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Actividades » Artes grá ficas

Christina Motta

Una artista que une su trabajo con la naturaleza en una simbiosis casi necesaria. Cuesta separar su obra del paisaje, como imaginar los lugares antes de la presencia de la escultura.

Christina Motta nació en São Paulo Brasil en 1944.

Comenzó a interesarse por escultura a los 13 años de edad. Pero pasó a dedicarse enteramente a este arte después de un viaje a Londres en 1970, donde acabó viviendo durante 21 años. En esa ciudad ella conoció y fue muy influenciada por la renombrada escultora Karin Jonzen con quien trabajó durante muchos años.

En 1978, comenzó a participar en exposiciones en Londres, entre otras, en Alwyn Gallery, en compañía de famosos escultores ingleses, como Henry Moore, Barbara Hepworth y Lynn Chadwick. Más tarde ella también participó en diversas exposiciones en Londres y Holanda.

En 1992, Christina regresó a Brasil donde pasó a vivir en Búzios, RJ.

Fue entonces que ella creó la primera de muchas esculturas públicas como la de la actriz francesa Brigitte Bardot. Un año más tarde ella hizo la escultura de los tres pescadores tirando de una red a la orilla del mar. En 2015, esta obra fue escogida por un sitio internacional, como una de las "26 esculturas más hermosas del mundo" en la categoría de obras relacionadas con la historia de la ciudad.

En la actualidad, tiene esculturas en espacios públicos en varios estados del país. Tal vez, una de las más conocidas sea la de Tom Jobim en la playa de Ipanema en Río de Janeiro.

En 2003, un artículo publicado en la revista de arte "Ventura" dijo, entre otras cosas, lo siguiente sobre su trabajo:

"... Y ahí llega Christina Motta, que transpone para sus esculturas no sólo la belleza de los tiempos vividos, como el dulce encanto de cada momento dedicado a cada una de sus piezas.

Sus trabajos, expuestos en Brasil, Inglaterra, Estados Unidos y Japón, llevan la marca de su tiempo y curiosamente la marca de tiempos y personajes desconocidos. En Río de Janeiro, en la ciudad de Búzios o en São Paulo, las esculturas de Christina permiten a los circunstantes una natural intimidad con Brigitte Bardot, con lo desconocido bajo un paraguas, o con tres pescadores en un fin de tarde.

En las imágenes de los niños (de todas, en cualquier tamaño) imposible cada uno de nosotros no volver a los tiempos felices de nuestra infancia, proporcionándonos en cada figura una centelleante visita al recuerdo de un antiguo amigo o amiga.

Y por ofrecer con sus delicados instantes de éxtasis y reflexión, Christina Motta merece el agradecimiento de todos los que de forma directa o indirecta pasan a formar parte de su mundo.

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