La generosidad con la ciudad que tenía este sector social a principios de siglo pasado no encuentra equivalencia en los tiempos actuales. Nota del Diario La Capital
La generosidad con la ciudad que tenía este sector social a principios de siglo pasado no encuentra equivalencia en los tiempos actuales. Se está a una distancia de años luz. ¿Dónde están los Vasallo, Estévez, Castagnino, Martin, Astengo y Deliot de la actualidad?La generosidad con la ciudad que tenía la burguesía rosarina de principios de siglo pasado no encuentra equivalencia en los tiempos actuales. Se está a una distancia de años luz. ¿Dónde están los Vasallo, Estévez, Castagnino, Martin, Astengo y Deliot de la actualidad, todas familias notables de la primera mitad del siglo XX que pasaron a la posteridad levantando en Rosario bibliotecas, museos, hospitales, escuelas y donando colecciones de arte y hasta gran parte de sus bienes? ¿La actual burguesía rosarina ha perdido el sentido de la trascendencia en la historia que tenían sus predecesores? ¿Por qué navega en el océano de lo efímero y ya no le interesa eternizarse en el bronce?
Los historiadores locales coinciden en que la burguesía rosarina tuvo su época de oro en las primeras décadas del siglo XX. Por aquellos tiempos sus integrantes no solo tenían la ambición de ser los ricos de la ciudad, sino su élite, su clase dirigente, constituirse en modelo para la sociedad. Eran, además, ilustrados. Hacían un verdadero esfuerzo por ser ilustrados. Y tenían un claro sentido de lo público, que había que actuar en la comunidad y que su destino estaba directamente ligado al de la sociedad. Es que este grupo creía fuertemente en la utopía del progreso indefinido que prometía el liberalismo clásico.
“La burguesía que se conforma en Rosario a fines del siglo XIX y principios del XX tenía su núcleo principal en familias de inmigrantes que habían crecido económicamente con el comercio de exportación e importación. A diferencia de la de la capital provincial, esta era una burguesía sin pasado colonial que se identificó muy rápido con Rosario. Y rápidamente quiso darle su impronta a la ciudad”, señala la historiadora, investigadora del Conicet y profesora de la UNR Sandra Fernández.
Y remarca que “esa burguesía tenía una adhesión muy importante a todos los preceptos del liberalismo clásico, que concebía el ideal del ciudadano participando de lo público. Este grupo dominante local dirigía el espacio público, era hegemónico, pero también entendía que era un lugar donde se podían debatir, consensuar y resolver los asuntos políticos y sociales. El liberalismo clásico entendía que el espacio público es un lugar de participación, y que se debía construir desde allí”.
La historiadora señala que “hay una serie de estrategias que se dan entre fines del XIX y comienzos de la década del 40 que identifica de una manera muy clara a este grupo con grandes acciones y obras ligadas a la educación, la cultura y la salud de la ciudad, a las que consideraban que debía tener acceso toda la población”.
El Hospital Escuela del Centenario (que luego fue el germen de la Facultad de Medicina), El Círculo, el Palacio Vasallo, la Maternidad Martin, el Museo Castagnino, el Museo Marc, el Museo Estévez, el Hogar de Huérfanos y el legado patrimonial de Carlos Deliot, entre otros, son algunos de los ejemplos que dan cuenta de la magnitud del accionar y la filantropía de la burguesía rosarina principalmente en la primera mitad del siglo pasado.
“…y sean mi mejor contribución para el acervo cultural y espiritual de mi ciudad, pues estimo que las obras de arte de todo género de que hago legado son de mérito y valores dignos de ser libremente conocidos y apreciados por todos y en todas las épocas”, rezaba el testamento de Firma Mayor de Estévez por el cual donó a Rosario la fastuosa mansión familiar de calle San Lorenzo 753 (donde luego se instaló el museo homónimo) y parte de su colección histórica y artística.
Más allá de algunos gestos puntuales, hoy la burguesía rosarina no es lo que fue. No parece muy interesada en comprometerse en proyectos sociales o culturales que trasciendan su interés individual.
Directivos de las asociaciones de amigos de los museos de Rosario admiten que muchos empresarios se desentendieron de la filantropía y el mecenazgo. Sin embargo, aclaran que otros no (hace poco tiempo un empresario que pidió que no trascienda su nombre donó en pesos el equivalente a 20 mil dólares para un museo). Pero señalan que muchas veces se encuentran con obstáculos. Y apuntan a que el Estado debe tener una política abierta y convocante: argumentan que durante años el gobierno municipal de Rosario ha tenido prejuicios con el sector privado que intentó acercarse para colaborar.
De todos modos, los hechos hablan. La ambiciosa iniciativa de construir en Rosario el Puerto de la Música, un diseño del maestro brasileño Oscar Niemeyer, terminó guardada en un cajón porque en 2012 el entonces gobernador Antonio Bonfatti consideró que no era una obra prioritaria para la provincia y la fundación que se creó para juntar donaciones privadas a tal fin no pudo suplir la inversión que iba a afrontar el Estado (ver acá). Hace tres semanas ocurrió algo similar con el proyecto de ampliar el Museo Municipal Juan B. Castagnino. Ante la falta de fondos públicos, la Intendencia y la Casa Gris (que debía solventar la obra) acordaron dejar sin efecto una apresurada licitación de la entonces gestión socialista cuyas ofertas se abrieron llamativamente el 12 junio de 2019, apenas 96 horas antes de la elección a gobernador. Promesas sobre el bidet (ver acá).
El apoyo directo del Estado a la cultura muestra una tendencia a la disminución, ya que en tiempos de crisis se priorizan otras urgencias a la hora de definir el gasto (por ejemplo, terminar primero el Hospital Regional Sur de Rosario, que hoy es un esqueleto). Por ello, se necesita buscar fuentes alternativas a los fondos públicos. ¿Por qué el sector privado no se puede hacer cargo de construir el Puerto de la Música o la ampliación del Museo Castagnino con fondos donados? Los trabajos en el Castagnino (una de las instituciones artísticas más importantes de la Argentina, cuyos cuadros son solicitados a préstamo por el Malba y el Reina Sofía de Madrid) demandarían una inversión cercana a los 500 millones de pesos (poco más de tres millones de dólares). ¿Entre todo el sector privado de la ciudad y la región (incluidos las exportadoras y los bancos nacionales y extranjeros que operan en Rosario) no se puede reunir ese dinero en carácter de donación? ¿La cultura filantrópica ya no existe en la ciudad más allá de realizar un pequeño aporte a alguna entidad o adquirir una vez al año una tarjeta para una cena de gala de beneficencia? ¿Qué queda de la visión y valores de aquella burguesía?
Rosario necesita un compromiso más fuerte con la ciudad de todos los sectores sociales. Precisa que no se desentiendan de lo público. Por su posición en la sociedad, algunos tienen la gran posibilidad de dejarle un legado a la ciudad, de convertirse en los Vasallo, Estévez, Castagnino, Martin, Astengo y Deliot de la actualidad.
Nota original: Diario La Capital