Relato de Alberto J. Muniagurria para el diario "La Capital" sobre vivencias asistenciales realizadas en la inundación de Rosario en 1966
- "Dotor me duele allí"

Tiene una camiseta de Rosario Central, y mientras me mira, con los ojos muy abiertos, me muestra su pie sucio ya sin zapatillas, con un eccema supurado, con lesiones de rascado

- ¿Como te lastimaste?

-Me salió esta mañana....y me duele.

Es un pié más que me  muestran ese día, un pié que tiene que ser atendido, que tiene que ser lavado,y recibir un cuidado, y una persona que tendrá que entender una serie de indicaciones.

- Que pase el próximo.

- Vengo por la vacuna

- Si, tenes que prevenir el tetano, Levantate la manga

- ¿Esa aguja tan larga?

Es un brazo más que va a ser pinchado. Que tiene que recibir algo que no comprende, pero siente, a través de esa aguja que asusta por lo larga y que inspira un respeto con temor.

Y uno, y otro sucediéndose con rostros sin cara en el recuerdo, con manos quemadas, pies llagados, heridas abiertas, pulgas, piojos y también liendres. Y esa mente... sí, esa mente que busca y rechaza, con esos ojos que tienen el derecho de aprender pero nunca lo entendieron por no conocerlo.

- ¡¡Dotor!!! Venga por favor m~hijo se le cayó la vaca encima,... la ordeñaba, ¿Sabe? y lo golpeó fiero.

- ¿Dónde está?

Y empezar hablando despacio, convenciendo a ese muchacho al que solo se pretendía lavarle la nariz rota y la piel levantada.

- M~hijo hacele caso.

- No me jodas, no quiero, no me jodas... Te pongo un saque y te hago callar.

- ¿Sabe dotor? m~hijo nunca fue al dotor, nunca necesitó nada, .......siempre sano.

- ¡Dejá de joder te digo!

Y después, llega la hora de la inyección en ese vagón, lleno de agujeros que esperan una pierna para desgarrarla, y la mujer con la nalga floja y con el cuerpo ya cansado de dar hijos.

- No me va a doler, la mujer es más fuerte que el hombre!

- Quedate quieta, no te voy a hacer sufrir.........

- Creo en Dios, dotor, ¿Sabe?, creo en Dios.

Pero la inyección es espesa y duele, y llora y se rompe las uñas contra el piso de madera del vagón.

Todo esto ocurre en una noche oscura, muy pocas luces se ven desde este cuarto, que en este momento, con la luz de vela es una guarida para las tinieblas.

Más allá los vagones, con gente que tiene capacidad de pensar y posibilidad de entender,  mucha gente, no se el número pero son varios, familias, grupos humanos entremezclados en esos vagones que ya no caminan más por estar muy viejos.

Rosario, 1966 (Ilustración especial de Julio Vanzo para el diario La Capital)