Hijo de humildes inmigrantes piamonteses, nació en Buenos Aires en 1884 y murió en Rosario a los 51 años.
Se graduó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y se casó con una inmigrante catalana; luego toda la familia se trasladó a Rosario.




Es lógico preguntarse cómo inmigrantes tan pobres que vinieron, no a fare lAmerica sino huyendo de la guerra, lograron que dos de sus hijos: Artemio, mi padre, y Lelio, mi tío, se recibieran de médicos.




Se sentía orgulloso de su familia; éramos tres hermanas y un hermano; al referirse a sus hijas decía: "mis tres gracias".




Socialmente era muy amable. En nuestra mesa familiar, solía haber invitados; eran fnuy interesantes las sobremesas.




Recibía muchos regalos de sus pacientes del campo que solían invitarlo a conocer sus chacras, a elegir frutas, verduras, aves, conejos, encantado iba y aceptaba todo. "Pero Artemio, basta, basta" (decía mi madre). La respuesta: "Pero María Antonieta, si para esta gente es un honor que su cirujano venga y acepte sus regalos".




Era muy estudioso y tenía una gran cultura general, hablaba a la perfección español, italiano, francés e inglés.




Mecenas de varios artistas, como el escultor Herminio Blotta, autor de la mayoría de las estatuas que hay en los parques de Rosario, al que le solía pagar las cuentas del almacén, y del pintor Antonio Berni a quien mandó a Paris a perfeccionarse como pintor.




También ayudó a muchos de sus discípulos, y a algunos hasta los hizo partícipes de su Instituto en el Sanatorio Británico.




Como médico, en su fructífera y breve vida, llegó a ser uno de los más eminentes cirujanos argentinos. Fue primus ínter pares según figura en una placa ubicada en el Círculo Médico de Rosario. Fundó la Revista Médica de Rosario y la Escuela de Enfermeros. Fue Jefe del Servicio de Hombres del Hospital Español.




Tenía una concepción neohipocrática de la medicina. Cada paciente es una persona y no un número, y en uno de sus libros escribió: "Cuando yo sea profesor me opondré a que se nombre así a los pacientes."




También tenía muy en claro lo que significa la Medicina de la Totalidad o sea de todos los factores: hereditarios, somáticos, psicológicos, socioculturales. Cada enfermo vive su enfermedad de manera única e irrepetible. Además su corazón estaba abierto y su mano se apoyaba fraternalmente sobre el hombro del paciente.




Fue un pionero en preconizar la levée precoz, o sea el permanecer el menor tiempo posible internado. Así mismo le parecía que el uso del barbijo era una exageración.




Era consciente del respeto y admiración que despertaba, y medio en broma y medio en serio decía: "¿Quién es el mejor cirujano de Rosario? Yo, segundo no hay, tercero mi hermano Lelio."




Era elegante y refinado para vestir, y le gustaba demostrarlo. Cuando se presentó al concurso de la Cátedra de Cirugía (que ciertamente ganó) lo hizo con su galera, sus guantes y su bastón diciendo ceremoniosamente "Está ~tarde gris me hace recordar a las tapáes de Londres". En dicho concurso el único antecedente que presentó fue el de haber sido nombrado miembro de la Real Academia de Cirugía de Londres.




A fines de los años 20 lo invitaron a dar conferencias en París donde fue con su familia. También allí estaba el maharajá de Kapurtala, que visitó nuestra casa. Recuerdo esta escena: mi padre sentado, yo en su falda, el maharajá enfrente con su turbante sujeto con una gran esmeralda. De pronto me preguntó: "¿Te gustan los elefantes?" "¡Sí, sí!". "Bueno, te mandaré una pareja para que tengas elefantitos", "¡No y no, es imposible!" dijo mi padre; yo salté de su falda y llorando fui a la del maharajá, que no podía entender tal negativa.




Cuando murió el 15 de noviembre de 1935 fue velado en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Médicas. El inmenso salón resultó pequeño para albergar a tanta gente que acudió a darle su último adiós.




Recibió también numerosos homenajes post mortem. A 40 años de su muerte, al inaugurarse el Bloque Quirúrgico del Hospital Centenario le pusieron su nombre, como justiciero homenaje a quien fue maestro indiscutido de la cirugía argentina, médico humanista, docente de alta escuela. También fue homenajeado por todas sus obras y esencialmente por haber coadyuvado al prestigio de la Medicina en la denominada "época de oro" de la Facultad.




por Ana María Zeno.