Las enfermedades del poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973)
“Mis padres llegaron de Parral, donde yo nací. Allí, en el centro de Chile, crecen las viñas y abunda el vino. Sin que yo lo recuerde, sin saber que yo la miré con mis ojos, murió mi madre, doña Rosa Basoalto. Yo nacía el 1 2 de julio de 1904 y, un mes después, en agosto, agotada por la tuberculosis, mi madre ya no existía.”

La vida era dura en aquellos tiempos para los agricultores del centro de Chile, donde residía la familia de José del Carmen Reyes Morales, antiguo labrador que cambió al oficio de ferroviario; viudo, con un hijo, casó en segundas nupcias con doña Trinidad Candía Marverde, que pasó a ser la única madre conocida del entonces pequeño Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, quien años más tarde se referiría a su madrastra de la manera siguiente: “Me parece increíble tener que dar ese nombre al ángel tutelar de mi infancia. Era diligente y dulce, tenía sentido del humor campesino, una bondad activa e infatigable.”

El amor y la naturaleza de su tierra fueron, desde muy temprano, los yacimientos de su poesía. Compañeros inseparables del poeta serían la lluvia y el mar que el niño aprendía a conocer viviendo cerca de la selva y acompañando frecuentemente a su padre en largos recorridos por tren.

Al pasar los años comenzó a interesarse por los libros y, como él mismo narra: “Se fue extendiendo mi espíritu por las regiones del sueño. Los primeros amores, los purísimos, se desarrollaban en cartas enviadas a Blanca Wilson. Esta muchacha era hija del herrero, y uno de los muchachos, perdido de amor por ella, me pidió que le escribiera sus cartas de amor. No recuerdo cómo serían estas cartas, pero tal vez fueron mis primeras obras literarias”. Blanca Wilson, enterada de quién era en realidad el autor, se enamoró de Pablo, quien le seguía escribiendo interminables cartas de amor y recibiendo, como regalo, un membrillo por cada una.

En sus memorias Confieso que he vivido (1974), el poeta relata una anécdota sobre su primer poema: “Muy atrás en mi infancia y habiendo apenas aprendido a escribir, sentí una vez una intensa emoción y tracé unas cuantas palabras semirrimadas, pero extrañas a mí, diferentes del lenguaje diario. Era un poema dedicado a mi madre, es decir, a la que conocí por tal. Completamente incapaz de juzgar mi primera producción, se la llevé a mi padre, quien distraídamente lo tomó en sus manos, distraídamente lo leyó, distraídamente me lo devolvió, diciéndome: ¿De dónde lo copiaste? “Me parece que así nació mi poema y que así recibí la primera muestra distraída de la crítica literaria.”

Ala edad de 14 años, cuando apenas había publicado en la revista Corre-Vuela de Santiago, el poema “Mis ojos", firmado por Neftalí Reyes, su padre comenzó a perseguir denodadamente su actividad literaria, pues no estaba de acuerdo con tener un hijo poeta. 

Para encubrir la publicación de sus primeros versos, el joven poeta buscó un seudónimo en una revista y tomó el nombre de Neruda, un nombre checo, sin saber siquiera que se trataba de un gran escritor.

Mientras tanto, avanzaba en el mundo del conocimiento, en el desordenado río de los libros como un navegante solitario. Su avidez de lectura no descansaba. En la costa encontró una biblioteca municipal y “como un avestruz, yo tragaba sin discriminar”. También conoció a Gabriela Mistral y. con su guía, a los novelistas rusos.

En 1910 ingresó en el liceo de hombres, de Temuco, donde realizó todos sus estudios hasta terminar, en 1920, el sexto año de humanidades. Allí vivió la vida de un estudiante, pasando hambre. Empezaba a escribir y frecuentaba las cervecerías y las tabernas, donde las conversaciones y los versos iban y venían hasta la madrugada. Hablando de las muchachas que conoció en su vida de estudiante, confiesa: “Todas eran un gran misterio para mí. Yo hubiera querido morir abrazado en aquella hoguera secreta, ahogarme en ese pozo enigmático, pero no me atreví a tirarme al fuego o al agua."

En Temuco trabaja como corresponsal para la revista Claridad, órgano de la Federación de Estudiantes. Las noticias que en 1920 llegaron a Temuco marcaron a su generación con cicatrices sangrientas. La “juventud dorada”, hija de la oligarquía, había asaltado y destruido el local de la Federación. Algunos poetas, amigos de Neruda, murieron torturados.

En 1921 Pablo Neruda llega a Santiago a seguir la carrera de profesor de francés en el Instituto Pedagógico, y obtiene el primer premio de poesía en el concurso de la Federación de Estudiantes de Chile con “La canción de la fiesta". En 1923 edita su primer libro de poemas, al que llamó Crepusculario. “Buscando mis más sencillos rasgos, mi propio mundo armónico, empecé describir otro libro de amor. El resultado fue Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), un libro doloroso y pastoril que contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza arrolladora del sur de mi patria.”

Cambiaba la vida en Chile. El movimiento popular se levantaba buscando entre los estudiantes y los escritores un apoyo mayor. El líder obrero Luis Emilio Recabarren organizaba al proletariado, formaba centrales sindicales, establecía periódicos obreros a lo largo del país. Los estudiantes apoyaban las reivindicaciones populares. Las manifestaciones y represión consiguientes tejían prácticamente la vida nacional. Desde aquella época, política y poesía se mezclaron en la vida de Pablo Neruda.

Viviendo ya en Valparaíso, habiendo ganado cierta popularidad y respetabilidad, pensó en París. Vicente Huidobro —el mejor poeta chileno de la época— vivía en Europa. Neruda quiso partir al encuentro del viejo mundo, y un amigo lo recomendó al jefe de departamento en el Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1927 lo nombran cónsul ad honorem en Rangoon, Birmania. Parte hacia Oriente, pasando por Buenos Aires, Lisboa, Madrid y París. Allí conoce a Huidobro y a César Vallejo. Se instala durante un tiempo en Montparnasse, donde ve desfilar a los más afamados artistas de la época.

Tiempo después embarca en Marsella y sigue su camino. Dice a propósito de sus experiencias en aquellos remotos lugares: “He leído en algunos ensayos sobre mi poesía, que mi permanencia en el Extremo Oriente influye en determinados aspectos de mi obra, especialmente en Residencia en la tierra (1925- 1931) y esto parece posible, el Oriente me impresionaba como una grande y desventurada familia humana, sin que creyera en sus ritos ni dioses."

La angustia que señorea en Residencia en la tierra responde a una visión nítida y desolada de la vida y del mundo; la lenta descomposición de lo existente, el incesante trabajo de la muerte, el suicida esfuerzo de las cosas por mantener su identidad, el derrumbe, la ceniza. Los hombres y sus afanes, las estrellas, las olas, las plantas en su movimiento orgánico, el amor, las máquinas, las edificaciones, todo es un estar muriendo. Cada acto de vida mata algo que había. “Oh, movimiento, oh, nombre malherido”, dice en uno de sus versos. Neruda ve en cada cosa la disgregación del mundo, el drama "del río que durando se destruye”. Visión alucinada de la destrucción: olas desvencijadas, voz podrida, cielo deshojado, bocas derramadas, días disueltos, fotografías exterminadas. Tal parece que todo lo que toca su pluma se convierte en polvo.

Su vida laboral era sosegada. Una sola vez, cada tres meses, cuando arribaba un barco de Calcuta que transportaba parafina o grandes cajas de té para Chile, timbraba y firmaba documentos durante ese día, para luego descansar otros tres meses.

En 1930 lo nombran cónsul en Batavia, java, donde casa con María Antonieta Agenaar Vogelzanz, una criolla holandesa de sangre malaya. “Era una mujer alta y suave, extraña totalmente al mundo de las artes y de las letras”. Para Neruda, aquellos años lejos de su patria fueron de lecturas inagotables: leía a Rimbaud, Quevedo y Proust, entre otros.

En 1932 regresa a Chile, pero al año siguiente lo nombran nuevamente cónsul en Buenos Aires. En 1934 viaja a Barcelona desempeñando el mismo cargo. Allí nace su primera y única hija Malva Marina, que moriría a la edad de 8 años. En Barcelona conoce a todos los amigos de García Lorca y de Alberti: Miguel Hernández, Altolaguirre, Bergamín, Luis Cernuda, Vicente Alexaindre, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Pedro Salinas y otros. Ese mismo año, en casa de Moria Lynch, conoce a Delia del Carril, con quien habría de vivir 18 años.

Aparece la revista Caballo Verde para la Poesía, dirigida por Pablo Neruda. “El sexto número de la revista debía aparecer el 19 de julio de 1936, pero aquel día se llenó de pólvora la calle. Un general desconocido, llamado Francisco Franco, se había rebelado contra la República Española en su guarnición de África”. Muchos amigos de Neruda murieron asesinados o en las trincheras frente al enemigo. Al principio se luchaba con esperanza, pero después la guerra comenzó a perderse. Neruda publica España en el corazón, y a la derrota de la República, se traslada de Barcelona a Madrid y luego a París, nombrado cónsul para ayudar a la emigración española, realizando gestiones en favor de los refugiados, parte de los cuales logra salvar embarcándolos hacia Chile.

En esos días, en París, conoce a otros escritores e intelectuales que marcan la época: Rafael Alberti, Alejo Carpentier, Paul Éluard y Aragon, de los cuales se hace íntimo amigo.

En 1940, cuando Europa entera fue invadida por tropas de Hitler, Neruda regresa a Chile. “Mi función consular había terminado. Por mi participación en la defensa de la República Española, el gobierno de Chile decidió alejarme de mi cargo”.

Entonces piensa entregarse a su trabajo literario con más devoción y fuerza.

El contacto de España le ha fortificado y hecho madurar. Las horas amargas de su poesía debían terminar. El subjetivismo melancólico de sus Veinte poemas de amor o el patetismo doloroso de Residencia en la tierra tocaban a su fin.

Si a los 21 años Neruda ostentaba una sazón poética portentosa, de gran lucidez artística y voluntad de estilo,

Residencia en la tierra inicia una modalidad poética cuya característica es el ímpetu de la emoción, el enfrentamiento hombre-existencia y un cierto hermetismo de expresión. La tercera residencia, aunque conserva estas características, presenta cierta tendencia erótica, cierto impulso vital y hasta constructivo: “El mundo ha cambiado y mi poesía ha cambiado. Una gota de sangre caída en estas líneas, quedará viviendo sobre ellas, indeleble como el amor”, escribió en 1939.

Sin embargo, algunos vestigios quedan de su concepción de la existencia: “En una sola hora larga como una vena / y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado / transcurrimos, / apartando las sílabas del miedo y la ternura, / interminablemente exterminados”. Neruda se pregunta: “¿Puede la poesía servir a nuestros semejantes?”. Tal vez ya había caminado bastante por el terreno de lo irracional y de lo negativo. Marchó entonces por el camino humanista, en el que vivía enraizado profundamente! a las aspiraciones del ser humano.

De estas deducciones brota Canto general, su libro quizá más importante. Para realizar esta obra decide comprar una casa de piedra frente al océano, en un lugar desconocido para todo el mundo, llamado Isla Negra. Allí se desarrolla la idea central que agrupará las incidencias históricas, las condiciones geográficas, la vida y las luchas de los pueblos. Esta idea se le presenta como una tarea urgente. Pero la vida lo saca de ahí.

El 16 de agosto de 1940 llega a la ciudad de México con el nombramiento de cónsul general. Escribe: “Recorrí México por años enteros de mercado en mercado. Porque México está en los mercados. No está en las guturales canciones de las películas ni en la falsa charrería de bigote y pistola. México es una tierra de pañolones color carmín, turquesa fosforescente. México es una tierra de vasijas y cántaros y de frutas partidas bajo un enjambre de insectos. México es un campo infinito de magueyes de tinta azul acero y corona de espinas amarillas. Todo eso lo dan los mercados más hermosos del mundo. La fruta y la lana, el barro y los telares, muestran el poderío asombroso de los dedos mexicanos fecundos y eternos. No hay en América, ni tal vez en el planeta, país de mayor profundidad humana que México y sus hombres.” Incansable viaja desde Sonora hasta Yucatán. Conoce a los muralistas y dice al respecto: “La vida intelectual de México estaba dominada por la pintura. Estos pintores cubrían la ciudad con historia y geografía, con incursiones civiles, con polémicas ferruginosas. En cierta cima excelsa estaba situado José Clemente Orozco, titán manco y esmirriado, especie de Coya de su fantasmagórica patria. Murió al poco tiempo. El mismo día que lo enterramos, recuerdo que caí enfermo con una peligrosa tromboflebitis que me mantuvo cuatro meses amarrado a mi cama.

“Diego Rivera había ya trabajado tanto por esos años y se había peleado tantas veces con todos, que ya el pintor gigantón pertenecía a la fábula. Al mirarlo, me parecía extraño no descubrirle colas con escamas o patas con pezuñas. Su tono de persuasión extraordinario y su clamorosa manera de dar los detalles más ínfimos e inesperados de sus mentiras hacían de él un charlatán maravilloso, cuyo encanto, nadie que lo conoció pudo olvidarlo jamás."

Los tiempos se tornan más difíciles en Chile y en el mundo entero: la guerra fría mancha el servicio consular y va haciendo de cada cónsul un autómata sin personalidad, hasta que Neruda renuncia a su puesto de cónsul general, lo que le proporciona la más grande alegría: poder regresar a Chile. En el camino de regreso se detiene en Perú y sube hasta las ruinas de Machu Picchu. Comenta a propósito: “Me sentí chileno, peruano, americano. Había encontrado en aquellas alturas difíciles, entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas, una profesión de fe para la continuación de mi canto”. Allí nació el poema Alturas de Machu Picchu.

En estos años Neruda ya había alcanzado fama mundial y sus obras empezaban a traducirse a todos los idiomas; obtenía premios y dictaba conferencias en todas partes. Sin embargo, no se alejó tampoco de la vida pública y social de su patria. El 4 de marzo de 1945 fue elegido senador de la República por las provincias de Tarapacá y Antofagasta. Como senador tuvo que acostumbrarse a las largas giras, al silencio, al desierto. Casi siempre le esperaba un grupo de pequeñas banderas a la entrada de las empresas. La gente se quejaba con él. Había pobreza y hambre en el país. A veces, en reuniones con los obreros, Neruda leía sus poemas; muchas veces se los pedían por el título. Ese mismo año ingresa al Partido Comunista de Chile.

El comunismo de Pablo Neruda cambia su poesía.

Ya no es la “poesía solitaria en el mundo muerto”, sino la del hombre con los hombres, una poesía social, de combate político, comprometida, de acción. Reniega entonces de su lirismo anterior, de su soledad. Se declara compañero del dolor y esperanza de los desvalidos. “Yo de los hombres tengo la misma mano herida, /yo sostengo la misma copa roja/ e igual asombro enfurecido”. Su adhesión al comunismo varía el tono de su poesía, altera el estilo, violenta su fuerza vital. Le interesa ahora la comunicación, no la expresión de sí mismo.

Poco después, la política de González Videla, Presidente de Chile en esos momentos, y a quien Neruda sirviera como jefe de propaganda electoral, se vuelve represiva, y empieza a encarcelar a sus propios correligionarios. Los discursos de Neruda se tornan violentos y la sala del Senado siempre se llena para escucharlo. Pronto se pidió y se obtuvo su desafuero y se ordenó a la policía su detención. Relata: "Tuve que huir, cambiando de casa diariamente. Siempre se abría alguna puerta para mí”.

En aquel año de peligro termina Canto general 

Como su situación de perseguido no mejoraba, decidió partir hacia el sur de Chile y se dispuso a atravesar la cordillera andina. Ayudado por sus compañeros del Partido y con papeles falsos logró llegar a la frontera argentina. Una vez en Buenos Aires su mayor preocupación fue la de conseguir una nueva identidad para proseguir su huida hacia París. Miguel Ángel Asturias fue quien le prestó su pasaporte, ya que ambos hombres se parecían físicamente. A los pocos días, después de aeropuertos y vigilancias policiales, llega finalmente a París disfrazado del gran novelista guatemalteco. En esta ciudad Picasso se interesa por su obra y le ayuda ante las autoridades francesas. En el mismo año asiste al Primer Congreso Mundial de Partidarios de la Paz y viaja por primera vez a la Unión Soviética, donde recibe el homenaje de la Unión de Escritores Soviéticos en Moscú.

Se editan sus libros o selecciones de sus poemas en Alemania, Checoslovaquia, China, Dinamarca, Hungría, Estados Unidos, Unión Soviética, México, Cuba, Guatemala, Argentina y otros países. En México se publica el Canto general y en Chile se realizan dos ediciones clandestinas. En 1950 recibe, con Picasso y otros artistas, el Premio Internacional de la Paz por su poema Que despierte el leñador. Se traducen sus obras al yiddish, hebreo, coreano, vietnamita, japonés, árabe, turco, ucranio, uzbeco, portugués, eslovaco, georgiano, armenio y otras lenguas.

Después de otros viajes por Italia, Francia, Europa del Este, Mongolia y China, el destierro toca a su fin. Se revoca la orden de detención después de tres años.

El 1 2 de agosto de 1952 regresa a Santiago, donde le tributan grandes homenajes de bienvenida. En 1955 se separa de Delia del Carril y concluye la construcción de su casa “La Chascona”, donde se traslada a vivir con Matilde Urrutia. Aún pasarán once largos años para que la pareja pueda legalizar su matrimonio, celebrado con anterioridad en el extranjero.

En 1956 edita Nuevas odas elementales, y en 1957 sus Obras completas; en 1959, Navegaciones y regresos, Cien sonetos de amor, y en 1961, Canción de gesta, Las piedras de Chile y Cantos ceremoniales.

Tampoco abandona sus actividades políticas, pues en 1958 trabaja en la campaña política para la elección presidencial en Chile; realiza giras y concentraciones populares, y en los años consecutivos viaja por Venezuela, Europa del Este y Cuba. Dice sobre aquellos años de intensa actividad: “Nunca pensé cuando escribí mis primeros solitarios libros, que al correr de los años me encontrara en plazas, calles, fábricas, aulas, teatros y jardines, diciendo mis versos. En buena parte de mi obra he querido probar que el poeta puede escribir sobre lo que se le indique, sobre aquello que sea necesario para una colectividad humana.

“Tal vez los deberes del poeta fueron siempre los mismos en la historia. El honor de la poesía fue salir a la calle, fue tomar parte en este y en el otro combate. No se asustó el poeta cuando le dijeron insurgente. La poesía es una insurrección.”

En 1965 se le otorga el título de doctor Honoris causa en Filosofía y Letras de la Universidad de Oxford, título que se da por primera vez a un sudamericano. Dos años después se le otorga el premio Viareggio-Versilia, instituido ese año para personalidades destacadas que trabajaron por la cultura y el entendimiento entre los pueblos. En 1971, tras esperarlo largo tiempo, obtiene el Premio Nobel de Literatura; es el sexto escritor de nuestra lengua y el tercer latinoamericano que recibe tan alta distinción. 

En 1969, el comité central del Partido Comunista de Chile lo designa candidato a la Presidencia de la República. En tal condición recorre todo el país y llega a las conversaciones que materializan la formación de la “Unión Popular”. Posteriormente se retira para dar lugar a la designación de Salvador Allende como candidato único. Participa activamente en la campaña presidencial de Allende. Con el triunfo de la Unidad Popular, Neruda recibe el nombramiento de embajador ante el gobierno de Francia.

En 1972, durante el bloqueo contra Chile, víctima de un cáncer en la próstata, Neruda regresa a su patria y publica Incitación al Nixonicidio y alabanza de la revolución chilena. A mediados de 1973 dirige un llamado a los intelectuales latinoamericanos y europeos para evitar la guerra civil en Chile. EL 1 1 de septiembre, un golpe militar derriba al gobierno de la Unidad Popular, en el que muere el presidente constitucional Salvador Allende.

Pablo Neruda apenas sobrevive a su amigo 12 días. La opinión pública internacional se entera con profundo estupor de que sus casas de Valparaíso y Santiago han sido saqueadas.
Me tocó padecer y luchar, amar y cantar; me tocaron en el reparto del mundo el triunfo y la derrota, probé el gusto del pan y el de la sangre. ¿Qué más quiere un poeta? Y todas las alternativas, desde el llanto hasta los besos, desde la soledad hasta el pueblo, perviven en mi poesía, actuando en ella, porque he vivido para mi poesía, y mi poesía ha sustentado mis luchas. Y si muchos premios he alcanzado, premios fugaces como mariposas de polen fugitivo, he alcanzado un premio mayor, un premio que muchos desdeñan, pero que es en realidad para muchos inalcanzable. He llegado a través de una dura lección de estética y de búsqueda, a través de los laberintos de la palabra escrita, a ser poeta de mi pueblo.”