En Historia Universal de la Histeria. la periodista Malele Penchansky ensaya un curioso análisis del trastorno entrevisto por Sigmund Freud.
por Leonardo Tarifeño fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/la-histeria-ya-no-es-lo-que-era-nid1089523Según la autora, no hay nada más histérico que la sociedad contemporánea, con sus infinitos artilugios tecnológicos que proponen un erotismo siempre postergado
¿Será una buena o mala noticia? Según la periodista y escritora Malele Penchansky, la histeria femenina no es tan mala como podrían asegurar los cientos o miles de argentinos que justifican sus desencuentros con las damas acusándolas de "histéricas". Años, décadas de malentendidos entre los sexos, noches y noches de charlas en cafés para hacerse entender, no pocas películas de Woody Allen vistas en pareja y hasta una cantidad incalculable de tiempo y dinero invertido en todo tipo de terapias psicoanalíticas para que ahora llegue Historia universal de la histeria (Grijalbo) con una reivindicación que, por lo menos, suena polémica. ¡Quién lo hubiera dicho, la histeria puede ser positiva y necesaria!
"Nuestro siglo XXI ha entronizado a la histeria como virtud indispensable para el éxito: ganar caiga quien caiga, siempre pum para arriba, en los diversos planos del mercado global -afirma Penchansky en las "consideraciones preliminares" del libro-. El muestreo mediático ilimitado de lo histérico ha convertido algo profundamente doloroso y patético: una estructura psíquica basada en la orfandad del deseo sostenido en la insatisfacción permanente, como si fuera una cualidad positiva del sistema, un elemento indispensable para el desarrollo de la cultura en general". La hipótesis de la autora señala que la histeria acompaña al hombre y la mujer desde los inicios de los tiempos, y que no es tan mala como dicen -decimos- los resentidos porque se trata de un ingrediente indispensable en la fórmula de la pasión. La histeria "mala", en todo caso, sería la de la época, aquella que bastardea a la original para convertirla en un requisito de la vida contemporánea, el motor del consumo que se alimenta a sí mismo sin parar, la fuerza detrás de la infelicidad que se confunde con el ansia por poseer más y más (lo que equivale a decir que no se posee nada). En definitiva: histerias eran las de antes. Según esta breve y contundente Historia universal? , la de la cultura clásica, que va del romance entre Sócrates y Alcibíades hasta Juana de Arco o el eterno seductor, Don Juan.
En su singularísimo retrato del mayor mal que día tras día enfrenta el varón morocho y argentino, Penchansky recuerda que la palabra "histeriquear" es un aporte vernáculo al Diccionario de la Real Academia, que aún no aceptó el invento digno de la Academia Argentina de la Lengua. ¿Por qué se habrá dado tanto histeriqueo en nuestras calles, romances y fracasos? La autora no propone una respuesta, pero la lectura del libro aventura una, triste como el tango: porque nosotros, como nadie, vivimos la pasión "como sufrimiento, como dolor de amar". Ya se sabe que ninguna pasión es festiva e ingenua, pero algún lado bueno y divertido debe tener; entre nosotros, en cambio, lo prioritario es el asfixiante "saber sufrir" de "Naranjo en flor", que antepone el mal rato al aprendizaje de amar contra viento y marea. "Existen rasgos específicos del histeriqueo -apunta Penchansky-: la mirada que exhibe destellos apasionados, la voz de atracción poderosa, las palabras cargadas de intensidad, la ambigüedad de la moda que cubre el cuerpo del sujeto en la modernidad, una suerte de trasvestismo continuo -los movimientos y actitudes del cuerpo todo- como expresión de una conducta histérica individual y colectiva. Por cierto, un síntoma al que la cultura globalizada parece no poder, ni querer, escapar". Contra todo pronóstico, parece que el siglo XXI será histérico o no será.
Historia universal de la histeria puede pasar por un ensayo provocador, pero en realidad parece alinearse a la sensibilidad camp que tanto emocionaba a Susan Sontag. "El gusto camp se apoya en un principio del gusto rara vez reconocido: la forma más refinada del atractivo sexual (así como la forma más refinada del placer sexual) consiste en ir contra el propio sexo" indica Sontag en Notas sobre lo camp ; en ese sentido, Penchansky admite que para escribir sobre la histeria hay que reconocerse como "sujeto histérico", y a través de ese gesto va en contra de su propio sexo con una franqueza que termina por reivindicarlo. Al mismo tiempo, y más allá de las intuiciones psi que enmarcan las ideas presentes en el libro, la autora combina las circunstancias míticas e históricas -la mirada de la Medusa, Salomé y la cabeza del Bautista, el demonio en el cuerpo de Juana de Arco o la espada fálica de Don Juan- con ejemplos contemporáneos de la literatura y el cine, donde su teoría de la histeria social encuentra las máscaras correspondientes para el baile de disfraces en el que se se jugaría el sentido de la contemporaneidad. "Llamativamente, en esta época de cibernética global, con nuevos dioses tecnológicos, virtuales pero también carnales, la histeria avanza con fuerza arrolladora -concluye la autora-. Ya nadie parece preocuparse, ni siquiera preguntarse demasiado, por la creciente ola de histéricos/as que sumerge al planeta en una vorágine de contradicciones, engaños, apariciones macchietescas , imágenes sexuadas hasta la exasperación, cuerpos enmascarados, disfrazados (desnudos o vestidos) que hablan y envían mensajes de seducción constante, ahora a través del espacio: televisión, chateos, mensajes telefónicos y voces inalámbricas. Un lenguaje que dice todo el tiempo: te muestro pero te oculto; te seduzco con la mirada, la boca, la voz; te ofrezco movimientos sensuales de un cuerpo que se aleja y se acerca, en un marco de luz y opacidad".
¿Quién no se lo temía? La libertad sexual que proclama la época no es más que puro histeriqueo. Llegó la hora, entonces de romper una lanza en favor de tantas damas esquivas. No es que sean histéricas. Son modernas.