Nota del Dr. Marcos Meeroff en la Nación y opinión al respecto del Dr. Guillermo Celoria
LA AUTONOMÍA DEL ENFERMO EN SU LIBERTAD

Por el Dr. Marcos Meeroff Especial para La Nación, vínculo al artículo orginal

Estoy totalmente de acuerdo con la decisión del Parlamento holandés. Lo celebro y me alegro mucho de que un país de tan buenos antecedentes democráticos y científicos haya tomado esa resolución. Valora aún más la decisión el hecho de que Holanda es, auténticamente, un país del primer mundo, muy respetado en ese tema en toda la comunidad internacional.

El tema eutanasia no es nuevo, lo hemos tratado nosotros y muchos otros antes que nosotros.

¿Por qué digo que estoy de acuerdo? Porque si aplicamos las normas de ética que actualmente tenemos, el cumplimiento de la norma número uno dice que hay que respetar la autonomía del enfermo. Esto es el equivalente en terreno médico de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. La autonomía equivale a libertad.

La eutanasia es un caso particular dentro del concepto general del derecho del individuo a decidir sobre su persona. La eutanasia significa que lo autoricen a eliminarse, a suicidarse, porque entiende que no tiene otra salida y no quiere pertenecer al mundo viviente.

El enfermo es el que lo quiere, y se lo pide al médico. El médico lo acepta y lo hace.

La legislación que se aprobó en Holanda establece el derecho de una persona a decidir la terminación de su vida por cualquier causa y a juicio de él.

Generalmente se supone que esta decisión se debe a que está padeciendo una enfermedad crónica. No es un capricho, está en etapa terminal, sufriendo y considera que la vida así no tiene sentido.

Se lo pide él al médico y el médico no está obligado a aceptarlo. El médico también tiene sus derechos y puede decirle al paciente: "Señor, yo no hago esa tarea. Búsquese otro médico".

Terreno ético

En uno de los Estados de los Estados Unidos incluso se extiende al derecho de que el médico le sugiera al enfermo la eutanasia cuando ve que no tiene salida. Esto en la legislación holandesa no figura: sólo figura que el enfermo tiene derecho.

Hasta ahora el paciente no tenía derecho a realizar esta solicitud. Ahora tiene fundamento jurídico, además de ético. En el terreno ético, es un tema discutido y hay opiniones dominantes según la formación de la persona.

La religión es totalmente opuesta. Considera que la vida nuestra no la creamos nosotros: nos la dio Dios y el único que tiene derecho a quitárnosla es él.

El autor es ex presidente y fundador de la Sociedad de Etica en Medicina, sección de la Asociación Médica Argentina y fundador y presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Antropológica.

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EUTANASIA ¿UNA OPINION EN CONTRA?

Ante la publicación en este boletín de la nota del Dr. Marcos Meeroff se recibió esta opinión del Dr. Guillermo Celoria

El término eutanasia se utiliza para designar los procedimientos dirigidos a provocar la muerte indolora de un enfermo a pedido suyo, de los familiares y/o por decisión del médico.

No deben incluirse en el concepto de eutanasia las acciones directas que pueden provocar la muerte como sería la interrupción de procedimientos extraordinarios para mantener o prolongar la vida en pacientes terminales, cuya muerte es médicamente previsible a corto plazo.

Ejemplos de estas dos conductas diferentes son, en un paciente con una neoplasia maligna en su etapa terminal, a) que se lo mate mediante la administración de una droga en dosis letal o b) que se deje de administrar una terapéutica extraordinaria, (diálisis, respiración artificial en estado de coma, etc.) pero sin suprimir los cuidados básicos y administrando los analgésicos necesarios, además del soporte psicológico y espiritual para que pueda morir dignamente.

Aunque se pretenda desvincular la eutanasia de una ética formal, como son a mi entender, los razonamientos y consideraciones utilizados por el Dr. Meeroff a favor de la misma (aunque sea en casos muy especiales), me parece que no es posible, a menos que renunciemos a pensar y tratar de respondernos a las preguntas fundamentales que nos hacemos los seres humanos y que son patrimonio indiscutible de la Filosofía: ¿Qué es la vida?, ¿Qué soy?, ¿Por qué tengo conciencia del yo y del mundo que me rodea? ¿Por qué nací y porqué he de morir? ¿Qué es el hombre? Estas preguntas nos llevan necesariamente a buscar respuestas que además de satisfacer nuestras apetencias intelectuales nos ayuden a actuar correctamente en la búsqueda del bien personal y el del prójimo.

Actualmente está muy en boga el relativismo ético. Tiene, entre otros, como fundamentos conceptuales conscientes o inconscientes dos posturas filosóficas: a) el pensamiento racionalizante y b) el pensamiento lógico.

En el primer caso tenemos un tipo de pensamiento cuya única pretensión es dar una explicación que parta del primado de la conciencia y la subjetividad. Como consecuencia de este planteamiento antropológico, se deriva un tipo de ética que podríamos llamar preconvencional y que supone un uso racionalizante de la razón (ej.: no se debe matar, si defiendo otra postura pueden matarme a mí). Es el Consecuencialismo se procede de acuerdo a las consecuencias que la acción podría generar.

Hoy prevalece este modelo utilitarista, es una argumentación ética que propone justificar una conducta práctica sobre la base de sus consecuencias positivas y negativas contrapuestas, según un balance de bienes y males previstos. Se usa como argumento la medición de la utilidad que se deriva de una acción según el criterio de máximos y mínimos, ejemplo: la investigación con embriones humanos: el mayor número de beneficiados justifica el sacrificio de los menos. En última instancia el fin justifica los medios.

En el segundo caso (pensamiento lógico) se busca por encima de todo la coherencia del pensamiento, la verdad es sólo la verdad lógica.

Se da por sentada la imposibilidad de acceder a la realidad, es propio del idealismo (Kant, Hegel). Se usa como argumento el hecho de que estamos viviendo en una sociedad pluralista y democrática y por lo tanto no se pueden imponer modelos de conductas basados en principios trascendentes y universales. La ética resultante es de tipo convencional, una moral de convivencia: Consensualismo. Tiene como claro objetivo la convivencia y por lo tanto un objetivo conciliatorio, predominantemente social (ej: no se debe matar, porque todos se han puesto de acuerdo en esto y por otra parte el asesinato atenta contra la convivencia). Desde una perspectiva jurídica se diría que el asesinato es castigado por la ley no porque es un crimen sino que es un crimen porque así lo ha establecido la ley.

Hoy en día se pretende justificar acciones que aten tan contra la vida humana en sus comienzos o en sus etapas terminales basadas en conceptos erróneos sobre el derecho y la libertad. Se considera que es un derecho de la madre que está gestando suprimir la vida de su hijo, pero más aún se ha llegado a afirmar, lo que podríamos definir como paroxismo de la insensatez, el derecho a "no nacer" (sic). Así lo reveló recientemente, el Tribunal de Casación en París (la más alta instancia de Francia) al afirmar que "Un niño nacido con deficiencias puede pedir indemnización por el perjuicio resultante de ellas si tienen una relación de causalidad directa con los errores cometidos" por el médico, los cuales impidieron a la madre "ejercer su derecho de interrumpir el embarazo".

En la misma línea de razonamiento me parece que están las afirmaciones del Dr. Meeroff cuando dice: "Precisamente este enfoque "conciliador" si se quiere llamarlo, hace comprensible la aceptación de la legalización de la eutanasia, que no es una obligación, sino un derecho."

El derecho a "no nacer" y el "derecho a morir" parecieran enmarcar una existencia humana que desde sus inicio hasta el final estaría proclamando el derecho a "no existir" como la expresión más radical de la negación de Dios y de una visión trascendente del hombre.

"En semejante contexto es cada vez más fuerte la tentación de la eutanasia, esto es, adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipada y poniendo así fin "dulcemente" a la propia vida o a la otros. En realidad, lo que podría parecer lógico y humano al considerarlo en profundidad se presenta absurdo e inhumano.

Estamos aquí ante uno de los síntomas más alarmantes de la cultura de la muerte, que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista que presenta el creciente número de personas ancianas y debilitadas como algo demasiado gravoso e insoportable. Muy a menudo, éstas se ven aisladas por la familia y la sociedad, organizadas exclusivamente sobre la base de criterios de eficiencia productiva, según los cuales una vida irremediablemente inhábil no tiene ya valor alguno". (1)

Ante este panorama desolador se presenta la única alternativa posible: emprender una esforzada labor educativa, sobre todo a nivel de los profesionales de la salud, que revalorice los principios fundamentales del respeto a la dignidad de la persona humana.

Sería conveniente comenzar esa labor docente recordando palabras de Cicerón, "Ciertamente existe una ley verdadera: es la recta razón; ella es conforme a la naturaleza, se halla en todos los hombres; es inmutable y eterna; sus preceptos llaman al deber, sus prohibiciones protegen el error Es un delito sustituirla con una ley contraria; está prohibido no cumplir una sola de sus disposiciones, nadie tiene la posibilidad de derogarla completamente." (2)

Esta ley natural inscripta en nuestras conciencias nos dice que nadie tiene derecho a matar a su semejante ni a sí mismo: La eutanasia es un homicidio y/o un suicidio.

(1) Juan Pablo II Evangelium Vitae, (pág. 117)
(2) De República,3,22,23