medio de un conjunto de figuras con reminiscencias humanas que parecen brotar de un ensueño más que de una realidad. Seguramente constituirá una pesadilla para el personal de limpieza y una maravilla para el viajero que se asombra al contemplarlo. La otra construcción, mas al centro de esta lujosa avenida es la casa o Palau Batlló que también se ubica en la llamada “manzana de la discordia” , aunque se la debería denominar, “la cuadra fantástica” ya que en ella compiten los estilos de Domenech (casa de  Lleó Morera en el Ñ° 35);  Puig (casa de Amtller N° 41) y a su lado, Gaudí ( casa de Batlló N° 43). Recorrimos esta extraordinaria mansión  de 6 plantas en el 2014, con una magnífica fachada cubierta por mosaicos y tejado ondulado con grandes balcones  y ventanas ornamentadas con motivos florales y un interior distinguido y lujoso, con muebles, herrajes y aberturas especialmente diseñados para cada ambiente, también aquí, por el mismo Gaudí, constituyéndose en una pieza única de la arquitectura de su siglo  La madera trabajada con incrustaciones cristalinas  y los mosaicos de fuertes colores en el tono celeste y el azul, impactan vivamente, notándose un cuidado casi obsesivo, de los más mínimos detalles. Desde sus amplios ventanales, Batló, banquero y amigo  de Gaudi, vería con satisfacción el fluir de gentes por el principal paseo de la ciudad.   En los patios posteriores, apreciamos los contrafrentes de las otras lujosas propiedades y la terraza del palau Batló, que como la pedrera, parece ocupada por figuras fantásticas aunque las chimeneas y columnas se elevan aquí a partir de un solo plano y no en variados niveles unidos por medio de escaleras. También la vista de la ciudad, sin edificios muy elevados, resulta agradable y ordenada.




Si un poco más adelante, salimos del Paseo, por  la calle o carrer de Sant Pere, daremos  con la realización más conocida de Domenech, el Palacio de la Música  o Palau del Orfeo catalán que comenzó a construirse en el 1905. Debido a la presencia en la manzana de un importante monasterio, el terreno concedido a Domenech para el desarrollo del Palacio resultaba pequeño y ello determinó que con su equipo de trabajo recurriera a soluciones  originales. La principal fue llevar el gran salón auditórium al primer piso para brindarle la totalidad del espacio disponible, al que se accede por una impresionante escalera de estilo imperial.  A pesar de la impactante belleza de sus dos fachadas, lo significativo del Palau reside en su interior y en la capacidad del arquitecto en lograr grandes espacios luminosos con una riqueza cromática y decorativa asombrosa que hacen de esta sala, la más extraordinaria que he visto, para estas funciones. Así el Palacio de la Música se constituye por propio derecho, en uno de los íconos imperdibles en el conocimiento de esta multifacética ciudad.



Más tarde, nos dirigimos al conocido barrio Gótico, que recorrimos desde 1960, tantas veces,  con la plaza Nova de los tiempos romanos y los restos de una gran muralla con dos torres que cuidaban la puerta oeste de la ciudad. Sobre la plaza, se levanta la iglesia catedral de Santa Eulalia, patrona de Barcelona, con un estilo gótico- francés y detalles catalanes. Su interior luminoso y de imponente altura, muestra estilo gótico catalán y está rodeado de bellas capillas con retablos hermosísimos como el dedicado a San Gabriel y el de La Transfiguración.  Además en la Capilla del Santísimo Sacramento, se exhibe el Cristo de Lepanto, tomado de la proa de la galera comandada por Don Juan de Austria en la célebre batalla naval de Lepanto (siglo XV). La cripta contiene un sarcófago de alabastro con las reliquias de santa Eulalia, virgen y mártir del siglo IV. Adjunto a la catedral uno recorre los pasillos con arcadas góticas del convento que encierra  un bello espacio central ocupado por plantas patos y cisnes. Por fuera se extiende la gran plaza de la Catedral que en días festivos se ocupa con tiendas donde se venden antigüedades, libros, bijouterí  y adornos varios.

 



Caminando por la ciudad vieja y el barrio gótico, nos encontramos con edificios y fachadas con trabajos fantásticos. Sobre el carrer del Bisbe Irurita vemos la fachada lateral  del Palacio de la Generalitat y  sobre el portal, luce un bello medallón de San Jorge esculpido en el siglo XV y a su izquierda se encuentra la residencia del presidente de la Generalitat, en la Casa de los Canónigos. Ambos edificios están conectados por una galería neogótica que cruza a unos 5 metros sobre la calle. El Palacio de la generalitat es un enorme edificio clásico, sede del gobierno autónomo de Catalunya En su terraza, se levanta una cúpula cubierta con escamas azules y rosadas y culmina en una torre con igual revestimiento Posee un carrillón que ofrece conciertos populares los domingos al medio día.


En la vecindad se admira un conjunto escultórico, enmarcado por columnas y farolas, dedicados a los héroes civiles. Y sobre la plaza San Jaume se observa la fachada neoclásica del Ayuntamiento, mientras la que da a la calle de la ciudad, muestra una bella elaboración gótica del siglo XIV.  En la plaza Ramón Berenguer  se observan, incorporadas al Palacio Real, las viejas murallas del recinto romano.



Resulta interesante recorrer los salones  del Museo de Historia de la Ciudad, en la casa Padellás, junto a un conjunto de importantes edificaciones sobre la plaza del Rei, que incluye el mirador del Rey Martí, torre de 5 pisos, el salón de Tinell y la capilla de Santa Ágata, de estilo gótico catalán. El lado restante de la plaza del Rei, lo cierra el palacio mencionado. 

 

 


El otro extraordinario arquitecto ya mencionado, que dejó profundas huellas de su genio en esta ciudad es Luis Doménech i Montaner. Se ha dicho en la inevitable comparación entre los dos grandes, que Doménech fue un modelo de la racionalidad, del trabajo en equipo y del compromiso social, mientras que Gaudí representaba al genio individualista, pasional y solitario, con profundas vetas místicas. Pero no olvidemos que en la autónoma Cataluña, los juicios estarán teñidos por la inclinación política del historiador. Lo cierto es que los dos concretaron obras originalísimas y de gran belleza que caracterizan hoy a la ciudad. Afortunadamente para los catalanes, ambos existieron.

De Doménech pueden citarse un magnífico Café- Restaurante, de finales del siglo XIX, la  Casa Roura de Canet, las de Lleo Morera y otras, pero sobretodo, el Palau Montaner y el Palau de la Música (la Casa del Orfeó Catalá) ya en los albores del siglo XX. Esta última construcción, que ya describimos, es una fiesta de colores y de magníficas formas decorativas. Mencionemos también el edificio de ladrillo rojo, ocupaba en su momento por la editorial Montaner i Simó y que fue transformado por el propio Montaner en un bello edificio modernista. Posteriormente la Fundación Tapies que introdujo nuevas modificaciones a la propiedad exponiendo esculturas y pinturas en sus salones. El hospital de Saint Pau  es otra de sus magníficas realizaciones.


 



El gran constructor, moría a fines del 1923, 3 años antes de Gaudí, cuando Primo Rivera ingresaba a Madrid, en esa época turbulenta española.Como lo relatamos a propósito de otros recorridos, conocimos en las vecindades, el bonito pueblo costero de  Sitges, con sus sierras que caen al mar, sus playas y sus caletas y sus cientos de veleros que llenan la marina, en un pequeño puerto a la entrada de la población. El poblado en sí se desarrolla en distintos niveles, sobre la caída de la barranca costera y las escaleras y callejas que serpentean entre las casas, le confiere al lugar un particular encanto. Y sobre un promontorio rocoso, sobre la bahía, una pequeña catedral, hace guardia permanente protegiendo a los pescadores, que se aventuran en la mar. 

Finalmente fuimos invitados reiteradamente por nuestros distintos amigos a presenciar una corrida de toros, pero a pesar de los fascinantes relatos de tauromaquia dejado por Hemiway, nos pareció siempre una práctica salvaje e injusta y resolvimos no asistir. Y el Barcelona de Pepe Guardiola y de nuestro querido Messi, recién iniciaba su ascenso triunfal y tampoco concurrimos a presenciar un partido. 

Sí, aceptamos dos veces un almuerzo de despedida en las agradables instalaciones del Yacht Club de Barcelona con los veleros y el mediterráneo como bella imagen de fondo tras los amplios ventanales; la primera fué con los Carreras en la visita del 60 y la segunda  con nuestros amigos rosarinos devenidos españoles Ignacio Sanchez Luján y su esposa  Irene, en el 2003. Y nuestra última visita a la gran ciudad, fue en el 2014.

Pero a partir de Barcelona se sumaron otras emociones que recordamos. La mayor fue la salida de 1960, hacia Madrid, donde decidimos volar por vez primera en nuestras vidas y lo hicimos en una aeronave moderna, un “Super Constellation” Todavía siento la emoción al sacar los pasajes y si mal no recuerdo y el trayecto se realizó sin inconvenientes, quedando fascinado con la experiencia. Sensación de ave, ver las nubes a nuestros pies! O el sueño de Ícaro realizado por la tecnología. Pero mis cavilaciones no duraron mucho pues el viaje era muy corto y a la hora sobrevolábamos el aeropuerto de Barajas.

Ya relatamos que en ese primer viaje, volvimos a Barcelona desde Sevilla, pero  ahora en tren con cómodos camarotes. Por tercera vez, vemos entonces el perfil de la ciudad catalana; pero nuestra estancia entonces fué muy breve, de una noche, solo la necesaria para saludar a nuestros amigos, almorzar con ellos como dijimos y aguardar el barco (ahora el Giulio Cesare) que nos regresó a la Argentina. Como en  viajes posteriores  llegamos en auto (1971) o avión, la gran Capital, ha sido la única ciudad de Europa adonde hemos ido en barco, automóvil, tren o vía aérea. Otra curiosidad vinculada a Barcelona.