por Prof. Dr. Alfredo E. Buzzi, Profesor Titular de Diagnóstico por Imágenes, UBA.
Hipócrates es una de las figuras más destacadas de la historia de la medicina. Aportó importantes y duraderas contribuciones a esta ciencia y fundó la escuela que lleva su nombre. Revolucionó la medicina de su época, estableciéndola como una disciplina separada de la magia y de la religión y convirtiendo el ejercicio de la misma en una auténtica profesión. Su influencia sigue teniendo vigencia.
Hipócrates (Figura 1) se ha convertido en
el Padre para aquellos que se ocupan del arte de curar de todas las tendencias, muchas de ellas muy distintas e incluso opuestas. Los homeópatas encuentran en los escritos hipocráticos las raíces de sus doctrinas. Naturistas, quiroprácticos, herbolarios y osteópatas lo invocan como el fundador de los ideales que subyacen en sus propios enfoques de la salud, las enfermedades y la curación. Lo mismo ocurre con los médicos de los hospitales modernos, muchos de los cuales repiten su Juramento, o una versión de este, cuando obtienen sus títulos.
Las razones de este curioso estado de situación se pueden encontrar en la historia. Por un lado, el Hipócrates "histórico" es lo suficientemente vago como para permitir que se le adjudiquen una multiplicidad de interpretaciones. Por supuesto, Hipócrates existió. Vivió en la isla de Kos, frente a las costas de la actual Turquía (Figura 2), desde aproximadamente 460 aC hasta 370 aC, durante el llamado "Siglo de Pendes", época en la que brilla el genio de los griegos. Esto lo hace un poco más viejo que Platón, Aristóteles y los otros creadores de la cultura griega clásica, centrada en Atenas.
Figura 1: Busto de Hipócrates del Museo Pushkin (Moscú)

Es poco más lo que sabemos de él. La primera biografía que se conserva sobre Hipócrates fue escrita 500 años después de su muerte por Sorano de Éfeso. Seguramente se han escrito otros textos previos a éste de los cuales Sorano extrajo la información datos, pero hoy no están disponibles para nosotros. Sabemos que su padre, Heradeides, también ejercía la medicina. Hipócrates viajó mucho por toda Grecia, por Egipto, y por Asia Menor, de donde se nutrió de los conocimientos y teorías médicas que fueron la base de su doctrina. Volvió a instalarse en su ciudad, Kos, donde practicó la medicina y enseñaba a alumnos por una tarifa. Alcanzó un buen grado de fama, ya que Platón lo menciona. Ciertamente no escribió todas las obras que se le atribuyen, ya que fueron compuestas durante aproximadamente dos siglos por diversas manos desconocidas. Todavía se debate cuáles de los textos del Corpus Hipocrático fueron escritos realmente por el propio Hipócrates y cuáles por miembros de su escuela. Los aproximadamente 60 escritos que se conservan del Corpus Hippocraticum contienen mucha inconsistencia y muchos puntos de vista distintos. Estos escritos "hipocráticos" cubren muchos aspectos de la medicina y de la cirugía, que incluyen temas de diagnóstico, de terapias y de prevención de las enfermedades. Hubo, pues, muchas posturas "hipocráticas", y nuestra "medicina hipocrática" es una construcción histórica, que se alcanza al seleccionar ciertos temas y teorías, y unirlas en un marco conceptual.
Figura 2: Isla de Kos (en rojo) en la periferia del Mar Egeo meridional, vecina a la costa turca

La agrupación de los tratados de Hipócrates se remonta a tiempos antiguos, como lo demuestra el trabajo de comentaristas como Galeno o las ediciones de Artémidore Capitón y Dioscorides. La Souda, una enciclopedia bizantina del siglo X, es la primera en referirse al Corpus propiamente dicho, descrito como "compuesto de sesenta libros". La totalidad del Corpus Hipocrático se imprimió en una sola pieza en 1525 en latín bajo la dirección de Marco Fabio Calvus en Roma (Figura 3). La primera edición completa en griego se publicó al año siguiente en Venecia. La primera traducción al inglés fue publicada hace casi 300 años. Una de las ediciones más importantes es la del francés Émile Littré, quien le dedicó veintidós años (1839-1861) de arduo trabajo (Figura 4).
Figura 3: Manuscritos de Hipócrates del Corpus Hipocrático del Siglo XIV. Museo Vaticano

Figura 4: Traducción al francés de obras de Hipócrates.

En medio de la multiplicidad de temas y, a veces, la heterogeneidad de criterio de sus textos, hay un hilo conductor que atraviesa todo el Corpus y hace que Hipócrates sea tan atractivo para tantos y tan diversos actores del arte de curar: la medicina hipocrática es holística. El enfoque hipocrático es siempre para todo el paciente. La medicina hipocrática surgió de la filosofía, a partir del descubrimiento de la naturaleza (physis) por parte de los presocráticos dejonia. En consecuencia, los tratados médicos que componen el Corpus Hippocraticum están escritos en dialecto jónico y adoptan una concepción de naturaleza humana como "microcosmos", es decir, como un todo inescindible en partes que posee en sí mismo la capacidad de autorregularse. A partir de esta semejanza entre el hombre y la naturaleza, es posible analizar el concepto de salud y enfermedad que esta medicina preconizaba, así como también los rasgos que ameritaron que fuera considerada como un arte. Incluso sus aspectos éticos son tratados a la luz de esa prístina concepción antropológica que honraba al hombre mucho más que la que subyace a la medicina contemporánea.
Figura 5: Ruinas del Asclepleion

A los antiguos griegos no les gustaba la disección del cuerpo humano. Los médicos griegos no realizaron autopsias para determinar la causa de la muerte ni enseñaron ninguna anatomía profunda a sus discípulos. No había escuelas de medicina en el sentido moderno del término. Los estudiantes aprendían directamente de sus maestros, y lo que aprendían era la anatomía de la superficie y un sentido sagaz de mirai atentamente a sus pacientes en busca de signos que sugirieran el curso probable de la enfermedad, es decir, su pronóstico. No había hospitales; el paciente era atendido en su casa. Estas características estructurales de la medicina griega antigua la convierten en el prototipo de la atención primaria moderna. El médico hipocrático necesitaba conocer a fondo a su paciente: cuáles eran sus circunstancias sociales, económicas y familiares, cómo vivía, qué comía y bebía habitualmente, si había viajado o no, si era esclavo o libre, y cuáles era sus predisposiciones a la enfermedad.
Figura 6: Mosaico de Asclepeion de Kos, con Asciepio en el centro, Hipócrates a la izquierda y un habitante de Kos a la derecha

Si el holismo atrae a los curanderos modernos hacia los griegos, hay otros atributos de la medicina hipocrática que resuenan dentro de la medicina científica contemporánea. El más importante de estos es su naturalismo subyacente. Los sistemas médicos del antiguo Cercano Oriente (Egipto, Siria, Mesopotamia, Babilonia) combinaban teología y curación y el encargado era un sacerdote-médico. Se asumió ampliamente que la enfermedad era el resultado de un enojo divino, de transgresiones de diversos tipos o de fuerzas mágicas. El diagnóstico incluía la oración, la interpretación de las entrañas de los animales o la determinación de la transgresión del paciente. Esta mezcla de medicina mágico-religiosa también formó parte del paisaje griego durante el período hipocrático. Los templos curativos dedicados al dios griego de la medicina, Asclepio, se esparcieron por toda la esfera de influencia griega, incluyendo, irónicamente, uno famoso en la propia ciudad de Hipócrates, Kos (Figuras 5 y 6). El más importante se encontraba en el continente, en la ciudad de Epidauro, cuyos restos aún persisten. Estos templos estaban en manos de sacerdotes residentes (el mismo padre de Hipócrates era uno de estos sacerdotes) que recibían a los pacientes e interpretaban la enfermedad sobre la base de los sueños que los pacientes habían tenido mientras dormían allí. Esos sueños probablemente se veían afectados por la presencia de las serpientes santas. Al desprender su piel, la serpiente era un ejemplo de renovación y un constituyente importante del caduceo, símbolo del dios griego de la curación. Curiosamente, Asclepio y el caduceo, ambos impregnados de magia y religión, se han naturalizado como un emblema de la medicina moderna (Figura 7).
Figura 7: Estatua de Asclepios con su caduceo

Estos templos curativos eran una parte importante de la atención médica griega, pero los valores que encarnaban tuvieron poco impacto en el Corpus hipocrático, ya que los tratados que lo forman suponen que la enfermedad tiene una causa natural. Este es el gran cambio. Por eso, se asegura que la medicina como ciencia nació con Hipócrates. Sin embargo, solo una vez en los escritos que se conservan se atacan explícitamente las interpretaciones sobrenaturales de la enfermedad. Esto ocurre al comienzo de un tratado sobre la epilepsia, llamada "la enfermedad sagrada" en el lenguaje común. Se consideraba sagrada porque los ataques epilépticos eran dramáticos: provocaban una pérdida de conciencia, espuma en la boca, relajación del control de los músculos, y los esfínteres, e incluían síntomas psicológicos que los pacientes a veces podían aprovechar. Alejandro Magno y (más tarde) Julio César fueron poderosos epilépticos de la antigüedad. Las palabras iniciales del tratado "La Enfermedad Sagrada" se han interpretado como un llamado a un completo naturalismo dentro de la medicina. Siguen siendo convincentes, escritas tal como lo fueron hace más de dos milenios: "Con respecto a la enfermedad llamada sagrada no me parece ni más divino ni más sagrado que otras enfermedades, sino que tiene una causa natural, como otras afecciones. Los hombres consideran su naturaleza y causa como divinas desde la ignorancia y el asombro, porque no se parece en nada a otras enfermedades. Y esta noción de divinidad se mantiene por la incapacidad de los hombres para comprenderla, y por la simpleza del modo en que se cura, ya que los pacientes se liberan de ella mediante purificaciones y conjuros. Pero si se la considera divina porque causa asombro, en lugar de una, habría muchas enfermedades que serían sagradas".
Es significativo que la postura no sea anti-religiosa ("no me parece ni más divina ni más sagrada que otras enfermedades"), sino que se presenta dentro de un marco que podría ofrecer una explicación dentro de los términos naturalistas. El autor hipocrático ofrece tal explicación: la epilepsia es causada por un bloqueo dentro del cerebro, por lo que se detiene la expulsión regular de flema, lo que produce un mal funcionamiento del cerebro y causa los dramáticos síntomas de la crisis epiléptica.
Primero, este autor hipocrático ubicó la conciencia y otras funciones mentales en el cerebro (otros, como Aristóteles, la ubicaban en el corazón):
"Y los hombres deben saber que de ningún otro lugar más que del cerebro vienen alegrías, delicias, risas, tristezas, desalientos y lamentaciones. Y de esta manera adquirimos sabiduría y conocimiento, y vemos y oímos, y sabemos qué es lo que es vicioso y qué es justo, qué es malo y qué es bueno, qué es dulce y qué es desagradable".
El segundo punto significativo que se debe sacar de este tratado se relaciona con la causa que los hipocráticos atribuían a la epilepsia: la flema bloqueada. La flema puede parecer para nosotros el signo de un resfrío común, pero para los hipocráticos era uno de los cuatro humores constitutivos de la salud y de la enfermedad y, por lo tanto, eran el centro de la fisiología y patología hipocráticas. Esta doctrina humoral fue interpretada más tarde como central para la teoría médica por el otro gigante de la medicina griega antigua, Galeno (129-210). Galeno otorgó tanto prestigio a la medicina humoral que dominó el pensamiento médico hasta el siglo XIX.
Figura 8: Los cuatro humores y sus respectivos órganos asociados con los cuatro elementos y las cuatro cualidades

Los cuatro humores eran sangre, DIIIS amarilla, bilis negra y flema, y constituían un marco formidable para entender la salud y la enfermedad, y mucho más. Cada uno de los humores se identificó con un órgano: la flema con el cerebro, la sangre con el corazón, la bilis amarilla con el hígado y la bilis negra con el bazo. Incorporaron una teoría de los temperamentos, que proporcionó una guía para la personalidad humana y la susceptibilidad a las enfermedades: hablamos de temperamento sanguíneo, flemático, colérico (bilis amarilla) y melancólico (bilis negra). Las propiedades de los humores (calor, frío, sequedad, humedad) ofrecieron una lectura paralela del curso de las enfermedades y de las etapas del ciclo de vida individual. Cada uno de los humores también estaba vinculado a uno de los cuatro elementos: aire, fuego, tierra yagua, que la filosofía natural griega postulaba como los constituyentes de todas las cosas en el mundo (Figura 8).
Tomado como un paquete completo, el humoralismo griego fue el marco explicativo más poderoso sobre la salud y la enfermedad disponible para médicos y profanos hasta que la medicina científica comenzó a reemplazarlo gradualmente durante el siglo XIX.
Los fluidos corporales y sus efectos son características que alguien que cuida de una persona enferma puede notar con facilidad. La piel se enrojece cuando la persona enferma está febril; la gente tose flemas o sangre; los ojos lloran; las narices chorrean; la orina se vuelve oscura si hay ictericia o deshidratación; la piel puede ponerse húmeda, sudorosa o pálida; y la diarrea o el vómito pueden ser características prominentes de la enfermedad.
El humoralismo trajo consigo dos temas que perduran en la medicina occidental: el equilibrio y la moderación. Los hipocráticos consideraban la salud como el resultado de un buen equilibrio de los humores: la crasis. El desequilibrio (la discrasias), demasiado o muy poco de uno o más de ellos, o una calidad imperfecta (a menudo descrita como una "corrupción") de uno de ellos, producía una enfermedad. La enfermedad evoluciona en tres etapas: la crudeza [apepsis), la maduración o "cocción" (pepsis) y la eliminación de la escoria "no cocida" a través de las heces, orina, sudor, expectoración, etc. (crisis), que lleva a la curación. El cuerpo a veces se consideraba como una especie de horno, habiendo muchas metáforas de cocina en las descripciones hipocráticas de la enfermedad. Las excreciones durante la enfermedad (pus, sudor, flema expectorada, orina concentrada, vómito, diarrea) se interpretaban como productos de los mecanismos naturales de defensa. El cuerpo a menudo "cocinaba" los humores corrompidos o en exceso, para permitir la mejor remoción del exceso de humedad o de los humores culpables, y restablecer el equilibrio.
Los hipocráticos interpretaban esta observación del cuerpo deshaciéndose de los humores junto a la cama del enfermo, como evidencia de lo que llamaron la vix medicatrix naturae: el poder curativo de la naturaleza. El médico debe simplemente vigilar y guiar el proceso natural sin tratar de precipitar su efecto. Esta doctrina ha sido debatida durante mucho tiempo dentro de la medicina y fue codificada en el siglo XIX con el concepto de "enfermedad autolimitada". El tratamiento de los síntomas de una gripe, por ejemplo, puede hacer que el paciente se sienta mejor, pero en realidad nunca toca la causa, que a su debido tiempo el cuerpo generalmente trata. Todos los médicos lo saben, pero también saben que la receta que hace que el paciente se sienta mejor a menudo se interpreta como curativa. La medicina moderna ha usado el concepto hipocrático vix medicatrix naturae para cuestionar el tratamiento de los síntomas: ¿es correcto suprimir la tos o secar las secreciones nasales, sabiendo que forman parte de una defensa desarrollada naturalmente?
Figura 9: Ilustración medieval mostrando la práctica de una sangría.

La doctrina del poder curativo de la naturaleza dio origen a dos de los aforismos hipocráticos más importantes: "Las fuerzas naturales son quienes curan la enfermedad" y "En cuanto a las enfermedades, adquiera el hábito de dos cosas: ayudar, o al menos no hacer daño". Por lo tanto, la terapia estaba dirigida principalmente a ayudar al cuerpo del paciente a realizar su trabajo "natural". Algunos de sus procedimientos se mezclan con algunas ideas modernas. La sangría, por ejemplo, tenía una base racional, ya que la inflamación local se interpretaba como evidencia de que el cuerpo tenía demasiada sangre y, por lo tanto, necesitaba ayuda para deshacerse de ella. La sangría (Figura 9) es una de las terapias más antiguas y persistentes, y la que más a menudo se presenta como evidencia de la cruda barbaridad de la medicina hasta el período moderno. Continuó siendo un pilar de la terapéutica hasta mediados del siglo XIX y fue abandonada de manera gradual y de mala gana. Los enfermos a menudo la exigían y muchos de ellos informaron que los ayudaba tanto que a veces el médico se detenía solo cuando el paciente estaba a punto de desmayarse. Como lo expresa otro aforismo hipocrático: "Para las enfermedades extremas, el tratamiento extremadamente estricto es el más eficaz", a menudo dicho más crudamente: "Las enfermedades peligrosas requieren remedios peligrosos". Hay que decirlo: no pocos pacientes han fallecido a causa del exceso de sangrías y no de su enfermedad.
Figura 10: Xilografía que representa la reducción de un hombro luxado con un dispositivo descrito por Hipócrates.

En general la terapia humoral incluía otros aspectos, como dieta, ejercicio, masajes y otras modalidades dirigidas a las necesidades individuales de cada paciente. Este individualismo holístico fue la característica central de su práctica médica. Los hipocráticos nunca separaron la enfermedad del paciente individual. Aunque podemos encontrar relatos de enfermedades a las que podríamos darles nombres (accidente cerebrovascular, tuberculosis, malaria, epilepsia, disentería), estos se presentan como eventos que ocurrieron a personas individuales. Utilizaron estas experiencias para llegar a generalizaciones sobre cómo tratar estas enfermedades, presentadas como aforismos y lo que ahora llamaríamos "perlas clínicas". Su marco explicativo humoral siempre los alentó a adaptar tratamientos particulares a casos únicos. Fueron los inventores de la historia clínica, al poner por escrito la descripción clara y concisa de casos concretos.
"Los pronósticos" es el título de uno de los libros del Corpus.
Solo sabiendo hacer pronósticos, se afirma en él, se conquista la confianza del paciente. Es aquí donde se manifiestan la importancia de un buen examen clínico y del reconocimiento de si la crisis resolutiva de la enfermedad había llegado a tener éxito. Los hipocráticos entendían el "pronóstico" (prognosis) como un desarrollo necesario del diagnóstico (diagnosis) basado en el conocimiento pasado (anamnesis) y la observación actual. Esta importancia que le daban al pronóstico demuestra su preocupación por los sentimientos de sus pacientes y el deseo de inspirarles seguridad.
En cuanto a la cirugía hipocrática, en los tratados se discuten el restablecimiento de fracturas, la reducción de las articulaciones dislocadas (Figura 10), el tratamiento de heridas y operaciones simples para varias afecciones específicas. La tarea quirúrgica requiere una orientación mucho más enfocada en un área particular del cuerpo, pero la medicina hipocrática se mantuvo holística y preocupada por interpretar los cambios de los humores.
Figura 11: Los cuatro temperamentos basados en los cuatro humores

Los hipocráticos también eran muy conscientes de que las enfermedades a menudo atraviesan una comunidad, afectando a viejos y jóvenes, ricos y pobres, delgados y corpulentos, hombres y mujeres. En dos tratados particularmente influyentes, una serie de libros sobre "Epidemias" y uno titulado "Aires, aguas y lugares", se ofrecen reflexiones sobre estos aspectos más amplios de la enfermedad. "Aires, aguas y lugares" es esencialmente la declaración fundamental del ambientalismo occidental, especialmente en lo que se refiere a la salud y la enfermedad. Ofrece consejos sobre dónde construir una casa (suelo bien drenado, protegido de los vientos fríos) y analiza la salud de las comunidades en términos de los factores ambientales que afectaban a sus habitantes. Como la mayoría de los pensamientos médicos y biológicos hasta finales del siglo XIX, en ese escrito se defiende lo que ahora se llama (anacrónicamente) "lamarckismo", nombre que deriva del naturalista francés Jean-Baptiste Lamarck, creador de la primera teoría de la evolución biológica en 1809, donde propuso el mecanismo conocido como "herencia de los caracteres adquiridos". Es decir, los hipocráticos creían que los factores ambientales podrían cambiar las características básicas de los seres humanos (color de la piel, forma del cuerpo, etc.) y que estos cambios podrían transmitirse a la descendencia. Esta es una filosofía optimista acerca de la maleabilidad humana, en consonancia con la confianza hipocrática general acerca de que su régimen terapéutico tenía mucho que ofrecer a sus pacientes. Al mismo tiempo, sus escritos están llenos de ocasiones en que la experiencia enseñaba que la enfermedad estaba tan avanzada o tan seria que no había mucho por hacer.
Figura 12: Juramento hipocrático en forma de cruz en un manuscrito bizantino del siglo XXI

Los humores proporcionaron un marco teórico que perduró. Todavía utilizamos la idea de los temperamentos en el habla informal (nos referimos a "una persona naturalmente sanguínea", "de tendencia melancólica" o "generalmente colérica") (Figura 11)
, y los ejes fríos, secos y húmedos de los humores regulan la forma en que vemos las afecciones agudas comunes.
El Corpus Hippocraticum es rico en obras de filosofía médica y de deontología, como el célebre juramento hipocrático, base de todos los juramentos posteriores que los médicos han prestado hasta nuestros días. Aunque de aparente inspiración pitagórica, y probablemente apócrifo, este juramento ha persistido a través de los siglos como el primer intento de agremiar y organizar la profesión médica con bases éticas (Figura 12)
.
Gran parte del legado hipocrático se transmitió a Occidente a través de los escritos de Galeno, quien dominó el pensamiento médico durante más de un milenio. Galeno se veía a sí mismo como el encargado de extender y completar el marco teórico de los hipocráticos. Sabemos mucho más sobre él que de cualquier otro médico de la antigüedad. Escribió sobre todos los aspectos de la medicina. Codificó la doctrina hipocrática de los humores, pero también le dio a la medicina una dimensión experimental. Mientras que los hipocráticos se contentaban con una observación cuidadosa, Galeno fue mucho más lejos, ofreciendo descripciones anatómicas y fisiológicas de lo que sucedía en la salud y en la enfermedad. Tenía un gran ego y asumía que la suya era la última palabra en prácticamente todo.
Desarrollo una complicada teoría fisiológica para explicar las funciones corporales que se basaba en los espíritus (pneuma) en lugar de los humores, con muchos errores. Este modelo de fisiología humana se convirtió en un evangelio por más de un milenio. Asimismo, sus escritos sobre anatomía "humana" se basaron en disecciones de cerdos, monos y otros animales (estaba prohibida la disección de cadáveres humanos). Su error fue no decirles a sus lectores de dónde sacaba sus conocimientos anatómicos. Esta omisión alentó a sus seguidores a asumir que el cuerpo humano había cambiado desde que el maestro lo disecó. No podemos culpar a Galeno de que la mayoría de los médicos estuvieran de acuerdo con él durante más de mil años. Pero esa es otra historia.~
Más de 500 años separaron a Hipócrates y Galeno (Figura 13), y hubo, por supuesto, muchos médicos y sistemas de tratamiento entre ellos. Podemos resumir diciendo que la medicina griega en su conjunto dejó tres principios básicos que formaron la medicina hasta el período moderno.
El primer principio, ya mencionado, fue el humoralismo. El segundo fue la base botánica de la mayoría de las drogas. Un médico en particular, Dioscórides (40-80), escribió un tratado sobre Materia Médica, donde recopilaba los escritos médico-botánicos de autores anteriores e incluía mucho de lo que él mismo había descubierto sobre las plantas y sus cualidades medicinales. Las plantas podían producir sustancias que hacen sudar, inducen vómitos o purgan, producen sueño o controlan el dolor. Galeno incorporó gran parte del trabajo de Dioscórides en sus propios escritos, y el libro Materia Médica fue muy utilizado incluso durante el Renacimiento.
El tercer legado es el enfoque secular de la enfermedad: los hipocráticos creían que la enfermedad podía entenderse en términos naturales. Admiten que las enfermedades sólo dependen de causas racionales, susceptibles de ser descubiertas por la observación de los pacientes. Hasta ellos, la enfermedad se concebía frecuentemente como resultado del pecado, de un maleficio o de una posesión demoníaca, es decir, dentro de un marco moral o religioso. Esto no quiere decir que los hipocráticos no fueran religiosos. Pero cuando Hipócrates o Galeno se encontraban con un enfermo, recurrían a sus propios conocimientos y habilidades en un intento de lograr un acto de curación. Sin embargo, tanto la religión como la magia continuaron influyendo en el pensamiento sobre la salud y la enfermedad por parte de médicos y profanos.
Figura 13: Mural del sigro XII de la Catedral de Anagni (Italia) en el que aparecen representados Galeno e Hipócrates

Todavía lo hacen.
La concepción hipocrática de la medicina es a la vez científica y moral. Se basa a la vez en la observación y el razonamiento, en el análisis y en la síntesis. Hipócrates (Figura 14) creó el esquema de la ciencia médica, los procedimientos de examen y el vocabulario que se usan desde hace veinticinco siglos. Es cierto que sabe muy poco de él, pero lo que Hipócrates fue en realidad es indiferente. Lo que importa es en lo que se convirtió: la personificación del médico que conserva límpidos su arte y su vida.
Figura 14: Busto de Hipócrates. Copia en mármos según un original griego del sigro IV aC. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

El primero de los aforismos hipocráticos (Figura 15), muy citado aunque no siempre completo, es una síntesis excelente de la medicina hipocrática: “La vida es corta y el arte es largo; la ocasión es fugaz, la experiencia es engañosa, y el juicio es difícil. El médico no ha de estar solamente dispuesto a cumplir su tarea. Debe también asegurar la colaboración del paciente, de sus auxiliares y del ambiente."
Figura 15: Edición de 1685, impresa en Edinburgo, de los Aforismos Hipocráticos.

Hoy la medicina debe combinar más que nunca los conceptos tradicionales de Hipócrates en perfecto equilibrio con el enorme poder de la biotecnología moderna. En este tiempo, el viejo mensaje "volver a Hipócrates" suena como una visión utópica. Pero es cierto que el progreso tecnológico tiende a eliminar de la medicina moderna su misión antropocéntrica.
El mensaje realista para los médicos del mañana debe ser, entonces, "seguir adelante" con sus valores humanistas perennes combinando los avances recientes de la biotecnología con el racionalismo hipocrático, que se basa en el razonamiento lógico, un examen clínico cuidadoso y un abordaje humanista al paciente y su entorno. El médico de hoy todavía puede aprender de la herencia hipocrática y tendrá que ser un médico hipocrático experto, cada vez más humano y competente para usar todos los nuevos métodos diagnósticos, terapéuticos y de investigación básica.