por Marta Frutos
En el presente mes de octubre el Policlínico “Intendente Carrasco” cumple dos significativos aniversarios. El de su inauguración, realizada el domingo, y desde entonces al servicio de la sanidad de la urbe en el área de las enfermedades infecto-contagiosas, Y el menos recordado del descubrimiento, el 13 de este mes del año 1908, de la placa en homenaje al doctor Gabriel Carrasco, cuyo nombre lleva desde 1914.

Cuando el doctor Gabriel Carrasco asumía la Intendencia de la ciudad el 25 de agosto de 1890, la Municipalidad cerraba un lapso de acefalía de derecho instaurada por la Constitución provincial reformada, que disponía en su artículo 141 el cese de todas las municipalidades de la provincia, y de hecho, por la renuncia masiva de los concejales e intendentes a raíz de la reciente crisis política nacional.

Describía en la memoria de su gestión, desarrollada con una comisión administradora hasta el 13 de noviembre de 1891 el estado en que se hallaba la institución al recibir su cargo:  “...con el tesoro casi exhausto como consecuencia de la negativa del pueblo de pagar los impuestos, mientras que por otra parte, no existía siquiera presupuesto de gastos y éstos se efectuaban en proporciones enormes, alimentando a costa de los contribuyentes un persona] extraordinariamente lujoso, cuyos servicios no estaban en proporción con los gastos que originaban. En cuanto a crédito, la Municipalidad lo tenía comprometido por la falta de pago de los intereses de la deuda extranjera y por la entrega a manos extrañas de los dineros que se habían obtenido a doloroso precio para efectuar obras de utilidad pública que no se hacían o que estaban en completa paralización”. Referencia, esta última, a los tres empréstitos contratados por la corporación con la banca londinense para costear las obras de pavimentación de la ciudad, cuyos onerosos servicios se añadían a la crisis económica generalizada en el país en ese año de 1890 de la que era cabal reflejo el organismo comunal “presa de la consunción” según sus palabras.

Dos días después de la toma de posesión de la Intendencia, una comisión revisora de expedientes elevaba a la Comisión de Higiene las actas de la licitación de compra de un terreno para la construcción del lazareto municipal. Era éste el segundo llamado efectuado, rechazadas las propuestas del anterior, del mes de marzo. El 12 de septiembre dicha comisión, en vista de “la crítica situación del erarlo, tanto provincial como municipal”; aconsejaba postergar tal adquisición hasta mejor oportunidad. Nuevamente, si bien en esta ocasión por una fundada causa, se posponía la edificación del lazareto que Rosa-rio perentoriamente requería (2).

El Poder Ejecutivo Provincial —que había sido autorizado por las comisiones legislativas en 1887 a invertir hasta $ 50.000 en la compra de este terreno— resolvió, el 12 de diciembre de 1891 aceptar como la más ventajosa de las dos propuestas de la mencionada licitación la de Jaime Herrera y escriturar su adquisición por el precio de $ 25.000. La ubicación del terreno, perteneciente a Manuel Herrera y Reissig era la intersección de la prolongación de los bulevares Argentino (Pellegrini) y Avellaneda.

El Concejo Deliberante en sesión de 4 de julio de 1892 aprobó el decreto aceptando tal donación del gobierno provincial.

El director de la Oficina de Obras Públicas del municipio, ingeniero Héctor Thedy, advirtió en 1896 al intendente Alberto J. Paz acerca de las malas condiciones del terreno adquirido con destino al lazareto municipal. Eran estás: mala orientación este - oeste, anegadizo en parte, situado a una cuadra de un cementerio y sujeto al fraccionamiento y reducción derivados de la futura prolongación de los dos bulevares, cuya intersección lo atravesaría.

En el informe que le fue solicitado al respecto, el director de la Asistencia Pública, doctor Isidro Quiroga, se adhería al expresado criterio. Entre los terrenos ofrecidos en venta a si repartición, juzgaba el ingeniero Thedy ser el más conveniente a su destino el de propiedad de los señores Ciro Echesortu y Casiano Casas, dos manzanas ubicadas con frente al bulevar Avellaneda, entre las calles 3 de Febrero y General López (Estanislao Zeballos), y fondos sobre la calle recorrida por el tranway a Eloy Palacios (Río de Janeiro), de 22.355 m2.

Este terreno, emplazamiento actual de la ex Casa de Aislamiento de la ciudad, fue adquirido sobre la base de tales informes, por resolución de intendente Alberto J. Paz. el 28 de mayo de 1896 al precio de $ 10.000

En el acto inaugural de la Casa de Aislamiento, dotada de la “última palabra de los adelantos en materia de sanidad” según el sr. Paz  para este tipo de nosocomios cumplido el 3 de octubre de 1897, el doctor Gabriel Carrasco, presente entre los invitados, improviso, en un gesto quizás premonitorio, un breve discurso rememorando los grandes y acelerados progresos del pueblo del Rosario, al que vaticinaba devenir, en el decurso de unos pocos años, “un emporio de riqueza, honra del continente sudamericano”.

El homenaje póstumo de la ciudad natal ligaría su nombre a la trayectoria de esta institución, materializando el lazo espiritual de su patrocinio.

Este tuvo una primera concreción poco después de acaecida su muerte, en la placa que lo testimonia, descubierta en la Casa de Aislamiento el 13 de octubre de 1908 en su memoria, que conserva el hoy policlínico.

El segundo reconocimiento tomo forma a partir de la iniciativa vertida en el proyecto del concejal doctor Tomas Cerruti, considerado en la sesión del 3 de abril de 1914 del Concejo Deliberante Municipal (3).

El proyecto proponía denominar a la Casa de Aislamiento, “Hospital Doctor José Penna”. El autor fundamentaba el mismo exponiendo, en primer término, la resistencia general de la población a la institución, sucesora de los antiguos lazaretos, asilo de los enfermos infecto- contagiosos, por ser esta casa sitio de internación de los enfermos desahuciados. La prueba de tal aseveración provenía de haber ejercido su profesión de médico en la misma, donde pudo constatar que ingresaban enfermos cuyo organismo se hallaba totalmente minado, dando como ejemplo el de los tuberculosos, buena parte de los cuales fallecían en la primera semana de estada, a pesar de ser ésta una enfermedad crónica de larga evolución. ‘ Este hecho se explica porque los pacientes recurren a la Casa de Aislamiento después de haber agotado todo recurso”.

En cuanto a la designación que propiciaba el nombre del doctor José Penna, de su conocimiento personal, consideraba justo rendirle público homenaje tratándose de una de las intelectualidades médicas del país. Expuso su vida con abnegación y sacrificio en la época de las grandes epidemias y. debido a su natural modestia sus méritos permanecían olvidados por los poderes públicos.

A él se debía la extinción casi completa de la viruela, que el año 1888 hizo estragos en el país: sus profundos estudios sobre el tétanos y su método especial para la aplicación del suero antipestoso lo consagraban como verdadera eminencia, no superaba entre sus contemporáneos.

El concejal Héctor Thedy manifestó estar de acuerdo con el cambio ie denominación de la Casa de Aislamiento, que recordaba a los viejos lazaretos improvisados por el poder municipal durante las epidemias, por os que el pueblo sentía repulsión instintiva malogrando ello las cuantiosas erogaciones de los servicios sanitarios para evitar la propagación de los males.

Coincidía en la estimación de los méritos del doctor Penna, uno de los más eruditos epidemiólogos argentinos, que sería en su momento reconocido por la Nación, pero “estas glorificaciones en vida se prestan siempre a críticas acerbas y fundadas”, siendo por esta última y única consideración que se oponía a darle su nombre a la Casa de Aislamiento.

En cambio —expresaba— el Rosario tiene una deuda de gratitud con uno de sus más distinguidos hombres públicos, el doctor Gabriel Carrasco, quien intervino en la adquisición de los terrenos ubicados en la intersección de los bulevares Avellaneda y Argentino, que fueron los primeros destinados a la Casa de Aislamiento.

Cabe recordar que el ingeniero Thedy había emitido su opinión profesional sobre este predio presentado en la licitación de 1890, el que por su inconveniente ubicación fue sustituido. Se desempeñaba, asimismo, en el cargo de director de la Oficina de Obras Públicas desde los pasos previos a la construcción del edificio, por lo que era testigo interiorizado del antecedente que mencionaba y conocí las gestiones de Carrasco en pro de terreno.

Lo llamó un pionero de la ciencia en Rosario, que inculcó el amor al estudio a muchas generaciones que prestaron señalados servicios a la ciudad. Intelectual de una extraordinaria actividad que dejó una vasta obra científica y en los elevados cargos que ocupó en su brillante carrera política, su preocupación perenne por el mejoramiento moral y material de Rosario, a la que ninguno de sus hijos demostró un cariño más entrañable y fecundo. Durante su breve intendencia realizó la obra edilicia más proficua y progresista, señalándoselo como un modelo de administrador público.

Por estas consideraciones pidió a sus colegas que lo acompañasen a rendirle este homenaje, dando a la Casa de Aislamiento el nombre de “Hospital Intendente Carrasco”.

El concejal Emilio Cardarelli apoyó la moción del doctor Cerruti, considerando el nombre señalado de José Penna, en virtud de sus importantes servicios. No obstante acotar respecto a las glorificaciones en vida, ser también exacto que “los aplausos cuando son merecidos, ayudan a vivir”.

El concejal Luis Calderón apoyó la moción del ingeniero Thedy integralmente, recordando los méritos de Carrasco a quien se debían otras iniciativas edilicias, la construcción de la casa adonde entonces deliberaban (palacio municipal). Sus trabajos sobre la provincia de Santa Fe y los “Anales de la ciudad de Rosario” y actuación en los censos de 1886 y 1895 fueron igualmente destacados por el concejal Calderón.

Concluía sosteniendo que la Nación reconocería a Penna, como lo había hecho con Rawson y Pirovano.

En la sesión referida, presidida por Fernando Schleísinger con la presencia de los concejales Luis Calderón. Emilio Cardarelli, Alejandro Carrasco, Tomás Cerruti, Gervasio Colombres, Bernardo Erb, Rufino Escudero. Juan B. Orriols. Carlos Paganini, Bartolomé Sívori, Héctor Thedy e Hipólito Zubia, se procedió a votar, rechazándose la moción de Cerruti y aprobándose la de Thiedy. El decreto que se sancionó expresaba: Artículo 1ro: A partir de la promulgación del presente decreto, 1a Casa de Aislamiento se denominara Hospital Intendente Carrasco. Artículo 2do: Comuníquese, etcétera”.

La placa recordatoria del doctor Gabriel Carrasco es vestigio material que atestigua la gratitud del hombre de Rosario, inusual virtud espiritual, y su aniversario es uno de los tantos pequeños grandes fastos que hacen a la historia de la ciudad.

Rosario. 1981