por Dr. Robert J. Mayer,
En el cuidado del paciente moribundo, el médico es llamado a ser más humanístico que nunca. Las metas de manejo necesitan ser cambiadas y las realidades legales conocidas. Adicionalmente, la relación primaria entre el médico y el paciente y su familia debería mantenerse y ser reforzada. Las decisiones deberían tomar en cuenta las necesidades sintomáticas así como las necesidades emocionales del paciente y el impacto financiero y social presente y futuro de esta experiencia de fin de la vida para la familia.Influencias sociales
Con el conocimiento de que un paciente ha entrado en la fase terminal de su enfermedad, la meta del manejo debería pasar de combatir el proceso de enfermedad a controlar los síntomas. Paralelamente, muchas familias están comprensiblemente poco preparadas para manejarse con la muerte de un ser querido y no tienen certeza sobre cómo hablarle al paciente y entre sí. El médico debe servir como guía, rompiendo las barreras que puedan impedir una comunicación directa, abierta y realista entre el paciente, la familia y otros proveedores de salud. El médico también debe abordar las opciones con relación al sitio en el cual el cuidado terminal debería ser suministrado (ej. sanatorio, hospital, facilidad de cuidados crónicos, u hogar), obteniendo del paciente y su familia sus deseos y dejando claro que el cuidado continuado será suministrado, sin importar cual es la locación. El médico también debe ser sensible a las relaciones familiares, tradiciones familiares étnicas y religiosas, y realidades financieras, utilizando especial cuidado para evitar, en la mayor medida posible, la reducción de los recursos familiares.
Influencias legales
El médico debe ser claro en la respuesta sobre cualquier tipo de preguntas con relación a barreras legales en cuanto a la terminación de cualquier intervención médica, asegurando de que el cuidado al paciente puede ser suministrado de una manera consistente y compasiva. El médico debe comprender leyes y prácticas con relación a las directivas en esta situación , satisfacer los deseos expresados en tales directivas y, elaborar ante escribano, cuando se considere necesario, un documento, teniendo en cuenta en su preparación que el paciente esté alerta, orientado y competente.
Más allá del cuidado de un paciente singular, cuando se considere conveniente, el médico deberá alentar y comprometerse en discusión abierta y debate con relación a los temas difíciles tales como el suicidio asistido por el médico. Al margen de si un determinado médico está a favor o rechaza tal práctica.
Como una forma de principios, el médico debería trabajar para asegurar de que la suficiente cobertura de fin de vida esté incluida en la Obra Social, el cuidado gerenciado, y planes de indemnización de seguros.
Influencias éticas
Más que nunca, el médico debe servir como el primordial pro-veedor de cuidados durante la fase terminal de la enfermedad de un paciente, tanto si el paciente se encuentra en el hospital o en su hogar. Uno de los mayores miedos de los pacientes y sus familiares, una vez que los intentos para erradicar o controlar el proceso de enfermedad ha probado ser ineficiente, es que el médico pierda interés y en cierto sentido los abandone. Mediante visitas regularesy llamadas telefónicas, esfuerzos conscientes deberán ser realizados para estar seguros que tal abandono potencial o sensación de abandono sea evitada.
Los médicos deberán suministrar tiempo adecuado de manera tranquila, sin prisa para explorar y mitigar los miedos y preocupaciones del paciente y su familia. Preocupaciones relacionadas con el dolor incontrolable, inhabilidad para respirar, nausea, incontinencia, y otros problemas similares deberán ser abordados, y asegurarle al paciente que la medicación apropiada estará disponible para prevenir estos síntomas. A menudo, la colocación de un apport (reservorio intravenoso subcutáneo) podría permitir la administración parenteral en el hogar de analgésicos o anti-emeticos mientras que el oxigeno portátil puede también reducir la disnea. Tal información es mejor comunicarla al paciente y su familia en una relajada reunión personal, en lugar de telefónicamente.
Por último, el médico debería tomarse el tiempo suficiente como para familiarizarse con la dinámica de la familia de un determinado paciente, descubriendo si determinadas tensiones preexistentes podrían haber sido exacerbadas por la enfermedad de este. Idealmente, el período de cuidado terminal hacia un ser querido debe fortalecer en lugar de fragmentar a la unidad familiar. Esto generalmente se logra mejor mediante discusiones abiertas con la/el esposa/o, hijos, y otros seres queridos sobre sus sentimientos personales sobre la muerte en general y su pérdida en particular. Si fuera posible, algún tipo de contacto continuado entre el médico y la familia luego de la muerte del paciente es deseable, preguntas previas no respondidas generalmente permanecen, algunas de las cuales podrían haber sido difíciles de manifestar mientras que el paciente aún permanecía con vida.